miércoles, 25 de junio de 2014

RUTA POR EL MONTE DE BOADILLA Y ARROYO DE LA FRESNEDA (BOADILLA DEL MONTE)

RUTA POR EL ENCINAR DE BOADILLA Y ARROYO DE LA FRESNEDA (BOADILLA DEL MONTE)
Ruta por el Monte de Boadilla y Arroyo de la Fresneda. Dehesas y rebaños. El bosque domado.

El Parque Regional del Guadarrama se extiende al Oeste de la ciudad de Madrid, a lo largo de 22.000 hectáreas aproximadamente, desde el municipio de Galapagar hasta el de Batres, ya limitando con tierras toledanas.
Vertebrado por el cauce del Guadarrama, se incluye también parte del río Aulencia, uno de sus afluentes.
Este espacio natural está sometido a una gran presión urbanística, en la qué algunas urbanizaciones llegan incluso al mismo cauce el Guadarrama. A pesar de ello, encontramos en él una gran variedad de ecosistemas muy provechosos para la fauna ornitológica.  Podemos encontrar bosques de ribera, encinares, plantaciones de pinos, pastizales, zonas de cultivos o embalses. Algunos ejemplos de espacios singulares son los encinares y pinares de la Presa del Gasco, los sotos de ribera del río Aulencia o el encinar de Batres.
Esta variedad de paisajes unido a qué el espacio se encuentra en la influencia de la ZEPA “Encinares del Alberche y río Cofio”, de la ZEPA “Monte del Pardo” y del Parque Regional de la Cuenca Alta de Manzanares, hace qué la variedad en aves sea muy enriquecedora, con algunas especies en peligro de extinción. Prueba de ello son las 6 parejas de águila imperial qué habitan actualmente dentro del parque.
Destacan la variedad de especies rapaces como milano negro, milano real, búho real, culebrera europea, águila imperial, azor, busardo ratonero, o águila calzada. Y otras no menos interesantes como oropéndola, pico menor, rabilargo, abejaruco, martín pescador o alcaraván.
Boadilla del Monte se encuentra situada al suroeste de la ciudad de Madrid, en pleno Parque Regional del Guadarrama.
Cuenta con dos espacios naturales destacados para la observación de aves.

Uno de ellos es el monte de Boadilla. Con unas 830 hectáreas aproximadamente, es un inmenso encinar de titularidad pública, que corresponde a un antiguo encinar qué se extendía sin límite de continuidad por la cara sur de la Sierra del Guadarrama a través del Monte del Pardo, continuando por la Casa de Campo y acabando en las inmediaciones del cauce del Guadarrama.


(Encinar del Monte de Boadilla).

El otro es el Arroyo de la Fresneda, un espacio natural y recreativo de 50 hectáreas donde este arroyo qué desemboca en el Guadarrama, está flanqueado por dehesas de encinas y fresnos, y en el qué se ha habilitado una senda botánica con carteles informativos sobre la flora y fauna qué se puede observar en el lugar.
La ruta propuesta, es una ruta circular por el Monte de Boadilla, visitando también el Arroyo de la Fresneda y terminando en el Palacio del Infante de Don Luis del siglo XVIII.
Su duración es de 3 horas aproximadamente y la dificultad es fácil.


(Ruta circular por el encinar de Boadilla del Monte y Arroyo de la Fresneda).

Acceso al Monte de Boadilla:
-En transporte público. Tomar la línea de Metro Ligero Oeste en la estación de Colonia Jardín y bajarse en la estación de Boadilla Centro. Se tarda unos 25 minutos aproximadamente. Desde la Estación de Boadilla Centro, tomamos la carretera a Majadahonda (M-516) hasta la entrada del monte qué está vallado. Unos 10 minutos más de trayecto.
En autobús hay 3 líneas: la 571 qué sale de Aluche y tarda unos 35 minutos, la 573 qué sale desde Moncloa y tarda unos 40 minutos, y la 574 desde Aluche también, en 35 minutos. En las tres hay qué bajarse en la parada de Boadilla Centro.
-En coche. Coger la M-40, M-511, M-50 y tras una rotonda buscar la M-516 carretera a Majadahonda. 25 minutos aproximadamente.
-En bicicleta. Desde la estación de Metro Ligero Oeste de Boadilla Centro. A unos 5 minutos de la entrada del Monte de Boadilla.
Este es el relato de una ruta qué realicé a finales del Mes de Mayo.
Era un magnífico día de primavera. El cielo estaba muy nuboso, con amenaza de algún chubasco más que previsible. Tras dejar el Metro Ligero y a escasos metros de la carretera a Majadahonda ya se atisbaba el inmenso encinar del Monte de Boadilla. Antes de cruzar la verja, unos carteles indicaban sobre un interesante proyecto en el qué se emplean rebaños de ovejas merinas, a modos de cortafuegos naturales, para sanear el monte de la vegetación estival.


(Cartel informativo a la entrada del Monte de Boadilla).

Poco a poco fui alejándome de la valla qué daba a la carretera a Majadahonda, para huir del ruido incesante de los coches y poder anotar las primeras aves para el cuaderno de campo.
El recorrido era muy apetecible, sin apenas gente, buena temperatura, y todo el cielo encapotado qué hacía qué se pudiese caminar sin notar apenas el calor primaveral.
Tras un largo rato sin observar ningún ave, en lo alto de las nubes apareció la silueta de una rapaz. Tras un buen rato mirando con los prismáticos puede identificarla. Era un bonito ejemplar de águila calzada.
Tras desaparecer en lo alto de los pinos, bandadas de aviones comunes y vencejos comunes daban vuelos rasantes persiguiendo a los numerosos mosquitos antes de qué descargara la tormenta qué empezaba a formarse.
Hice una pequeña espera en un claro de un encinar a ver si empezaban a levantar los paseriformes, pero me tuve qué conformar con especies más cosmopolitas como palomas torcaces, urracas y un nutrido grupo de estorninos negros.
Justo al momento de reiniciar la marcha, un juguetón agateador común comenzó a trepar por el tronco de un pino de gran porte. Acto seguido tomé una pequeña vereda qué me adentraba en un pinar, donde volvería a parar en busca de pequeños pajarillos qué ya empezaban a dejarse oír con sus melodiosos cantos.
Momentos después de qué las nubes dieran una pequeña tregua, y se retirasen para dejar pasar la luz, una silueta negra bajó en picado haciendo un par de vuelos acrobáticos. Un milano negro comenzó a volar por zona del pinar en busca de conejos, qué comenzaban a correr despavoridos ante la presencia de su sombra.


(Dentro del Monte de Boadilla también encontramos formaciones de pinar de repoblación).

Esto también puso en alerta a una bandada de grajillas, qué con sus graznidos comenzaron a dar la voz de alarma.
Unos metros más adelante, y en un claro donde la hierba estaba un poco alta, un aláudido llamó mi atención. Levantaba la cabeza, y al instante, nerviosamente se ocultaba alertado por mi presencia. Con paciencia le pude ver la “ceja característica” qué tiene la alondra totovía.
Proseguí mi camino y me detuve a ver un pinzón vulgar. Al instante una pequeña bandada de verdecillos volaban asustados por el ruido qué parecía ser de cencerros.
En pocos minutos me encontré rodeado por un gran rebaño de ovejas merinas. A lo lejos el pastor me hacía indicaciones qué me apartara del camino, para qué no me molestase el polvo qué levantaban tantas pezuñas juntas.


(Actualmente se permite el pastoreo con rebaños de ovejas merinas dentro del monte, para controlar los incendios forestales).

Tras el paso del rebaño me paré un rato a hablar con el pastor. Cual fue mi sorpresa, cuando después de un rato de conversación me comentó qué él era de Campanario de la comarca de la Serena, un pueblo a 50 kilómetros del mío.
Estuvimos un buen rato disfrutando de una alegre conversación sobre la Serena, su fauna y la trashumancia. Me explico qué había llegado a un acuerdo con la Comunidad de Madrid para qué su rebaño pastase en el Monte de Boadilla para evitar los incendios.
Una gran iniciativa de prevención de incendios y de crear biodiversidad, sin duda.
Tras despedirnos oportunamente cada uno siguió su camino. Comencé a escuchar el canto del ruiseñor qué no pude ver, y muy lejánamente el de la oropéndola. Con mucha paciencia a lo lejos encima de un chopo seco pude verla, y deleitarme con su aflautado canto y sus vistosos colores.
Cerca de la caseta de retenes forestales, en un pinar una abubilla sin percatarse de mi presencia, buscaba insectos debajo de las acículas del pino. En un instante advirtió el vuelo de otro milano negro y voló rauda y veloz a refugiarse en lo más espeso del encinar.
Tras dejar la valla qué rodea el encinar y cruzar la carretera a Pozuelo de Alarcón, llegué al pequeño puente de madera qué cruza el Arroyo de la Fresneda.
Antes de realizar la senda botánica me dirigí a un pequeño estanque artificial donde han construido un hidde, para poder ver las aves qué acuden a los comederos artificiales.
En el estanque a modo ornamental, tienen algunas especies de patos en plan domesticados. Se pueden ver una pareja de patos colorados, un porrón moñudo, y tres porrones europeos, así como varios ánades reales.


(Hembra y macho de patos colorados en laguna artificial).

Tras el hidde esperé a que algunos paseriformes bajaran a comer a los comederos. Por allí aparecieron carboneros comunes, gorriones comunes y gorriones molineros.


(Cartel explicativo de la avifauna qué podemos encontrar en la senda del Arroyo de la Fresneda).

Cuando me disponía a dejar el hidde apareció como una flecha un bello ejemplar de tarro canelo qué se mostraba muy furioso, y comenzó a echar a los demás patos, adueñándose el sólo del comedero artificial.


(Tarro canelo en laguna artificial).

El cielo comenzó a ponerse muy oscuro y empezaban a oírse los primeros truenos. Entre las nubes algodonosas dos buitres leonados comenzaban a huir de las primeras gotas de lluvia.
Las necesidades fisiológicas comenzaban a apremiarme y ante la urgencia decidí hacer pis detrás de un pino con un gran tronco.
En ese preciso momento noté tras mi espalda la presencia de una pelota inquieta de plumas. De reojo, pude comprobar qué se trataba de un mochuelo común. La escena no podía ser más cómica. Yo con una mano a mis menesteres, y con la otra tratando de hacerle una foto. Mientras el intrépido mochuelo mirando aquella esperpéntica pose. Es lo qué tiene la ornitología, qué en el momento menos esperado se te aparece una especie qué se te resiste ver, o no lo observabas hacía mucho tiempo. “Cuando menos lo esperas, salta el mochuelo”.
La tarde comenzó a ponerse muy fea y tras varios truenos comenzó a caer una fina cortina de agua. Comencé a bajar por la orilla del arroyo y un pito real se cruzó en mi 
camino con destino a unas zarzas para resguardarse de la lluvia. Tras este le tocó el turno a un mirlo común.
Un pequeño grupo de golondrinas comunes se posó en las ramas de un gran arbusto seco, esperando a que amainara.


(Golondrinas comunes en el Arroyo de la Fresneda).

El mochuelo volvió a hacer acto de presencia, para como un pequeño fantasmilla, desaparecer en un gran fresno.
La lluvia ya empezaba a caer con fuerza y una paloma zurita buscó refugio en un gran fresno al qué yo también decidí resguardarme.
Un pico picapinos sorteó como pudo el gran aguacero y comenzó a escalar por el tronco de un pino.
Ya casi a la altura del Palacio del Infante Don Luis, había un numeroso grupo de cigüeñas blancas en nidos artificiales, qué comenzaron a proteger con sus inmensas alas a los sus pequeños cigoñitos, contra la implacable lluvia.
Opté por esperar a qué escampara junto al palacio y en ese momento un colirrojo tizón decidió acompañarme hasta qué paró de llover, e hizo el cierre de última especie qué ví durante la ruta.
¡A qué estáis esperando para coger vuestro prismáticos y mochila y disfrutar de este espacio tan interesante!.
© Rafita Almenilla.
Como es habitual para terminar, adjunto el listado de la fauna avistada en la ruta.

FAUNA DEL MONTE DE BOADILLA Y ARROYO DE LA FRESNEDA


  AVES
MAMÍFEROS


  Abubilla
Conejo
  Agateador común

  Águila calzada

  Alondra totovía

  Ánade real

  Avión común

  Buitre leonado

  Carbonero común

  Cigüeña blanca

  Colirrojo tizón

  Estornino negro

  Golondrina común

  Gorrión común

  Gorrión molinero

  Grajilla

  Mirlo común

  Mochuelo común

  Oropéndola
Paloma torcaz

Pato colorado

Pico picapinos

Pinzón vulgar

Pito real

Porrón europeo

Porrón moñudo

Tarro canelo

Urraca

Vencejo común

Verdecillo