martes, 29 de septiembre de 2015

RUTA POR CIEMPOZUELOS

RUTA POR CIEMPOZUELOS. SOTO GUTIÉRREZ Y REAL ACEQUIA DEL JARAMA.
Soto Gutiérrez y Real Acequia del Jarama. Aves entre reses bravas.
En un espacio tan extenso como es el Parque Regional del Sureste, dan cabida numerosas actividades económicas, qué tienen un impacto y una notable repercusión en sus paisajes y ecosistemas. Las principales actividades qué vamos a encontrar en este espacio protegido son la agricultura (secano y regadío), la actividad minera (relacionada con la extracción de áridos), la caza (caza menor), y la ganadería (ovino, caprino, equina y reses bravas). Todas estas actividades configuran un variado mosaico de paisajes como olivares, maizales, lagunas artificiales, repoblaciones forestales de pino carrasco, o lagunas para abrevar el ganado.
La ganadería ha ido perdiendo importancia con el paso de los años, en detrimento de la agricultura de regadío. Se ha convertido en una actividad residual. Actualmente quedan algunos ganados ovinos qué practican las trasterminancia por los municipios de Getafe, Pinto, o Mejorada del Campo.
Encontramos escasas explotaciones de caprino, como las de la finca del Espartal, entre los municipios de Valdemoro, Ciempozuelos y San Martín de la Vega.
Las explotaciones equinas se asocian a actividades recreativas, como los picaderos qué existen en Aranjuez, Ciempozuelos, o San Martín de la Vega.
A día de hoy, todavía podemos encontrar explotaciones de reses bravas, circunscritas a las vegas bajas de los ríos Manzanares y Jarama, y qué a veces aprovechan las escasas dehesas de fresnos qué aún se conservan en el parque.
Un ejemplo de ellas es Soto Gutiérrez en Ciempozuelos. La explotación data del Siglo XIX. Una explotación mixta de reses bravas con huertas dedicadas al cultivo del maíz y productos hortofrutícolas.

(En Soto Gutiérrez predominan los cultivos de regadíos, en especial el maíz).

La existencia de reses bravas, unida a las charcas artificiales qué se crean para qué abreve el ganado, son un foco de atracción para numerosas especies de aves. Así, en los prados donde el pasta el ganado, podemos observar con un poco de paciencia lavanderas boyeras, garcillas bueyeras, tarabillas comunes y norteñas, o avefrías.
La riqueza natural de la zona se completa con un pequeño complejo lagunar, unas naturales y otras procedentes de una gravera cercana.
La ruta propuesta es una ruta lineal con inicio en la estación de Cercanías de Ciempozuelos hasta las lagunas de Soto Gutiérrez, ida y vuelta, pasando por un tramo de la Real Acequia del Jarama.
Su duración aproximada son 4 horas y grado de dificultad es moderado, debido a la distancia qué hay que recorrer desde la estación de Cercanías de Ciempozuelos hasta el complejo lagunar.
Ya qué hay que transitar un buen rato por un tramo de la M-307, carretera muy transitada, es recomendable ir en coche o en bici hasta la entrada al camino a Soto Gutiérrez.

(Ruta lineal de ida y vuelta por Soto Gutiérrez y la Real Acequia del Jarama, de unas 4 horas de duración).

Accesos a Soto Gutiérrez.
-En coche. Coger la A-4, hasta la salida 29. Luego tomar la M-404, y posteriormente la M-307 hasta la salida a la depuradora de Ciempozuelos. 50 minutos desde Madrid.
-En autobús. Línea 415 Madrid-Villaconejos, bajarse en la parada de la carretera M-307. Desde allí hay que andar unos 40 minutos hasta las lagunas.
-En Cercanías. Línea C3. 34 minutos hasta Ciempozuelos. Luego 50 minutos aproximadamente andando desde la estación hasta las lagunas.
-Bicicleta. Por el carril bici Villaverde-San Martín de la Vega. 1 hora aproximada.
Este es el relato de una visita qué realicé a finales de verano de 2015.
Me bajé del tren de cercanías en la estación de Ciempozuelos, habiendo disfrutado del paisaje de la finca del Espartal, este interesante espacio del que he dedicado una entrada a este blog.
La primera especie qué me recibió a la salida de la estación era una juguetona lagartija ibérica qué se estaba dando un buen baño de sol, con aquel día de calor de justicia.
Pasé por el túnel debajo de las vías del tren, y junto a la fábrica de piensos qué hay al lado de la estación, en su tejado, la concentración de tórtolas turcas era apabullante. Hasta 15 ejemplares pude contar encima de su tejado, junto a las qué se encontraban en un tendido eléctrico cercano. El tejado era compartido por otras especies urbanitas como estorninos negros y gorriones comunes. Los primeros conejos comenzaban a dejarse ver por los cerros yesíferos cercanos.

(Tórtolas turcas, streptopelia decaocto).

Crucé una rotonda qué iba a varias direcciones como Aranjuez y Titulcia, y tomé la carretera en dirección a San Martín de la Vega. A mi izquierda se alzaban imponentes los interesantes cerros yesíferos de la finca del Espartal. Hitos geológicos, con una biodiversidad natural poco valorada a veces, ya que estos paisajes semidesérticos son poco atractivos visualmente para muchas personas.

(La finca del Espartal cuenta con especies de flora endémicas y algunas en peligro de extinción).

Tomé un pequeño tramo de la vía pecuaria qué va de Ciempozuelos a San Martín de la Vega y crucé el Arroyo de la Cañada, completamente seco en aquella época de estío, esperando las ansiadas lluvias otoñales.
En pocos minutos volví al arcén de la carretera M-307 y me iba recreando en el paisaje. A lo lejos los cerros yesíferos del cauce del Jarama. A mis espaldas la espectacular finca del Espartal, y a ambos lados se mezclaban grandes extensiones de maizales, alguna gravera abandonada y pequeñas fincas agrícolas con los típicos caseríos agrícolas.
En una banda de chopos plantados en una cuneta hicieron aparición unos cuantos ejemplares de papamoscas cerrojillos, muy activos en su paso postnupcial. En los barbechos cercanos a las cunetas de la carretera vi unas cuantas cogujadas comunes. Los maizales eran aprovechados por bandos de palomas torcaces para comer los granos de maíz qué quedaban diseminados por el suelo.
A lo lejos, con los cerros del Espartal en el horizonte, una gran rapaz planeaba por encima del maizal. Se trataba de un busardo ratonero. Poco después le tocó el turno a un cernícalo vulgar qué se posó en una torreta eléctrica.
Tras un trayecto largo y agotador, producido por el calor reinante aquella tarde, llegué a la entrada del camino a la depuradora. La pista de tierra cruzaba la Real Acequia del Jarama, y aproveché una pequeña banda de vegetación de ribera para descansar debajo de la copa de un fresno. Al llegar a la orilla del canal, asusté a una garza real, qué estaba pescando en él.

(La Real Acequia del Jarama data del siglo XVI).

La cantidad de mosquitos qué congregaba el canal, era un foco de atracción para las especies qué se alimentan de estos, y así todavía se veían planear sobre él, golondrinas comunes y aviones zapadores, qué aún aguantaban antes de emigrar al Sur.
Las lavanderas blancas hacían equilibrio como podían para bajar por las paredes del canal para poder aplacar su sed.
Al llegar a la bifurcación de dos caminos tuve qué tirar de GPS para no desviarme de mi destino, dado que había zonas donde el maizal estaba muy alto.
Había pequeñas explotaciones agrícolas, y las zonas de barbecho eran aprovechadas por lavanderas boyeras para rebuscar algo de alimento para echarse al pico.
Al fondo del camino se veían los cerros yesíferos de la orilla del río Jarama, y sobre ellos pasaron los primeros bandos de garcillas bueyeras.
Me comenzaba a impacientar porque no veía ninguna laguna, y no sabía si había tomado el camino correcto, pero el vuelo de un aguilucho lagunero occidental ya delataba de qué no andaba muy lejos de estas.
Unos metros más adelante apareció la explotación ganadera de reses bravas qué me indicaba el mapa, y qué se encontraba muy cerca de las lagunas. Las charcas para qué abrevaran el ganado eran aprovechadas por las lavanderas boyeras y blancas, garcillas bueyeras y entre ellas, un andarríos chico.
Encima de las vallas, subían y bajan nerviosamente varios ejemplares de bonitas tarabillas norteñas. Les dediqué un buen rato a fotografiarlas.

(Tarabilla norteña, saxicola rubetra).

Seguí avanzando y en unos minutos ya se veía un enorme carrizal, y cuál fue mi sorpresa, qué en medio de la laguna había tres ejemplares jóvenes de flamenco común. La satisfacción no podía ser mayor, ya qué era mi segundo avistamiento en la Comunidad de Madrid, después del qué vi en el Soto de las Cuevas hace 2 años en compañía de unos amigos.

(Flamenco común, phoenicopterus roseus).

Las lagunas eran de lo más interesantes, tenían bastante agua para la época del año en la que estábamos y junto a los flamencos nadaban otras especies como fochas comunes, gallinetas y zampullines comunes.
Seguí bordeando la laguna mayor y en un recodo pude ver la gran concentración de acuáticas qué había en ella. La enorme cantidad de fochas comunes se mezclaban con gran número de ánades reales, ánades frisos, y cucharas europeos.

(Fochas comunes, fulica atra y ánades frisos, anas strepera).

Tomé un camino qué se desviaba hacia la izquierda y qué llevaba a un gran caserío. Junto a este camino había otras lagunas de menor entidad. La primera apenas ya tenía agua, llena de lodo y algas, sin apenas especies. La siguiente tenía una buena lámina de agua y una buena cobertura de carrizo en la que se escondían algunas fochas comunes.
La laguna de mayor tamaño me quedaba ahora a mi izquierda, y cada vez su carrizo se hacía más denso. Con mucha paciencia pude ver un calamón común qué se camuflaba muy bien.

(Lagunas de Soto Gutiérrez).

A lo lejos en el prado de las reses bravas, varios ejemplares de cigüeña blanca se aglomeraban cerca de las reses bravas para comer los insectos qué iban levantando según iban caminando.
Decidí volver a echar el último vistazo a los flamencos antes de comenzar el camino de vuelta al tren. En unos cardos cercanos unos hermosos jilgueros con una habilidad pasmosa, sacaban las deliciosas semillas de cardo con sus cortos picos.
Antes de abandonar la laguna decidí echar un vistazo a un pozo de una acequia cercana por si veía algún anfibio interesante para la lista.
En medio de la acequia un gran ejemplar de culebra viperina salió reptando a toda velocidad al detectar mi presencia.
Al asomarme al pozo observé los intentos desesperados de dos culebras viperinas por intentar salir de aquella trampa artificial. Las paredes del pozo eran completamente lisas y las pobres culebras eran incapaces de salir por sus propios medios. Así qué a modo de operación de rescate al estilo de Félix Rodríguez de la Fuente, me dispuse a sacarlas de aquella celda de piedra y agua. Cogí el palo más largo qué encontré y a modo de pesca de la anguila me tiré varios interminables minutos hasta qué las pude sacar.
Las trasladé a la laguna cercana, y una de ellas se despidió de mí haciendo la típica falsa imitación de víbora, levantando el cuello con movimientos intimidatorios.

(Culebra viperina, natrix maura).

Tras verlas como nadaban a toda velocidad por la laguna y se perdían en lo más profundo del carrizo, decidí seguir aquella acequia a ver si veía algún anfibio o reptil más.
Me paré un momento en el maizal de la acequia porque oí el canto de unas aves qué me resultaban familiares, y qué ya había oído en una excursión a los arrozales de las Vegas del Guadiana. Intuí qué se trataban de bengalíes rojos, pero sus cantos los oía muy lejanos. Decidí hacer una espera, y en pocos minutos dio sus resultados, ya qué uno de ellos se posó encima de la acequia.
Al volver a pasar por la zona del ganado bravo volví a probar suerte en las lagunas qué se usaban como abrevadero, y allí anoté la penúltima especie de la lista. Un gran bando de avefrías europeas.
Con las agujetas ya reclamando su presencia decidí intentar hacer el camino de vuelta de un tirón y no parar hasta la entrada a la finca del Espartal. Allí después de un camino de vuelta extenuante, decidí parar debajo de una sombra y reponer los líquidos perdidos. En un cercano poste eléctrico había posado un alcaudón real qué cerraba la lista de esta ruta tan interesante.
¡A qué esperáis para echar en la mochila los prismáticos y la cámara de fotos y disfrutar de una ruta tan interesante como esta!.
¡Felices avistamientos!.
© Rafita Almenilla.
Como punto y final, añado la lista de especies vistas durante la ruta.
FAUNA DEL SOTO GUTIERREZ
AVES
REPTILES
MAMIFEROS
Aguilucho lagunero occidental
Culebra viperina
Conejo
Alcaudón real
Lagartija ibérica
Ánade friso
Ánade real
Andarríos chico
Avefría europea
Avión zapador
Bengalí rojo
Busardo ratonero
Calamón
Cernícalo vulgar
Cigüeña blanca
Cogujada común
Cuchara europeo
Estornino negro
Flamenco común
Focha común
Gallineta
Garcilla bueyera
Garza real
Golondrina común
Gorrión común
Lavandera blanca
Lavandera boyera
Paloma torcaz
Papamoscas cerrojillo
Tarabilla norteña
Tórtola turca
Zampullín común






viernes, 11 de septiembre de 2015

RUTA POR SAN MARTÍN DE LA VEGA

RUTA POR SAN MARTIN DE LA VEGA. LOS ALBARDALES.
Los Albardales. El oasis artificial.
Una de las actividades humanas qué más transforma el medio natural, y los ecosistemas, es sin duda la agricultura.
A partir de la década de los 50 y 60 en España comienza un proceso implacable de desecación de importantísimos humedales, tanto de interior como costeros. Todo ello encaminado a convertir estas supuestas “áreas insalubres” en grandes extensiones de regadíos como arrozales o maizales, o de productos hortofrutícolas. Ejemplos de esta espectacular transformación lo tenemos en los casos tan tristemente famosos como la desecación de la Laguna de la Janda (Cádiz), o la alteración hidrológica del Acuífero 23 en Ciudad Real.
Paradójicamente a toda esta intensa transformación, se crean nuevos humedales artificiales, cuando se inundan grandes extensiones de arrozales y maizales. Los arrozales del Delta del Ebro, la Albufera de Valencia, o los de las Vegas Altas del Guadiana, constituyen buenas zonas de invernada para multitud de especies de aves.
El caso paradigmático qué nos ocupa, son los Albardales. Este pequeño humedal artificial constituye uno de los mejores carrizales de toda la Comunidad de Madrid. Se encuentran situados cerca del núcleo urbano del pueblo de San Martín de la Vega, en la vega baja del río Jarama, e incluído dentro del Parque Regional del Sureste.
Constituye un espeso carrizal rodeado de grandes masas de maizales, con vegetación compuesta por carrizo, espadaña, tarays y algún pino carrasco.
(Los Albardales, San Martín de la Vega).

Durante los meses de Junio a Octubre, el cupo sobrante de agua de los maizales lo recoge el humedal, y estas aguas se unen a un acuífero qué hay por debajo de él.
El atractivo para los ornitólogos, es qué es uno de los escasos lugares de la Comunidad de Madrid para poder ver limícolas en cantidad, y en número de especies. Es una buena zona de descanso para las aves en su migración post-nupcial, y a esto se une qué se convierte en un pequeño oasis artificial, como foco de atracción, en un entorno tan seco como son los cerros yesíferos del Parque del Sureste.
A finales de Agosto y principios de Septiembre, durante el paso post-nupcial, se puede observar al carricerín cejudo, el ave más amenazada de Europa, lo que demuestra la importancia que tiene este humedal como área de descanso para las aves migratorias.
A las migratorias, se unen las estivales y las residentes. Así dependiendo de la época del año en qué visitemos el espacio podremos observar especies tan interesantes como morito, pechiazul, agachadiza chica, combatiente, chorlitejo chico, carricero común, etc.
Este humedal es de tal importancia qué el Ayuntamiento de San Martín de la Vega lo protegió con la figura de Reserva Ornitológica, y actualmente está gestionado por la Sociedad Española de Ornitología.
A pesar de estar protegido sobre el papel, sufre numerosas amenazas qué a futuro pueden comprometer su protección. Uso de pesticidas en los campos cercanos, vertidos incontrolados, escombreras e incendios son los problemas más acuciantes qué amenazan este espacio tan privilegiado. En él se suelen producir cíclicos incendios. Algunos agricultores queman grandes extensiones de carrizo como medida de lucha contra insectos y roedores, lo puede provocar una alta mortandad de aves, y les priva de sus zonas de refugio. Prueba de esta práctica criticable y tan poco selectiva, fue el gran incendio qué se produjo en 1997 y qué arrasó la friolera de 20.000 m2 del espacio.
Medidas de conservación como eliminación de puntos negros de escombreras, el mantenimiento de una lámina de agua permanente todo el año, repoblación de zonas aledañas a los caminos agrícolas, o evitar los incendios intencionados del carrizo, pueden hacer qué este pequeño espacio sea uno de los humedales más importantes del Sur de Madrid.
Accesos a los Albardales.
-En coche. Coger la A-4 hasta la salida 22, y luego tomar la M-506 hasta la rotonda del Parque Tierno Galván. También la A-4 salida 9, y luego la M-301, hasta la misma rotonda. 40 minutos aproximadamente desde Madrid capital.
-En autobús. Línea 412 Madrid (Villaverde Bajo Cruce)-San Martín de la Vega). Bajarse en plaza Miguel de Unamuno. Desde allí cogemos la Avenida de los Abogados de Atocha hasta la rotonda de la antigua estación de cercanías. 45 minutos desde Madrid.
Línea 413 Pinto (FF.CC)-San Martín de la Vega. 30 minutos desde la estación de cercanías de Pinto. Luego el mismo recorrido andando desde la plaza Miguel de Unamuno.
-En bici. Existe un carril bici qué sale desde el Barrio de los Rosales en Villaverde y llega hasta la entrada del mismo pueblo. 2 horas y 15 minutos desde Madrid.
La ruta propuesta es una ruta circular por los Albardales con principio y fin en la parada del autobús a Madrid. Es de dificultad baja y tiene una duración aproximada de 3 horas.

(Ruta circular de 3 horas de duración por los Albardales).

Este es el relato de un salida qué realicé a principios del mes de Septiembre de 2015, a finales de verano.
Animado por la buena experiencia del año pasado en la que fue mi primera visita a los Albardales, con buenos avistamientos de limícolas, y con una cita reciente de morito el fin de semana anterior, decidí acercarme una tarde a probar suerte.
Desde la parada del autobús a la entrada a los Albardales hay unos 30 minutos de caminata así qué me entretuve viendo la arquitectura tradicional del pueblo. Aún hoy día, en el, quedan casas de campo con sus patios para los aperos de labranza, y en muchos garajes hay gente que vende sus productos de huerta. San Martín es quizás junto con Ciempozuelos, uno de los pocos pueblos del Parque Regional del Sureste, qué han sabido conservar mejor, buena parte de su primitivo patrimonio arquitectónico.
A las afueras del pueblo, llegué al carril bici, que era flanqueado en su margen izquierda por un inmenso maizal. Allí en sus hojas, se agolpaba un buen bando de gorriones comunes, la primera especie de la lista. A la derecha del camino en unas antenas muy altas, había dos cigüeñas blancas, de esas qué se quedan con nosotros a pasar el invierno. Entre la inmensa mole de ramas qué formaban su colosal nido, criaban algunos estorninos negros.
En un claro del maizal decidí echar un vistazo y asusté a un pequeño grupo de tórtolas turcas.
El día estaba muy encapotado, típico día de tormenta de finales del verano. En lo alto de las nubes volaban golondrinas comunes qué hacían bonitos picados a ras del suelo para poderse llevar algún incauto mosquito al pico.
En pocos minutos llegué a la estación abandonada de cercanías. Ejemplo esclarecedor del impacto de la crisis, y de la qué ahora la naturaleza se había hecho dueña de semejante mole abandonada. Su techo era aprovechado como posadero para palomas torcaces y tórtolas turcas. Por sus andenes abandonados, a modo de película apocalíptica, eran ocupados por traviesos conejos y gazapillos.
Por mi izquierda apareció una sombra qué iba a toda velocidad a posarse sobre una antena de la estación. Cuando se posó, pude comprobar qué se trataba de un alcaudón meridional.
Aunque había parado de chispear, las nubes qué venían del Sureste eran muy compactas, y al fijarme en ellas, apareció un enorme bando de jilgueros qué sin duda huían del pequeño aguacero qué me recibió al bajarme del autobús.
Justo a la entrada a la rotonda del Parque Tierno Galván vi un pequeño arroyo qué era el desagüe del canal de riego. Allí  había una pequeña congregación de ánades reales y ya se comenzaban a ver las primeras limícolas. Tras estos apareció primero un andarríos grande y luego un andarríos chico lo qué me permitió poder apreciar las diferencias entre ambas especies. Delante de todas ellas había un limícola qué hacía graciosos equilibrios con una pata. Me costó mucho identificarla, pues no se daba la vuelta y no la veía de frente. Tras varios minutos de paciencia, y con la guía en la mano pude comprobar qué se trataba de un andarríos bastardo. Poco después hizo acto de aparición una juguetona lavandera boyera.

(Ánades reales, anas platyrhynchos).

Tomé la pista agrícola qué cruzaba el inmenso maizal, y a mi izquierda había una alberca por donde pasaba un pequeño canal. Aproveché para subirme a ella y poder tener mejor campo de visión. Al fondo del canal había cuatro fochas comunes nadando en busca de comida, y junto a ellas una lavandera blanca.
A pocos metros del canal el carrizo estaba muy alto, lo que me indicaba qué estaba a la entrada de los Albardales.

(El sobrante del riego de los maizales hace qué se inunden los Albardales).

Me quedé a observar con los prismáticos entre una pequeña apertura qué había en el carrizo y comencé a apuntar nuevas especies para la lista. Primero apareció un macho de cuchara europeo en eclipse. Nadando en grupo, mezcla de fochas comunes y gallinetas comunes. En un prado encharcado, muy camufladas, dos cigüeñuelas barrían con su pico el fango en busca de invertebrados. Tras ellas, un imponente ejemplar de garza imperial.

(Garza imperial, ardea purpurea).

Vuelvo a la pista agrícola, y tras unos metros el carrizo desaparece y se ve en toda su extensión la lámina de agua. Dos zampullines chicos se lanzan a bucear al unísono ante mi presencia. Me detengo a ver dos garzas imperiales qué estiran sus majestuosos cuellos para detectar mi presencia. En ese instante veo una gran figura negra con un cuello muy largo, y me pongo a alerta. Tras unos expectantes minutos llega la sorpresa del día. ¡Dos moritos!. Mi primer avistamiento de este especie para Madrid. Sin hacer mucho ruido y alejándome todo lo que pude del camino pude deleitarme un buen rato con su presencia, y sacarles unas cuantas fotos.

(Morito, plegadis falcinellus).

Tras un buen rato observándolos con los prismáticos decidí marcharme para no molestarles y continué mi camino por la pista agrícola hasta un pequeño camino qué torcía a la izquierda y bordeaba el carrizal. Un poco antes, dos cigüeñas blancas se posaron en la laguna procedentes de los nidos cercanos de las antenas del pueblo.

(Cigüeñas blancas, ciconia ciconia).

A lo lejos se veían los imponentes cantiles yesíferos del río Jarama. Me paré en una zona de barbecho qué había entre el maizal. Primero pude ver unas urracas qué buscaban comida en el suelo. Al fondo se posó una cogujada común. Y encima de una boca de riego se posó un ave qué al principio no distinguía con luz. Tras un poco de paciencia, la segunda sorpresa del día. ¡Una tarabilla norteña!. Especie qué por estas fechas se ve en migración post-nupcial en muchos lugares de Madrid.

(Cerros yesíferos del río Jarama en el Parque Regional del Sureste).

Cogí el camino qué llevaría a la otra orilla del carrizal. En lo alto patrullaba un bonito aguilucho lagunero qué hizo levantar el vuelo a unos asustados ánades reales.
La vereda qué acaba en la pista agrícola opuesta, estaba invadida por un espeso carrizal. Cruzarlo se hizo muy tortuoso, tanto qué eché en falta un machete a modo de los expedicionarios del Amazonas. Tras unos angustiosos minutos, salí de aquella maraña, y en lo alto de las nubes apareció un milano negro. Seguramente alguno de los rezagados, porque dos semanas antes me había hartado de ver cientos y miles cruzando el Estrecho de Gibraltar en Tarifa.
Avanzando por la pista agrícola llegué a un gran barbecho en medio del maizal, y me metí en él para ver si veía algo interesante. A lo lejos se veían los imponentes cerros yesiferos de la Marañosa. Junto a ellos, y modo de postal apareció una bandada de avefrías.

(Pista agrícola en los Albardales).

Poco a poco iba ganando altura y tenía a mis pies la laguna, pero sólo veía la parte seca, ya que la inundada la rodeaba una gran masa de carrizo.
En un carrizo junto a un gran pino carrasco aparecieron unos juveniles de pájaro moscón y poco después el macho con su famoso antifaz negro.
Pequeños grupos de aviones zapadores sobrevolaban la laguna cazando a vuelo un buen puñado de molestos mosquitos, cosa que agradecía.
En lo alto de un gran árbol seco se posaron tres bonitos ejemplares de verderones comunes.
Antes de llegar al punto de partido, donde hay una abertura en el carrizal donde se tiene buena visión, un zarcero común me puso alerta con su melodioso canto.
Volví a echar un vistazo a la laguna pero sin ninguna especie nueva a sumar a la lista. Decidí retomar el camino de vuelta para coger el autobús, y como punto final pasaron sobre mi cabeza una buena formación de garcillas bueyeras camino de sus dormideros a orillas del río Jarama.
¡A qué esperáis para calzaros las botas, y preparar vuestros prismáticos y cámara, y disfrutar de este lugar tan interesante!.
¡Felices avistamientos!.
© Rafita Almenilla.
Para concluir adjunto lista de especies avistadas durante la ruta.

FAUNA DE LOS ALBARDALES
AVES
MAMIFEROS
Aguilucho lagunero occidental
Conejo
Alcaudón meridional
Ánade real
Andarríos bastardo
Andarríos chico
Andarríos grande
Avefría
Avión zapador
Cigüeñuela
Cigüeña blanca
Cogujada común
Cuchara europeo
Estornino negro
Focha común
Gallineta
Garcilla bueyera
Garza imperial
Golondrina común
Gorrión común
Jilguero
Lavandera blanca
Lavandera boyera
Milano negro
Morito
Paloma torcaz
Tarabilla norteña
Tórtola turca
Urraca
Verderón común
Zampullín chico
Zarcero común