RUTA POR EL ENCINAR DE BOADILLA Y ARROYO DE LA FRESNEDA
(BOADILLA DEL MONTE)
Ruta por el Monte de Boadilla
y Arroyo de la Fresneda. Dehesas y rebaños. El bosque domado.
El Parque Regional del Guadarrama
se extiende al Oeste de la ciudad de Madrid, a lo largo de 22.000 hectáreas
aproximadamente, desde el municipio de Galapagar hasta el de Batres, ya
limitando con tierras toledanas.
Vertebrado por el cauce del
Guadarrama, se incluye también parte del río Aulencia, uno de sus afluentes.
Este espacio natural está sometido
a una gran presión urbanística, en la qué algunas urbanizaciones llegan incluso
al mismo cauce el Guadarrama. A pesar de ello, encontramos en él una gran
variedad de ecosistemas muy provechosos para la fauna ornitológica. Podemos encontrar bosques de ribera,
encinares, plantaciones de pinos, pastizales, zonas de cultivos o embalses.
Algunos ejemplos de espacios singulares son los encinares y pinares de la Presa
del Gasco, los sotos de ribera del río Aulencia o el encinar de Batres.
Esta variedad de paisajes unido a
qué el espacio se encuentra en la influencia de la ZEPA “Encinares del Alberche
y río Cofio”, de la ZEPA “Monte del Pardo” y del Parque Regional de la Cuenca
Alta de Manzanares, hace qué la variedad en aves sea muy enriquecedora, con algunas
especies en peligro de extinción. Prueba de ello son las 6 parejas de águila
imperial qué habitan actualmente dentro del parque.
Destacan la variedad de especies
rapaces como milano negro, milano real, búho real, culebrera europea, águila
imperial, azor, busardo ratonero, o águila calzada. Y otras no menos
interesantes como oropéndola, pico menor, rabilargo, abejaruco, martín pescador
o alcaraván.
Boadilla del Monte se encuentra
situada al suroeste de la ciudad de Madrid, en pleno Parque Regional del
Guadarrama.
Cuenta con dos espacios naturales
destacados para la observación de aves.
Uno de ellos es el monte de
Boadilla. Con unas 830
hectáreas aproximadamente, es un inmenso encinar de
titularidad pública, que corresponde a un antiguo encinar qué se extendía sin
límite de continuidad por la cara sur de la Sierra del Guadarrama a través del
Monte del Pardo, continuando por la Casa de Campo y acabando en las
inmediaciones del cauce del Guadarrama.
(Encinar del Monte de Boadilla).
El otro es el Arroyo de la Fresneda, un espacio natural y recreativo de 50 hectáreas donde
este arroyo qué desemboca en el Guadarrama, está flanqueado por dehesas de
encinas y fresnos, y en el qué se ha habilitado una senda botánica con carteles
informativos sobre la flora y fauna qué se puede observar en el lugar.
La ruta propuesta, es una ruta
circular por el Monte de Boadilla, visitando también el Arroyo de la Fresneda y
terminando en el Palacio del Infante de Don Luis del siglo XVIII.
Su duración es de 3 horas
aproximadamente y la dificultad es fácil.
(Ruta circular por el encinar de Boadilla del Monte y Arroyo de la Fresneda).
Acceso al Monte de Boadilla:
-En transporte público. Tomar la
línea de Metro Ligero Oeste en la estación de Colonia Jardín y bajarse en la
estación de Boadilla Centro. Se tarda unos 25 minutos aproximadamente. Desde la
Estación de Boadilla Centro, tomamos la carretera a Majadahonda (M-516) hasta
la entrada del monte qué está vallado. Unos 10 minutos más de trayecto.
En autobús hay 3 líneas: la 571 qué
sale de Aluche y tarda unos 35 minutos, la 573 qué sale desde Moncloa y tarda
unos 40 minutos, y la 574 desde Aluche también, en 35 minutos. En las tres hay
qué bajarse en la parada de Boadilla Centro.
-En coche. Coger la M-40, M-511,
M-50 y tras una rotonda buscar la M-516 carretera a Majadahonda. 25 minutos
aproximadamente.
-En bicicleta. Desde la estación de
Metro Ligero Oeste de Boadilla Centro. A unos 5 minutos de la entrada del Monte
de Boadilla.
Este es el relato de una ruta qué
realicé a finales del Mes de Mayo.
Era un magnífico día de primavera.
El cielo estaba muy nuboso, con amenaza de algún chubasco más que previsible.
Tras dejar el Metro Ligero y a escasos metros de la carretera a Majadahonda ya
se atisbaba el inmenso encinar del Monte de Boadilla. Antes de cruzar la verja,
unos carteles indicaban sobre un interesante proyecto en el qué se emplean rebaños de ovejas merinas, a modos de cortafuegos naturales, para sanear el
monte de la vegetación estival.
(Cartel informativo a la entrada del Monte de Boadilla).
Poco a poco fui alejándome de la
valla qué daba a la carretera a Majadahonda, para huir del ruido incesante de
los coches y poder anotar las primeras aves para el cuaderno de campo.
El recorrido era muy apetecible,
sin apenas gente, buena temperatura, y todo el cielo encapotado qué hacía qué
se pudiese caminar sin notar apenas el calor primaveral.
Tras un largo rato sin observar
ningún ave, en lo alto de las nubes apareció la silueta de una rapaz. Tras un
buen rato mirando con los prismáticos puede identificarla. Era un bonito
ejemplar de águila calzada.
Tras desaparecer en lo alto de los
pinos, bandadas de aviones comunes y vencejos comunes daban vuelos rasantes
persiguiendo a los numerosos mosquitos antes de qué descargara la tormenta qué
empezaba a formarse.
Hice una pequeña espera en un claro
de un encinar a ver si empezaban a levantar los paseriformes, pero me tuve qué
conformar con especies más cosmopolitas como palomas torcaces, urracas y
un nutrido grupo de estorninos negros.
Justo al momento de reiniciar la
marcha, un juguetón agateador común comenzó a trepar por el tronco de un pino de
gran porte. Acto seguido tomé una pequeña vereda qué me adentraba en un pinar,
donde volvería a parar en busca de pequeños pajarillos qué ya empezaban a
dejarse oír con sus melodiosos cantos.
Momentos después de qué las nubes
dieran una pequeña tregua, y se retirasen para dejar pasar la luz, una silueta
negra bajó en picado haciendo un par de vuelos acrobáticos. Un milano
negro comenzó a volar por zona del pinar en busca de conejos,
qué comenzaban a correr despavoridos ante la presencia de su sombra.
(Dentro del Monte de Boadilla también encontramos formaciones de pinar de repoblación).
Esto también puso en alerta a una bandada de grajillas, qué con sus graznidos
comenzaron a dar la voz de alarma.
Unos metros más adelante, y en un
claro donde la hierba estaba un poco alta, un aláudido llamó mi atención.
Levantaba la cabeza, y al instante, nerviosamente se ocultaba alertado por mi
presencia. Con paciencia le pude ver la “ceja característica” qué tiene la alondra
totovía.
Proseguí mi camino y me detuve a
ver un pinzón vulgar. Al instante una pequeña bandada de verdecillos
volaban asustados por el ruido qué parecía ser de cencerros.
En pocos minutos me encontré
rodeado por un gran rebaño de ovejas merinas. A lo lejos el pastor me hacía
indicaciones qué me apartara del camino, para qué no me molestase el polvo qué
levantaban tantas pezuñas juntas.
(Actualmente se permite el pastoreo con rebaños de ovejas merinas dentro del monte, para controlar los incendios forestales).
Tras el paso del rebaño me paré un
rato a hablar con el pastor. Cual fue mi sorpresa, cuando después de un rato de
conversación me comentó qué él era de Campanario de la comarca de la Serena, un
pueblo a 50 kilómetros
del mío.
Estuvimos un buen rato disfrutando
de una alegre conversación sobre la Serena, su fauna y la trashumancia. Me
explico qué había llegado a un acuerdo con la Comunidad de Madrid para qué su
rebaño pastase en el Monte de Boadilla para evitar los incendios.
Una gran iniciativa de prevención
de incendios y de crear biodiversidad, sin duda.
Tras despedirnos oportunamente cada
uno siguió su camino. Comencé a escuchar el canto del ruiseñor qué no pude ver,
y muy lejánamente el de la oropéndola. Con mucha paciencia a lo
lejos encima de un chopo seco pude verla, y deleitarme con su aflautado canto y
sus vistosos colores.
Cerca de la caseta de retenes
forestales, en un pinar una abubilla sin percatarse de mi
presencia, buscaba insectos debajo de las acículas del pino. En un instante advirtió el vuelo de otro milano negro y voló rauda y veloz a refugiarse en lo
más espeso del encinar.
Tras dejar la valla qué rodea el
encinar y cruzar la carretera a Pozuelo de Alarcón, llegué al pequeño puente de
madera qué cruza el Arroyo de la Fresneda.
Antes de realizar la senda botánica
me dirigí a un pequeño estanque artificial donde han construido un hidde, para
poder ver las aves qué acuden a los comederos artificiales.
En el estanque a modo ornamental,
tienen algunas especies de patos en plan domesticados. Se pueden ver una pareja
de patos
colorados, un porrón moñudo, y tres porrones europeos, así como varios ánades
reales.
(Hembra y macho de patos colorados en laguna artificial).
Tras el hidde esperé a que algunos
paseriformes bajaran a comer a los comederos. Por allí aparecieron carboneros
comunes, gorriones comunes y gorriones molineros.
(Cartel explicativo de la avifauna qué podemos encontrar en la senda del Arroyo de la Fresneda).
Cuando me disponía a dejar el hidde
apareció como una flecha un bello ejemplar de tarro canelo qué se
mostraba muy furioso, y comenzó a echar a los demás patos, adueñándose el sólo
del comedero artificial.
(Tarro canelo en laguna artificial).
El cielo comenzó a ponerse muy
oscuro y empezaban a oírse los primeros truenos. Entre las nubes algodonosas
dos buitres
leonados comenzaban a huir de las primeras gotas de lluvia.
Las necesidades fisiológicas
comenzaban a apremiarme y ante la urgencia decidí hacer pis detrás de un pino
con un gran tronco.
En ese preciso momento noté tras mi
espalda la presencia de una pelota inquieta de plumas. De reojo, pude comprobar
qué se trataba de un mochuelo común. La escena no podía
ser más cómica. Yo con una mano a mis menesteres, y con la otra tratando de
hacerle una foto. Mientras el intrépido mochuelo mirando aquella esperpéntica
pose. Es lo qué tiene la ornitología, qué en el momento menos esperado se te
aparece una especie qué se te resiste ver, o no lo observabas hacía mucho
tiempo. “Cuando menos lo esperas, salta el mochuelo”.
La tarde comenzó a ponerse muy fea y tras varios truenos comenzó a caer
una fina cortina de agua. Comencé a bajar por la orilla del arroyo y un pito
real se cruzó en mi
camino con destino a unas zarzas
para resguardarse de la lluvia. Tras este le tocó el turno a un mirlo
común.
Un pequeño grupo de golondrinas
comunes se posó en las ramas de un gran arbusto seco, esperando a que
amainara.
(Golondrinas comunes en el Arroyo de la Fresneda).
El mochuelo volvió a hacer acto de
presencia, para como un pequeño fantasmilla, desaparecer en un gran fresno.
La lluvia ya empezaba a caer con
fuerza y una paloma zurita buscó refugio en un gran fresno al qué yo también
decidí resguardarme.
Un pico picapinos sorteó
como pudo el gran aguacero y comenzó a escalar por el tronco de un pino.
Ya casi a la altura del Palacio del
Infante Don Luis, había un numeroso grupo de cigüeñas blancas en nidos
artificiales, qué comenzaron a proteger con sus inmensas alas a los sus
pequeños cigoñitos, contra la implacable lluvia.
Opté por esperar a qué escampara
junto al palacio y en ese momento un colirrojo tizón decidió acompañarme
hasta qué paró de llover, e hizo el cierre de última especie qué ví durante la
ruta.
¡A qué estáis esperando para coger
vuestro prismáticos y mochila y disfrutar de este espacio tan interesante!.
© Rafita Almenilla.
Como es habitual para terminar,
adjunto el listado de la fauna avistada en la ruta.
FAUNA DEL MONTE DE BOADILLA Y
ARROYO DE LA FRESNEDA
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AVES
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MAMÍFEROS
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Abubilla
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Conejo
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Agateador
común
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Águila
calzada
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Alondra
totovía
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Ánade
real
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Avión
común
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Buitre
leonado
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Carbonero
común
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Cigüeña
blanca
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Colirrojo
tizón
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Estornino
negro
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Golondrina
común
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Gorrión
común
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Gorrión
molinero
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Grajilla
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Mirlo
común
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Mochuelo
común
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Oropéndola
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