RUTA POR MORATA DE TAJUÑA Y PERALES DE
TAJUÑA
Vía Verde del
Tajuña. El Tren de Arganda, el qué pita más qué anda.
No hay manera más
placentera y ecológica de disfrutar un paisaje qué desde la ventanilla de un
tren. España cuenta con muchos trazados ferroviarios qué cruzan numerosos
espacios naturales. Con el paso del tiempo, muchas de estas instalaciones
ferroviarias han caído en desuso y muchos de ellos se han convertido en Vías
Verdes.
Las Vías Verdes son el
resultado de convertir en itinerarios ecoturísticos estos antiguos trazados. El
proyecto comenzó su andadura allá por el año 1993, con el apoyo del Ministerio
de Medio Ambiente, Adif, y la Fundación de Ferrocarriles Españoles.
Suelen ser recorridos
qué se pueden hacer en bicicleta, andando, con patines, silla de ruedas y
carritos de bebés. Están restringidos al tráfico rodado a excepción de
maquinaria agrícola de fincas cercanas y servicios sociales.
Ideales para hacer
actividades compatibles en el medio natural en ellas, como el cicloturismo, observación
de aves, o senderismo.
En Madrid contamos con
5 vías verdes: La del Embalse de Picadas, la del río Guadarrama, la de la
Gasolina dentro de la ciudad de Madrid, y la del Tajuña, con dos ramales, la
vía Verde de los 40 días, y una hacia Colmenar de Oreja y Chinchón.
La Vía Verde del Tajuña
es heredera del antiguo Tren del Tajuña qué partía desde el Barrio de O´Donnell
cerca del actual Hospital del Niño Jesús en Madrid, hasta el municipio de Alocén en Guadalajara.
Un antiguo tren qué
recorría todo el valle del Tajuña y era aprovechado para abastecer a Madrid de
productos de la magnífica huerta del Valle del Tajuña, y de productos tan genuinos
de esta zona sureste de Madrid como el anís de Chinchón, o el agua de Carabaña.
La vía verde cuenta con
47 kilómetros de longitud. Desde Arganda hasta Ambite. Posteriormente se amplió
hasta Mondéjar en Guadalajara, y a través de pista se puede llegar al Embalse
de Entrepeñas.
A su vez la vía verde
cuenta con dos ramales, uno que se desvía cerca de Perales de Tajuña para
continuar a Chinchón y Colmenar de Oreja, y la Vía Verde de los 40 días, qué
desde Carabaña se desvía para concluir en el pueblo fronterizo de Estremera, ya
casi en tierras castellano-manchegas.
La Vía Verde del Tajuña
transcurre por una porción del Parque Regional del Sureste, para luego coger
todo el Valle del Tajuña. Un recorrido de gran valor medioambiental,
etnográfico y cultural con lugares tan destacados como la Laguna de San Juan,
El Risco de las Cuevas, como zonas de
gran valor medioambiental, y otras como los escenarios de la Batalla del
Jarama, de gran valor histórico y cultural.
Para los aficionados
pajareros los atractivos naturales de la Vega del Tajuña son una sucesión de
gran variedad de ecosistemas, como pinares de repoblación, monte mediterráneo,
zonas de cantiles yesíferos, bosques de ribera, zonas de cultivo de regadío y
secano: olivar, vides y cereal, o zonas húmedas. Esta riqueza de paisajes se ve
reflejada en su diversidad de fauna. Podremos avistar especies de aves tan
interesantes como el halcón peregrino,
collalba negra, chova piquirroja, búho real, avión roquero, milanos
reales, águilas calzadas, busardos ratoneros, cogujadas comunes, petirrojos,
carboneros comunes… dependiendo de los distintos hábitats qué nos vayamos encontrando
en nuestro camino por la Vía Verde.
La fauna se completa
con otras especies como culebras bastardas, lagartos ocelados, conejos,
liebres, o zorros comunes, qué con mucha fortuna se nos pueden cruzar mientras
disfrutamos de un agradable paseo.
La ruta propuesta es
una parte de la vía verde, concretamente en tramo que discurre entre los
municipios de Morata de Tajuña y Perales de Tajuña. La ruta es lineal
comenzando y acabando en plaza del ayuntamiento de ambos municipios. La
duración es de 3 horas y 45 minutos. De dificultad media-alta, qué aunque
apenas presenta desniveles, la longitud de la ruta se nos puede hacer un poco
pesada si no estamos acostumbrados a hacer rutas largas de senderismo.
(Ruta lineal de 3 horas 45 minutos de duración y de dificultad media-alta entre Morata de Tajuña y Perales de Tajuña). |
Acceso a los municipios
de Morata de Tajuña y Perales de Tajuña.
Morata de Tajuña:
-En coche. Autovía A-3
salida 21. Luego coger la M-832 y posteriormente la M-311. La Vía Verde se
encuentra a la entrada del pueblo en la zona del Helipuerto. 35 minutos desde
Madrid.
-En autobús. Línea 336
Madrid-Morata de Tajuña, y línea 337 Madrid-Valdelaguna. Ambas salen desde
Conde de Casal. 30 minutos desde Madrid.
-En bicicleta. La ruta
propuesta es ideal para hacerla en bici. La Vía Verde se coge cercana al
Hospital de Arganda del Rey para luego enlazar con Morata de Tajuña hasta
Ambite.
Perales de Tajuña:
-En coche. Autovía A-3.
Salida 35. La Vía Verde se coge siguiendo la carretera M-302. 35 minutos.
-En autobús. Línea 326.
Madrid-Driebes. Sale desde Conde de Casal. 35 minutos. Líneas 351, 352 y 353 a
Barajas de Melo, Tarancón y Santa Cruz de la Zarza respectivamente. Todas salen
de Ronda de Atocha. 40 minutos desde Madrid.
-En bicicleta. Vía
Verde del Tajuña desde Arganda del Rey. Desde aquel municipio podemos coger la
Línea 9 de Metro.
Este es el relato de
una ruta qué realicé la última semana de Octubre de 2016.
Tras varios días
seguidos de lluvia, muy necesaria por cierto, llegó el turno de un potente
anticiclón, qué nos trajo días despejados y temperaturas muy suaves, incluso
algo altas para las fechas en las qué nos encontrábamos.
Esos días eran
propicios para ver el paso de grullas comunes en su migración a
tierras meridionales peninsulares. Y uno de los lugares idóneos para verlas
pasar es el Valle del Tajuña.
Las grullas
en su paso por la Comunidad de Madrid utilizan dos rutas migratorias:
la occidental, qué la realizan por la cara sur del Sistema Central, y
la oriental, por la Vega del Tajuña. Ya las había visto pasar en años
anteriores por varios pueblos del valle como Carabaña, Perales de Tajuña o Valdilecha.
Así qué por las fechas
en las qué nos encontrábamos, el tiempo anticiclónico qué reinaba en esos días
después de un periodo de lluvias, y la localización geográfica, hacían qué
tuviese muchas posibilidades de ver algunos bandos cruzar. Estaba completamente
convencido de que no volvería a casa de vacío.
Otro aliciente para
visitar la vega del Tajuña era qué hacía pocos días las organizaciones
ecologistas GRAMA y ARBA habían convocado una marcha reivindicativa por el
valle del río. Reclamaban qué el Valle del Tajuña se convirtiera en Parque
Regional. La idea me parecía de lo más acertada, ya que es una zona qué conozco
muy bien y la tengo un cariño especial, ya que la he visitado en cantidad de
ocasiones. Y soy de la opinión qué reúne unos valores ambientales, culturales,
etnográficos e históricos dignos para qué cuente con alguna figura de
protección.
Tras 30 minutos de
carreteras sinuosas, y disfrutando de los paisajes del Parque del Sureste y el
Valle del Tajuña, el autobús 336 me dejó muy cerca de la plaza del
Ayuntamiento de Morata de Tajuña.
Tras callejear unos
minutos, e ir anotando las especies más urbanas como gorrión común y estornino negro,
pude dar con el desvío qué me indicaba la dirección a Perales de Tajuña. A
pocos metros ya encontré la baliza kilométrica qué indicaba la Vía Verde.
(Hito kilométrico de madera de la Vía Verde del Tajuña en el municipio de Morata de Tajuña). |
Y poco antes de dejar
las últimas casas del casco urbano, un sonido muy familiar se comenzó a oír en
el cielo. Un pequeño grupo de ocho grullas comunes volando en dirección
Oeste. ¡Objetivo cumplido. ¡Llegar y besar el santo! Aunque no me conformaba con
tan pocos ejemplares y esperaba ver algún grupo más numeroso, según avanzara la
tarde.
El asfalto dejó pasó a
una pista de tierra, y en uno de sus taludes había indicaciones del Camino de
Santiago y el de Uclés, señal de que iba por buen camino.
(La Vía Verde del Tajuña comparte parte de su recorrido con el Camino de Santiago y el Camino al Monasterio de Uclés). |
A la izquierda del
camino había una especie de garaje con maquinaria agrícola y camiones
aparcados. En unos cables cercanos había posadas varias tórtolas turcas.
En pocos metros la
pista de tierra se convirtió en una pista con un firme rojo característico qué
tiene la vía, y unos bolardos para impedir el tránsito de vehículos me daba la
bienvenida a la zona asfaltada de la Vía Verde.
(Vía Verde del Tajuña en Morata de Tajuña, con su característico firme de color rojo). |
A mi izquierda
comenzaban a aparecer formaciones de cantiles yesíferos, y a mi derecha un
magnífico paisaje de bosque de ribera qué flanqueaba el río Tajuña, y un cerro
coronado por una formación de monte mediterráneo en buen estado de
conservación.
(Vistas del Valle del Tajuña desde la Vía Verde). |
Los primeros colirrojos
tizones hicieron acto de presencia en la zona de los cantiles, qué
estaban ocupados por singulares formaciones de espartos.
Según iba avanzando por
la vía, los cantiles iban dejando paso a formaciones de coscojares, muy típicas
del sureste madrileño. Dentro del coscojar había un pequeño reducto de olivar, y posado sobre la copa del un olivo había un alcaudón real oteando, atento por si podía llevarse alguna presa al pico.
(Alcaudón real, lanius meridionalis). |
Llegué a una zona de
barbecho, qué era un magnífico mirador natural a la vega del río. En los
rastrojos jugaban a perseguirse dos inquietas alondras totovías.
Tras un buen rato de
trayecto el paisaje cambiaba a pequeñas huertas a ambos lados de la vía, y en
ellas pude observar varios jilgueros, y un avispado mirlo
común, qué estaba dando cuenta de los deliciosos higos de una higuera
cercana.
Más adelante en una
zona de árboles frutales se fueron a posar varios pardillos comunes.
(Pardillo común, carduelis cannabina). |
En una zona de
espartal, donde no había ningún árbol, un pequeño grupo de palomas torcaces usaban
unos tendidos eléctricos a modo de posaderos.
(Palomas torcaces, columba palumbus). |
Ya llevaba un buen rato
de caminata y a mis lados se sucedían de manera escalonada paisajes de pinares de
repoblación, coscojares, espartales, huertas, hasta que llegué a una zona de
olivar, qué debería ser muy viejo, dado el porte qué tenían algunos árboles.
(Olivar, olea europaea). |
Allí, entras las
piedras, intentándose camuflar con el terreno, descubrí una cogujada
común. Más esquivos, comencé a ver observar, con mucha paciencia y con
ayuda de los prismáticos los primeros zorzales comunes.
(Cogujada común, galerida cristata). |
Un gran barranco,
producto de la escorrentía, en una zona de cantiles llamó mi atención. Cuando
fui a contemplarlo con mis prismáticos me llevé una buena sorpresa. Pasaron
volando sobre él, ¡dos golondrinas comunes!
A pocos días de
estrenar el mes de Noviembre y todavía estaban por allí. Nunca antes había
visto en Madrid unas golondrinas en unas fechas tan
tardías. Aunque ya había tenido noticias de qué el invierno anterior, en el río
Tajo en Aranjuez algunas habían decidido pasar el invierno allí.
Una muestra más de qué
más de una especie está modificando su comportamiento con este clima tan
cambiante.
Volví a encontrar una
zona de barbecho, y aproveché para hacer un barrido con los prismáticos. Se
dejaron ver varias perdices rojas qué corretearon al unísono al detectar mi
presencia.
(Perdices rojas, alectoris rufa). |
Tras casi dos horas de
caminata, y aguantando el persistente calor llegué a un área de descanso con
columpios, y bancos para comer qué agradecí como agua de Mayo. Allí hice un
parón de varios minutos para beber agua, y hacer algunos estiramientos. Cerca
del área de descanso había unas ruinas de unas antiguas casas de campo. Puse
los prismáticos mirando hacia sus muros a ver si veía algún mochuelo.
Esta vez no hubo suerte, pero como compensación, en lo alto, detrás de
un cerro comenzó a aparecer otro bando de grullas. Este era más numeroso.
Aunque estaba muy lejos, con los prismáticos, puede hacer una estimación
aproximada de 40 ejemplares.
Poco después volví a
adentrarme nuevamente en una zona de olivar. Sobre el depósito de agua de una
casa de campo había una silueta negra posada. A simple vista pensé qué se
trataba de un mirlo común. Pero cuando agudicé la vista gracias a los
prismáticos me llevé a una agradable sorpresa al comprobar qué se trataba de un
roquero
solitario.
(Roquero solitario, monticola solitarius). |
La pista subía una
pequeña pendiente, para salvar un pequeño barranco formado por un arroyo seco
qué bajaba desde los cantiles. Entre las ramas de una gran coscoja se refugiaba
una curruca
cabecinegra. Y en el cauce seco del arroyo, se dejaron ver los primeros
conejos
de la ruta.
Atravesé un cortado de
yesos qué partía en dos la pista, y qué parecía qué se iba a desplomar en
cualquier momento. En una pared vertical crecía una higuera desafiando las
leyes de la gravedad, y qué seguro qué nació de los excrementos de alguna grajilla
qué fueron a parar a peculiar lugar.
La pista ahora hacía un
descenso pronunciado, y se veía la vegetación de ribera del Tajuña, y las
primeras casas del pueblo de Perales. Volví a subir una pendiente, y por encima
de un cerro yesífero, un magnífico espectáculo comenzó a tomar forma ante mi
perpleja mirada. Una enorme y perfecta formación en uve comenzó a sobrevolar el
cerro. Debían ser como más de 100 grullas pues no me daba tiempo a
contarlas. La exhibición no podía ser de lo más espectacular. Primero una
formación, y cuando pasó esta, otra detrás, hasta completar tres uves. Los
trompeteos cada vez eran más retumbantes, y allí podía haber unas 400 grullas
juntas. Era una delicia verlas volar con tanta coordinación. Por un
momento abandonaron su formación en uve y comenzaron a volar en círculos para
perderse por los cantiles del Oeste descendiendo por el curso del Tajuña, y
dejándome una sonrisa de oreja a oreja.
(Grullas comunes, grus grus). |
Antes de llegar a las
primeras casas de Perales, y abandonar la Vía Verde, cerca de esta, había una
antigua instalación de colmenas de abejas abandonadas. Una pena en el estado de
deterioro en qué se encontraba, pues restaurada se integraría perfectamente en
el paisaje. Al menos alguien la usaba, ya que un avispado petirrojo europeo se
escondió en una de estas viejas colmenas.
Un ruidoso grupo de grajillas
occidentales me dio la bienvenida al pueblo de Perales.
No iba a acabar mi ruta
sin hacer una pequeña visita al río qué le da nombre a la Vía Verde. Tras
cruzar un parque donde jugaban los niños, y ver unos carteles informativos
sobre las rutas qué se podían hacer por Perales, llegué al río. Con poca
visibilidad por la caída del sol, no tenía muchas posibilidades de ver algo
más, y para cerrar la lista, pude sacar con grandes dosis de paciencia un cetia
ruiseñor cantando en un gran carrizal.
(Río Tajuña a su paso por Perales de Tajuña). |
¡A qué esperáis para
calzaros las botas, y coger vuestros prismáticos, y cámaras de fotos, y
disfrutar de este espacio tan interesante!
¡Felices avistamientos!
© Rafa Ac.
Para acabar adjunto la
lista de especies vistas durante la ruta.
FAUNA DE LA VÍA VERDE DEL TAJUÑA
|
|
AVES
|
MAMÍFEROS
|
Alcaudón
real
|
Conejo
|
Alondra totovía
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Cetia
ruiseñor
|
|
Cogujada
común
|
|
Colirrojo
tizón
|
|
Curruca
cabecinegra
|
|
Estornino
negro
|
|
Golondrina
común
|
|
Gorrión
común
|
|
Grajilla
occidental
|
|
Grulla
común
|
|
Jilguero
|
|
Mirlo común
|
|
Paloma
torcaz
|
|
Pardillo
común
|
|
Perdiz roja
|
|
Petirrojo europeo
|
|
Roquero
solitario
|
|
Tórtola
turca
Zorzal
común
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