domingo, 30 de diciembre de 2018

RUTA POR FUENLABRADA


Parque de Loranca.. El lago oasis de Fuenlabrada.

El sur metropolitano madrileño cuenta con pocas zonas húmedas naturales, ideales para las aves.
El gran proceso urbanizador que se desarrolló desde la década de los 60 del siglo pasado, propició que muchos humedales naturales desaparecieran bajo autopistas, polígonos industriales, vertederos, o al ser desecados para convertirlos en zonas de cultivo.
Si exceptuamos los humedales del Parque Regional del Sureste, en el resto del sur metropolitano apenas encontramos parte del gran rosario de humedales que conformaban esta zona de la periferia de la capital.
Algunos de ellos han desaparecido como la antigua laguna de Parla, y otros se encuentran en un estado de conservación muy precario, como los Estragales en Pinto, o las lagunas de Perales del Río en Getafe.
Algunos han tenido la suerte de acabar incluidos en parques periurbanos como las lagunas de Maripascuala en el Parque de Polvoranca, o la del Arroyo Butarque, ambas en Leganés.
Otros humedales artificiales han sido creados en fechas recientes, como zonas de ocio y esparcimiento para ciudades populosas del sur madrileño.
Un ejemplo de ellos es el lago de Loranca, en el distrito de Loranca, perteneciente al municipio de Fuenlabrada.

(Lago de Loranca en Fuenlabrada).

El parque fue construido en la década de los 90 del siglo pasado.
Cuenta con 4.000 m2 de laguna, y 8.000 hectáreas de pradera.
Un gran pulmón verde dentro del distrito de Loranca, que cuenta con varios ecosistemas de flora presentes en la Comunidad de Madrid, como son el encinar, bosque de ribera, melojar, pinar, etc.

(En el Parque de Loranca hay una representación de distintos ecosistemas madrileños como este encinar).

La vegetación arbórea está compuesta por encinas, pinos, chopos, roble melojo, olmos, y sauces entre otros. En la zona de pradera encontramos una zona arbustiva compuesta por brezos, escaramujos, romero, retama amarilla, zarzamora, durillo o tomillo.

(Escaramujo. Rosa dumetorum).

Por último en la lámina de agua encontramos especies acuáticas como juncos, tamarindos y bambú.
Esta mezcla de vegetación, junto a la existencia de dos refugios de fauna, uno en una isla del lago, y otra en el bosque de ribera, hacen de este atractivo parque, un auténtico oasis urbano tanto para la avifauna, como para otras especies como conejos, gallipatos o lagartijas ibéricas.
La ruta propuesta es una ruta circular por el Parque de Loranca de1 hora y 30 minutos de duración y dificultad baja.

(Ruta circular de 1 hora y media de duración y dificultad baja por el Parque de Loranca).

Ficha técnica de la ruta.
-Tipo de ruta: circular.
-Punto de inicio y fin de ruta: estación de Loranca. Línea 12, Metrosur.
-Distancia: 2 kilómetros.
-Desnivel: punto más alto 678 metros. Punto más bajo 671 metros. La ruta apenas tiene desnivel.
-Duración: 1 hora y media de duración, con paradas para ver aves.
-Patrimonio natural: Parque de Loranca.
Accesos a Loranca.
-En coche. Coger la M-50 hasta la salida 56, y posteriormente la M-407.
26 minutos desde Madrid.
-En autobús. Línea 493 Madrid (Aluche)-Loranca. 25 minutos desde Madrid.
-En metro. Desde Madrid coger la línea de cercanías C-5 Madrid-Humanes, y bajarse en Fuenlabrada Central. Desde allí coger el Metrosur y bajar en la parada de Loranca. 1 hora y 15 minutos desde Madrid.
-En bicicleta. Desde la parada de Metrosur de Loranca.
Recomendaciones para la ruta.
-Es una ruta ideal para hacerla con niños.
-No dar de comer a las aves del lago.
-Dado que el parque está muy bien comunicado por transporte, es ideal llegar a él sin el coche.
-Evitar los fines de semana, si queremos ver las especies de aves más esquivas.
Este es el relato de una ruta que realicé a primeros de Noviembre de 2018.
La mañana no podía ser más propicia para observar aves.
Después de unos días de continuas lluvias, aquel Domingo de primeros de Noviembre se presentaba despejado, y con buena temperatura. El día idóneo para ver distintas especies de aves. Los días despejados después de varios días seguidos de lluvia, son ideales para la vista de aves, ya que están muy ansiosas para salir de sus refugios en busca de alimento.
Con esta guisa, me presenté en el barrio de Loranca, atraído por los buenos comentarios que había oído sobre las aves que se pueden contemplar en este pintoresco parque.
Salí de la estación de Metrosur de Loranca en dirección a la puerta del parque. El paseo es de apenas 5 minutos. En las zonas aledañas ajardinadas de la Calle de la Alegría comencé a apuntar las primeras especies de la lista. Varios gorriones comunes y una lavandera blanca.
La primera sorpresa vino de la mano de un juguetón chochín, que sería el preludio de las buenas observaciones que tendría a lo largo de la mañana.
A pocos metros de la entrada del parque había algunos carteles explicativos sobre el parque y su ruta botánica, que consiste en una representación de varios ecosistemas madrileños como la dehesa, el bosque de ribera, o el melojar.

(Cartel explicativo de la vegetación del Parque de Loranca).

Los primeros ánades reales comenzaron a hacer presencia en una pradera de césped, una especie que cuenta en el parque con una gran cantidad de individuos.
En un pequeño pinar cercano había una pareja de gansos del Nilo, pastando literalmente del césped.

(Ganso del Nilo. Alopochen aegyptiaca).

Y en los pequeños claros que había en la pradera, varias lavanderas blancas, picoteaban las calvas en busca de algún bichillo que echarse al buche.

(Lavandera blanca. Motacilla alba).

Comencé a bajar por un camino rodeado de encinas, y algunas retamas que a unos metros se uniría al borde del lago.
Las primeras palomas torcaces comenzaban a venir de las zonas urbanas a la zona del encinar.
Dejando atrás las encinas más pequeñas fruto de recientes repoblaciones, en los bordes del camino aparecían especímenes más robustos y longevos. Entre sus copas se escondían petirrojos europeos que pude sorprender por sus inconfundibles reclamos.

(Petirrojo europeo. Erithacus rubecula).

Las lluvias de pasados días habían convertido los caminos del parque en un pequeño barrizal, y una sucesión de charcos que eran aprovechados por las aves para bajar a beber. Primero le tocó el turno a un grupo de urracas, y poco después comenzaron a bajar unos cuantos mirlos comunes.

(Mirlo común. Turdus merula).

Pasé por debajo de un puente, y apareció la valla que delimitaba la lámina de agua del lago. Unas pocas gallinetas comunes se mezclaban con un enorme grupo de ánades reales.
Me estaba entreteniendo viendo una gran estatua de hierro de un águila cuando comencé a oír a lo lejos, el inconfundible trompeteo de las grullas comunes. Al principio fue un mero rumor. El ruido del mercadillo cercano me hizo dudar, pero tras reanudar el paseo el reclamo comenzó a hacerse más intenso. Y cuando alcé la vista al cielo, comenzaron a pasar varios bandos de estas espectaculares aves zancudas. 

(Grullas comunes. Grus grus).

Primero un pequeño bando de doce ejemplares, y al rato otros dos bandos que no me dio tiempo a contarlos. Un buen rato se dedicaron a describir vuelos en círculo por encima de los modernos edificios de Loranca. Un bonito espectáculo que tenemos el privilegio de disfrutar en los meses otoñales.
Después de deleitarme con el paso grullero, proseguí mi camino para empezar a rastrear la fauna del lago.
Las primeras gaviotas de la mañana se calentaban sobre la valla del lago. Inicialmente vi unas gaviotas reidoras, y en la otra punta del lago estaba posada una gran gaviota sombría.

(Gaviota reidora. Chroicocephalus ridibundus).

En el centro del lago han colocado una isla artificial, como zona restringida, ideal para el descanso de varias especies de aves.
En lo algo de unos sauces, había una pequeña concentración de cormoranes grandes.

(Cormoranes grandes. Phalacrocorax carbo).

Debajo de esta plataforma, y completamente quieta, había descansando una garza real.

(Garza real. Ardea cinerea).

En una zona de piedras de la plataforma, se movía nerviosamente una lavandera cascadeña.

(Lavandera cascadeña. Motacilla cinerea).

La mañana estaba siendo muy provechosa en especies, y aún me queda la mitad del lago por recorrer, así qué la lista de aquel día prometía un buen puñado de especies.
Comencé a atravesar una zona con matorrales mediterráneos ideal para pequeños pajarillos. Allí sorprendí a una pequeña lagartija ibérica tomando su ración de sol mañanera.
En los claros de la zona arbustiva, varios gorriones molineros estaban picoteando al suelo en una coordinación digna de un pase de ballet.
El camino hacía una pequeña vaguada, y en una zona umbría me paré a hacer una pequeña espera que reportó de recompensa tres especies nuevas para a la lista: verderón común, serín verdecillo y mosquitero común.
La otra orilla del lago estaba rodeada por otra zona arbustiva con frutos rojos, como escaramujos, ideal para que las aves se dieran un buen festín. Y no me equivoqué, pues poco después pude ver como los picogordos bajaban a por estos frutos, y también un zorzal charlo se vio tentado.

(Zorzal charlo. Turdus viscivorus).

Y por último le tocó el turno a unas elegantes currucas capirotadas
Volví al borde del lago para volver a ver la isla de los cormoranes. Les pillé en el momento justo en el que se estaban secando con la típica pose del Cristo en cruz.
Comencé a buscar el camino de la salida del parque, y en un momento me vi rodeado por infinidad de ánades reales. ¡Aquello parecía una invasión! ¡Hacía mucho que no veía tal concentración!

(Ánades reales. Anas platyrhynchos).

Desde una pequeña loma tenía una buena perspectiva del parque, con una estampa de árboles con un colorido otoñal de lo más agradecido para ser fotografiada.
En un pequeño claro decidí hacer otra espera. Al principio bajaron un par de pinzones vulgares.

(Pinzones vulgares. Fringilla coelebs).

Posteriormente bajaron nuevamente los picogordos qué aproveché para hacerles un pequeño reportaje fotográfico.

(Picogordo. Coccothraustes coccothraustes).

Siguiendo el camino, me volví a internar por otra zona de encinar. Allí había varias conejeras, y no tardaron mucho rato en aparecer unos cuantos conejos.

(Conejos. Orytolagus cuniculus).

Cuando ya me encontraba en la salida del parque, y echando un último vistazo al parque, apareció sobrevolando un cernícalo vulgar, que se perdió en lo más alto de los edificios que rodeaban el parque, y daba por finalizada esta jornada matinal pajarera, tan fructífera.
¡A qué estáis esperando para echaros al cuello los prismáticos y la cámara de fotos y disfrutar de este parque tan llamativo!
¡Felices avistamientos!
© Rapha Ac.
Concluyo el relato añadiendo la lista de especies avistadas durante la ruta.

FAUNA DEL PARQUE DE LORANCA
AVES
MAMÍFEROS
REPTILES
Ánade real
Conejo
Lagartija ibérica
Cernícalo vulgar
Chochín común
Cormorán grande
Curruca capirotada
Gallineta común
Ganso del Nilo
Gaviota reidora
Gaviota sombría
Gorrión común
Gorrión molinero
Grulla común
Lavandera blanca
Lavandera cascadeña
Mirlo común
Mosquitero común
Paloma torcaz
Petirrojo europeo
Picogordo
Pinzón vulgar
Serín verdecillo
Urraca
Verderón común
Zorzal charlo
Fuentes consultadas.
-Google maps, página del Ayuntamiento de Fuenlabrada.


martes, 25 de diciembre de 2018

RUTA POR QUIJORNA Y VILLANUEVA DE PERALES


Dehesas de Quijorna. La casa del elanio azul.

La similitud de las dehesas ibéricas, con las planicies de las sabanas africanas es patente. Encinas diseminadas por campos de cereal a modo de acacias en campos de gramíneas, transitadas por ungulados como ciervos o gamos, de la misma manera que pastan en el continente africano sus otros parientes herbívoros como gacelas, ñus o impalas.
Esta afinidad de paisajes ha sido aprovechada por una pequeña rapaz procedente de tierras africanas que ha hecho de las dehesas del suroeste madrileño su hábitat ideal. Se trata del elanio azul.

(Encinas diseminadas en campos de cereal, son el hábitat ideal para el elanio azul, como estas en el pueblo de Quijorna).

Allá por el lejano año de 1974 se estableció la primera pareja en Extremadura, y desde entonces, ha ido colonizando el oeste peninsular, trasladándose a la vertiente mediterránea.
Los alrededores del pueblo de Quijorna, enclavado en plena ZEPA 56 “Encinares del Alberche y río Cofio”, con pastizales y cultivos de cereal, salpicados de algunos ejemplares del encina, son su hábitat óptimo.
En este mosaico agrario-pastoril encuentra los recursos necesarios para su supervivencia. En los campos de cereales abate sus presas favoritas consistentes en micromamíferos como ratones morunos, ratones de campo, topillos y musarañas. Conviertiéndose en un gran aliado para los agricultores para mantener a raya las plagas.
También depreda sobre pequeños reptiles como lagartijas ibéricas y lagartijas colilargas.
En estos campos, donde a veces a horizontalidad sólo es rota por alguna pequeña loma, usa posaderos a modo de oteaderos para detectar sus presas.
Los podremos encontrar sobre la copa de una encina, alguna encina afectada por la seca, alguna torreta eléctrica, o algún poste telefónico.
La Cañada Real Segoviana nace en La Rioja, y atravesando 500 kilómetros del Este, y Centro peninsular termina en la zona meridional de Extremadura.

(Cañada Real Segoviana, a su paso por Quijorna).

En la Comunidad de Madrid entra por el Puerto de Somosierra y abandona la comunidad en el pueblo de Navalcarnero, conformando un gran corredor ecológico que une zonas de alto valor ecológico como la Sierra del Guadarrama y la ZEPA 56.
La ruta propuesta es un recorrido de unas 4 horas y media de duración y de dificultad alta entre los términos municipales de Quijorna y Villanueva de Perales. Recorreremos parte de la Cañada Real Segoviana Occidental, el Camino de Vinateros y el Camino de Villanueva de Perales a Quijorna. Todo ello por vías pecuarias, atravesando campos de cultivos, dehesas y cotos de caza mayor.

(Ruta lineal de 4 horas y media de duración y dificultad alta entre Quijorna y Villanueva de Perales).

Fichas técnica de la ruta.
-Tipo de ruta: lineal.
-Punto de inicio y final de ruta: Calle San Antonio 2 (Quijorna), Calle Carretas 27 (Villanueva de Perales).
-Distancia: 14 kilómetros.
-Desnivel: punto más bajo 546 metros. Punto más alto 598 metros.
-Dificultad: alta si la vamos a hacer a pie.
-Duración: 4 horas y media con paradas para ver aves.
-Patrimonio cultural: Iglesia San Juan Evangelista siglos XV-XVI (Quijorna). Búnkeres de la Guerra Civil en Quijorna. Despoblado de Perales de la Mina. Patrimonio de la trashumancia como abrevaderos a lo largo del camino.
-Patrimonio natural: ZEPA 56 “Encinares del Alberche y río Cofio”.
Accesos a Quijorna y Villanueva de Perales.
-A Quijorna.
En coche. Coger la M-45 y posteriormente la M-501. 35 minutos desde Madrid.
En autobús. Línea 581 Madrid Príncipe-Pío-Quijorna. 1 hora y media desde Madrid.
En bicicleta. Desde la estación de cercanías de Móstoles El Soto. 1 hora y 25 minutos.
-A Villanueva de Perales.
En coche.
Coger la M-45, luego la M-501 y al final la M-524. 40 minutos desde Madrid.
En autobús. Línea 531A Móstoles (Hospital Rey Juan Carlos)-Villamantilla. 55 minutos.
En bicicleta. Desde la estación de cercanías de Móstoles El Soto, 1 hora y 22 minutos.
Recomendaciones para la ruta.
-Evitar el verano para hacer la ruta.
-Llevar agua porque desde que salgamos de Quijorna no encontraremos fuentes hasta Villanueva de Perales.
-No salirse de los caminos y observar las aves desde ellos.
-Pasaremos por cotos de caza. Respetar las propiedades y evitar los días de montería.
-El despoblado de Perales de la Mina no se puede visitar al estar en el interior de una finca privada.
Este es el relato de una visita que realicé en Octubre de 2018.
Mañana muy fresca de Otoño. El autobús de periferia me dejó en pleno centro de Quijorna aún con los primeras luces del día.
Seguíamos con la tendencia de escasas precipitaciones para el comienzo del Otoño, que afortunadamente semanas después se rompería.
Desde la calle de San Antonio fue callejando buscando las afueras del pueblo cerca de la Plaza de San Isidro, donde había unos carteles informativos sobre la trashumancia.
Gorriones comunes, urracas, y mirlos comunes me acompañaron en mi trayecto hasta el comienzo de la vía pecuaria.
Abandoné poco a poco las últimas edificaciones del pueblo para comenzar a transitar por la cañada real. Junto a ella, en un algarrobo, se arremolinaban un pequeño grupo de serines verdecillos.

(Serines verdecillos. Serinus serinus).

En una pequeña vaguada había un atractivo abrevadero, testigo del pasado trashumante de este pintoresco pueblo.
La pista de tierra transitaba entre grandes formaciones de retamas de bolas, y poco a poco iba ascendiendo por una loma.

(Cañada Real Segoviana en Quijorna).

Según se iba calentando la mañana, comenzaban a aparecer las primeras aves más tempraneras. Un pequeño bando de palomas torcaces se dirigieron a la zona del cultivo.
Hacia el Oeste se divisaba una bonita perspectiva del Sistema Central, con el Pico Almenara al fondo. Un paisaje alomado con sucesión de pastizales, zonas de cultivos y dehesas, el hábitat ideal del elanio azul, el objetivo de aquella ruta.

(Las dehesas de Quijorna son un paraíso ornitológico).

Cuando el sol salió por completo, y pude calentarme un poco en aquella mañana gélida otoñal, comencé a rastrear con los prismáticos, todas las encinas dispersas en aquel mar de cereal en busca de la escurridiza rapaz.
A lo lejos vi como una silueta negra hacía picados, lo que me puso en alerta. Tras cerciorarme muy bien, me llevé la desilusión de comprobar que se trataba de un cernícalo vulgar.
Tras un buen trayecto de ascenso, el camino presentaba una gran bajada, que acaba en un pequeño valle cruzado por un arroyo. Allí había unas interesantes formaciones de arbustos como zarzarmoras, y escaramujos.
Me detuve un buen rato, pues era un lugar ideal para pequeños pajarillos, y con paciencia pude fotografiar un macho de tarabilla europea.

(Tarabilla europea. Saxicola rubicola).

De nuevo el camino presentaba una gran rampa, y mientras la subía se me cruzaron los primeros conejos de la mañana.

(Conejo. Oryctolagus cuniculus).

En lo alto del camino, a mi derecha, comencé a oír el famoso reclamo de la perdiz roja. Al principio no las veía, porque se ocultaban muy bien en una zona de barbecho, pero después de mucha paciencia, conseguí fotografiarlas.

(Perdiz roja. Alectoris rufa).

Prosiguiendo con el camino, vi a lo lejos posado en una encina una rapaz. Era muy grande para tratarse de un elanio, pero al estar tan lejos no la identificaba. Cuando se dejó ver un poco pude comprobar que era un busardo ratonero.

(Busardo ratonero. Buteo buteo).

Poco a poco, el paisaje de retamas iba dando paso a un dehesa, y antes de penetrar en ella, me salió una escurridiza liebre ibérica.
Poco después la dehesa comenzaba a cerrarse más y más, hasta prácticamente conformar un bosque.

(Dehesas en Quijorna).

En un cercado cinegético algo llamó mi atención. Me fijé en el tronco de una encina de gran porte que tenía algo extraño. Era como una especie de pala pegada al tronco. A simple vista no era capaz de saber de qué se trataba.
Cuando ajuste los prismáticos me llevé una buena sorpresa al comprobar que se trataba de un gamo que me estaba contemplando con cara de curiosidad.
Allí estaba completamente absorto ante mi presencia, prácticamente sin pestañear. Aproveche su tranquilidad para hacerle unas cuantas fotos, hasta que decidió que ya le había robado mucho protagonismo, y de un salto, desapareció en lo profundo de la dehesa.

(Gamo. Dama dama).

Proseguí mi camino por la cañada, que en algunos tramos tenía una buena capa de tierra que dificultaba la caminata.
En la zona de la derecha del camino, la dehesa se abría un poco lo que me permitió rastrear un poco la otra parte del coto de caza.
En lo alto de una copa de una encina estaba posada una corneja negra.

(Corneja negra. Corvus corone).

Se respiraba mucha tranquilidad y sosiego dentro de la dehesa. La ausencia de ruidos urbanos permitía que me pudiese centrar en los reclamos de pequeños pajarillos, y gracias a esta tranquilidad pude observar gracias a su canto a varios pinzones vulgares. A continuación le tocó el turno a un papamoscas cerrojillo que todavía en el mes de Octubre seguían con su paso postnupcial hacia tierras africanas.
Llegué cruce del camino al despoblado de Perales de la Mina, pero mi decepción fue mayúscula al ver que había una gran valla metálica que me impedía el acceso. Con el mar sabor de boca que llevaba, no me di cuenta que a escasos metros tenía una alondra totovía paseando por el camino.

(Alondra totovía. Lullula arborea).

El camino volvía a bajar hasta llegar al cruce con el Arroyo Palomero. En esta zona de umbría había un pequeño bosque de galería. El arroyo estaba completamente seco debido al estío, y pude cruzarlo sin problemas.
Comencé a oír como gruñía un jabalí. Me llevé un buen susto porque lo oía muy cerca. Seguí oyendo sus gruñidos pero no lo veía con tanta vegetación.
Cuando salí del arroyo, vi a mi izquierda una valla cinegética, que era desde donde salían sus bufidos. Por lo menos iría tranquilo por el camino, aunque con estos ungulados nunca se sabe, ya que con la fuerza que tienen bien podía haber tirado la valla.
Cuando gané altura con el camino, a mi derecha volvía a tener una bonita postal del Sistema Central y de las dehesas del suroeste madrileño.
La cañada real ya era una gran pista, y estaba flanqueada por varios búnkeres de la Guerra Civil, en buen estado de conservación.

(Búnker de la Guerra Civil en Quijorna).

Dejé las dehesas de Quijorna con el sin sabor de boca de haber podido ver el elanio azul.
Crucé la famosa M-501  y tuve que transitar un pequeño tramo de carretera para volver a coger otra vía pecuaria que me llevaría hasta Villanueva de Perales.
Otra formación de dehesas me recibía, y sobre ellas planeaba un milano real.

(Milano real. Milvus milvus).

Pasado el mediodía el sol apretaba ya con fuerza, y decidí acelerar el paso para llegar cuanto antes a Villanueva de Perales.
La vía pecuaria serpenteaba por formaciones de encina en buen estado de conservación. En aquel instante tenía en el horizonte la nítida imagen del Alto del Mirlo, la primera formación montañosa de la Sierra de Gredos. Y cuando me deleitaba con su inconfundible silueta, comenzaron aparecer planeando un buen puñado de buitres leonados, que aprovechaban las corrientes térmicas para volar sin apenas esfuerzo.
Atravesé un camino que llevaba a una finca privada, y cuando subí un buen terraplén, ya veía las primeras casas de Villanueva de Perales.
Tras cruzar la M-524, llegué a un pequeño cordel con señalización de vía pecuaria, donde habían unos paneles explicativos sobre la trashumancia.
El cordel pegado a la carretera, estaba acondicionado a modo de paseo peatonal, y cruzaba la carretera para acabar pegado a una granja escuela.

(Cordel de la Segoviana a su paso por Villanueva de Perales).

Entre unas adelfas que adornaban el camino observé a varios juguetones jilgueros europeos.
Más adelante, en las cercanías del campo de fútbol, en una zona ajardinada le tocó el turno a varios vistosos pardillos comunes.
Crucé la rotonda en dirección a Sevilla la Nueva, y en pocos metros encontré la parada de autobús que me llevaría a de vuelta a Móstoles.
Desde allí, se tenía una magnífica prespectiva de la vertiente sur del Sistema Central. Y mientras me deleitaba con este bonito paisajes pasaron sobre mi cabeza dos golondrinas dáuricas, que cerraban la lista de esta ruta tan interesante.

(Vistas del Sistema Central desde Villanueva de Perales).

¡A qué esperáis para calzaros las botas, y preparar los prismáticos para disfrutar de este espacio natural tan interesante!
¡Felices avistamientos!
© Rapha Ac.
Termino el relato con la lista de especies vistas durante la ruta.

FAUNA DE QUIJORNA Y VILLANUEVA DE PERALES
AVES
MAMÍFEROS
Alondra totovía
Busardo ratonero
Conejo
Buitre leonado
Gamo
Cernícalo vulgar
Liebre ibérica
Corneja negra
Golondrina dáurica
Gorrión común
Jilguero europeo
Milano real
Mirlo común
Paloma torcaz
Papamoscas cerrojillo
Pardillo común
Perdiz roja
Pinzón vulgar
Serín verdecillo
Tarabilla europea
Urraca
Fuentes consultadas:
-Google maps, Wikipedia y página de la Sociedad Española de Ornitología.