RUTA POR GETAFE. CERRO DE LOS
ANGELES Y LAGUNAS DE PERALES DEL RÍO.
Cerro de los
Angeles y Lagunas de Perales del Río. Lagunas en la UVI.
Getafe es uno de los grandes
municipios del Sur metropolitano madrileño. Se encuentra a 13 kilómetros de la
capital, y cuenta con una población aproximada de 175.000 habitantes.
Es un gran polo industrial, qué
comenzó su explosión demográfica como ciudad dormitorio, como otras tantas
localidades metropolitanas del Sur de la Comunidad.
La cercanía con Madrid, y una buena
y densa red de comunicaciones tanto por carretera, como por tren y autobús,
hace qué sea una importante ciudad de servicios.
Su término municipal es atravesado
por numerosas vías de comunicación como la A-4, la M-45, AVE, y trenes de
cercanías. A eso hay qué añadirle numerosos polígonos industriales, nuevos
desarrollos urbanísticos, centros de ocio, e incluso una base aérea.
A pesar de esta gran trama urbana,
aún quedan zonas de interés ornitológico. Así, podemos encontrar diferentes
ecosistemas como zonas de estepas cerealistas, bosques artificiales de
repoblación de pinos carrascos, bosques de ribera, y reductos de humedales.
El Este del municipio está
encuadrado dentro del Parque Regional del Sureste, ocupando una pequeña porción
del río Manzanares. Aquí podemos encontrar bosques de ribera, y algunas dehesas
de fresnos, y en el qué habitan especies como garcillas bueyeras, garzas
reales, milanos negros, y grandes concentraciones de cigüeñas blancas entre
otras.
Otro lugar de interés es el Arroyo
Culebro, qué en su desembocadura se une al Manzanares en el Parque Regional del
Sureste. Es uno de los carrizales más extensos del Sur de la Comunidad de
Madrid, y en él podemos avistar especies tan atrayentes como agachadizas
comunes, escribanos palustres, o rascones.
Un lugar muy interesante y a la vez
llamativo son las estepas cerealistas de la base aérea. Lugar vetado para
observar aves por ser zona militar, pero qué curiosamente cuenta con una de las
poblaciones más importantes de sisón de la Comunidad de Madrid, y alguna pareja de aguilucho
cenizo.
Cabe mencionar la existencia de
numerosos caminos, cordeles, veredas y cañadas, como la Cañada Real Galiana,
qué cruzan el municipio, y qué hacen las delicias de los senderistas,
cicloturistas, y ornitólogos.
Otros dos espacios quizás más
conocidos del municipio, son el Cerro de los Ángeles, y las Lagunas de Perales
del Río, de las qué hablaremos en esta entrada del blog.
El Cerro de los Ángeles, es la
principal zona de ocio y esparcimiento de Getafe.
Es un cerro testigo qué se encuentra
a la curiosa altitud de 666
metros sobre el nivel del mar. En él, se encuentra la ermita
de Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de Getafe, y el monumento del Sagrado
Corazón. Desde sus alturas podemos contemplar magníficas vistas de la ciudad de
Madrid, el Parque del Sureste, la Sierra del Guadarrama, e incluso los Montes
de Toledo.
Fue escenario de algunas batallas
de la Guerra Civil, y aún se pueden observar restos de antiguos búnkeres de la
contienda militar.
La vegetación del parque consiste
en una corona forestal de repoblaciones de pinos carrascos, algunos de ellos
con 50 años de antigüedad. Cuando se ha aclarado alguna zona del pinar, otras
especies comienzan a colonizar el terreno y así podemos encontrar pequeños
retamales y coscojares. La vegetación se completa con almendros, arizónicas,
encinas y majuelos.
(La vegetación del Cerro de los Ángeles está compuesta fundamentalmente por una corona de pino carrasco de repoblación, qué en algunos ejemplares llega a 50 años de antigüedad.) |
En su zona de influencia existen
amplias zonas de estepas cerealistas mezcladas con olivares.
Para los aficionados pajareros cabe
destacar qué en los pinares del cerro existe una pequeña población de búhos
chicos, qué usan los grandes cipreses como dormideros, y en los pinares y
arizónicas podemos ver también ejemplares de piquituertos.
El pinar no es una zona de gran
diversidad biológica pero a estas especies se unen urracas, palomas torcaces, abubillas,
y pequeños pajarillos como pinzones vulgares, carboneros, herrerillos, y
algunas rapaces como busardos ratoneros.
El otro espacio de interés
propuesto para la ruta son las Lagunas de Perales del Río.
Enclavadas a pocos kilómetros del
Cerro de los Ángeles, se encuentran en la influencia del Parque del Sureste.
Consisten en una antigua
explotación de yesos de la empresa “Yesos Horna”, de ahí qué se las conozca
también como las Lagunas de las Hornas. En 1977 la yesería echó el cierre
dejando abandonada la explotación con algunos edificios en ruinas.
En los años 80 los vecinos
denuncian la situación insostenible de las mismas, dado qué se había convertido
en un vertedero ilegal.
En los 90 el Colectivo Apachas
comienza las obras de restauración, limpiando la zona, construyendo una valla
de protección, poniendo cajas nido, y realizando plantaciones de encinas, pinos
carrascos, almendros o esparto, qué aún se pueden ver hoy.
Las lagunas de incluyeron en el
Catálogo de Embalses y Humedales de la Comunidad de Madrid, y en el Inventario
de Zonas Húmedas de España.
En el pasado había 4 lagunas, y
actualmente existen 3, sólo 2 de ellas inundadas.
La vegetación de las lagunas está
compuesta por un pinar de pino carrasco, encinas, retamas, esparto, y almendros.
En la orilla de las lagunas encontramos carrizo, espadaña, juncos, y vegetación
de ribera como chopos, y olmos.
La ruta propuesta es una ruta circular
desde el Cerro de los Ángeles atravesando el camino de la Cogorrilla, con
visita al humedal, y fin en la zona de la basílica del Cerro.
La duración aproximada es de 3
horas y 30 minutos y es de dificultad media, debido a qué a la vuelta nos
encontraremos con algo de pendiente a la subida al cerro.
(Ruta circular de 3 horas y 30 minutos de duración, por el Cerro de los Ángeles y las Lagunas de Perales del Río.) |
Accesos al Cerro de los Ángeles.
-En coche. Coger la A-4 hasta la
salida 13. 23 minutos desde Madrid.
-En autobús. Línea 447: Madrid
(Legazpi)-Getafe (Hospital). 18 minutos. Nos tenemos qué bajar en la parada del
Polígono Industrial Los Ángeles, y luego cruzar un puente qué cruza la A-4.
-En bici. Desde las estaciones de
cercanías de Getafe-Centro y El Casar.
Este es el relato de una ruta qué
hice la última semana de Abril de 2015 en Primavera.
Después de bajar del autobús qué me
dejó en el Polígono industrial Los Ángeles, crucé el puente sobre la A-4 y en
poco tiempo ya me ví rodeado por la gran masa de pino carrasco qué circunda
todo el cerro.
Sobrecogía los pocos rayos de sol
qué dejaban pasar las tupidas copas de los pinos, y el aparente silencio qué
reinaba. Me paré un momento a rastrear con los prismáticos a ver qué primeras
especies comenzaba a anotar en mi cuaderno de campo. Las primeras fueron un
pequeño grupo de palomas torcaces y dos urracas qué se alimentaban de los
restos de una cercana papelera.
Continuando avanzado por el
interior de pinar, observé una pequeña ave qué escalaba a toda prisa por el
tronco de un pino. Pude comprobar qué se trataba de un agateador común.
Comencé a pegarme a la Calle
Calidad qué delimita el Polígono industrial de los Olivos, y al salir de pinar
se me cruzó a toda velocidad un mirlo común.
Seguí pegado a la acera de la
carretera del polígono industrial, y en ella se arremolinaban un pequeño grupo
de gorriones
comunes.
Las golondrinas comunes hacían
vuelos rasantes por encima de los campos de trigo qué se extendían por la falda
del cerro. De entre el tupido trigal apareció una cogujada común, qué se
dirigió volando a un olivar cercano.
(En las inmediaciones del Cerro de los Ángeles podemos encontrar formaciones de estepas cerealistas y olivares). |
Eran las 4 de la tarde y el sol
primaveral comenzaba a hacer de las suyas. Los estorninos negros buscaban
como podían las pocas sombras qué había en el entorno cercano, y uno muy
atrevido, desafiando el calor reinante, se subió en lo alto de una farola y
comenzó a cantar de forma impulsiva.
(Estornino negro. Sturnus unicolor.) |
Una gran valla de madera separaba
la carretera del polígono con la zona de los campos de trigo, lo qué me permitió
disfrutar de unos minutos de reparadora sombra.
Al término de la valla había un
desvío qué seguía hacia el pinar del cerro, y aquí comencé a tener dudas de qué
camino tenía qué tomar para ir a la zona de las lagunas.
Gracias al gps del móvil pude
orientarme, y el mapa me indicaba qué, a escasos metros de la carretera se le
unía el Camino de la Cogorrilla, qué era el qué me llevaría al humedal.
Poco antes de tomar el desvío, me
paré a observar un triguero qué cantaba melodiosamente sobre un cable de tendido
eléctrico.
(Triguero. Miliaria calandra.) |
Comencé a andar por el Camino de la
Cogorrilla. El trigo estaba tan alto qué no me dí cuenta de qué a escasos
metros había una pareja de perdices y me llevé un buen susto
cuando salieron volando a toda velocidad a la zona del olivar.
(Perdiz roja. Alectoris rufa). |
En los barbechos cercanos a los
olivos, correteaban, y jugaban numerosos conejos, algunos de ellos ajenos a
mi presencia.
El camino ascendía por una pequeña
loma, rodeada por un importante retamal. De una gran retama salió una pequeña
ave, rauda como un bólido, qué fue a
posarse sobre las ramas de un olivo.
La primera sorpresa de la ruta, un
bello ejemplar de alcaudón común. Especie estival qué comenzaba a llegar a estos
medios esteparios qué tanto le gustan para alimentarse de pequeños insectos,
reptiles y micromamíferos de los qué están compuesto su dieta.
(Alcaudón común. Lanius senator.) |
Después de hacerle una buena sesión
de fotos volví a bajar por el camino del olivar. A lo lejos, se veían los
chalets de la zona de Perales del Río, y su iglesia. También había unas vistas
al pinar de la Marañosa, y a otras zonas del bajo Manzanares.
A lo lejos contemplé una línea de
vegetación en medio la árida estepa, qué la delimitaba un pequeña muro de
cemento. No había duda, era la entrada a las lagunas de las Hornas.
(La vegetación qué circunda las Lagunas de las Hornas está compuesta por pinos carrascos, encinas, almendros, retamares y espartales). |
La entrada no podía tener un aspecto más descuidado y degradado. La
valla en muchas zonas o estaba rota o simplemente se la habían llevado. Había
una gran acumulación de
basuras, y dentro del recinto gran
cantidad de restos de podas de pino qué no se habían recogido, y se acumulaban de
manera caótica.
El sol a estas horas del día caía
con justicia, y unos valientes vencejos comunes se aventuraban con
el calor reinante a volar en busca de insectos.
Comencé a rodear el pinar para
buscar una senda qué parecía qué me llevaría a la primera laguna. De entre una
zona de esparto salieron volando unos cuantos jilgueros asustados por
mi presencia.
La soledad del lugar me sobrecogía.
En un claro del pinar me paré a oír el canto de las aves del humedal. Primero
oí a los abejarucos, qué no logré ver. Posteriormente los lejanos cantos de carboneros comunes, y
algún mirlo.
Lo qué si puedo ver fueron los
primeros verdecillos y pinzones vulgares.
Tras unos minutos de caminata me
encontré la primera laguna. Una cubeta en una zona de yesos, donde había una
gran cantidad de madrigueras de conejo.
La laguna está muy por debajo de
los taludes de yeso, y apenas tiene una mínima lámina de agua, solo reconocible
por la línea del carrizo. En un árbol de ramas secas, se balancea una caja nido
muy deteriorada, reflejo de las antiguas medidas de protección y aspecto del
abandono actual del lugar.
Continué por una pequeña vereda y
fuí descendiendo a la segunda laguna. Aquí la valla tenía mejor aspecto y no
estaba deteriorada.
Poco a poco me fue rodeando una
línea de vegetación de ribera con chopos, y olmos.
Del interior de la laguna salieron
volando una pareja de ánades reales.
Esta laguna tenía mejor aspecto en
cuanto a cantidad de agua y vegetación, pero era un falso espejismo ya qué tras
varios minutos esperando ver alguna especie de ave, el lugar era una especie de
desierto biológico. Se respiraba en el ambiente la falta de vida, y lo
degradado del entorno. Esta sensación de falta de vida sólo fue rota por la
aparición de un galápago leproso qué descansaba tomando el sol sobre una tabla
de madera abandonada.
Volví a subir por la vereda y a
pocos metros se bifurcaba en dos caminos. El del enfrente llevaba a la entrada
sur del humedal, con unas verjas de hierro, y qué daba a la carretera a Perales
del Río. La otra se adentraba en otro pinar, y me llamó la atención unos
contenedores de basura con el logotipo del ayuntamiento de Getafe, así como unos
bancos de parque para sentarse.
Al llegar a un claro del pinar me
encontré una mesa de madera y sobre ella, los restos de una caja nido.
Seguramente era una de las últimas charlas medioambientales qué se dieron, y la
imagen no podía resumir mejor el estado de abandono de las lagunas.
(Esta imagen expresa de la mejor la manera el estado de abandono al qué están sometidas las lagunas y su entorno.) |
Continué caminando hasta llegar a
un talud qué delimitaba la laguna más grande del espacio. Está era la qué tenía
mejora aspecto de todas. Un buen nivel de agua, y una buena masa de carrizo
rodeada por una línea de árboles, pero como las anteriores con la misma
ausencia de vida animada.
Antes de abandonar el lugar
apareció nadando una hembra de porrón europeo qué chocaba su
presencia en aquel lugar. Contemplando esta escena reflexioné sobre lo
paradójico de estas lagunas. Un sitio tan abandonado a su suerte, pero qué con
una mínima restauración medioambiental podría tener un enorme potencial natural
en poco tiempo. Desde aquí hago un llamamiento al ayuntamiento de Getafe para
qué ponga cartas en el asunto para restaurar este lugar catalogado como humedal
protegido.
(Actualmente de las 4 antiguas lagunas sólo quedan 2, y esta es la única qué está en mejor en mejor estado de conservación). |
Después de este regusto agridulce
volví sobre mis pasos para salir de las lagunas y volver a subir por el Camino
de la Cogorrilla.
(Vistas del Cerro de los Ángeles desde el camino de la Cogorrilla.) |
Por el cielo, volando muy alto,
pasaron dos cigüeñas blancas qué iban en dirección al vertedero de
Valdemingómez.
Antes de cruzar la valla, a modo de
despedida, apareció volando un pito real qué se perdió raudo y
veloz en una de las lagunas.
A la altura del olivar, hice una
parada para ver si podía apuntar alguna especie nueva para la lista, y conseguí
ver con los prismáticos una abubilla.
A la salida de la carretera del
polígono nueva parada en la sombra qué hacía la valla, y allí me entretuve
fotografiando un verdecillo qué cantaba con fuerza en lo alto de un ciprés de
gran porte.
(Verdecillo. Serinus serinus.) |
En el camino qué llevaba de nuevo
al cerro, había un pequeño charco formado por las rodadas de los vehículos.
Tras la valla decidí hacer una espera para fotografiar los pequeños pajarillos
qué bajaban a beber al charco.
Primero fue el turno de los gorriones
comunes, luego pasaron jilgueros, verdecillos para acabar
con un simpático pardillo común.
(Pardillo común. Carduelis cannabina). |
Poco a poco iba dejando atrás la
zona de los campos de trigo para otra vez penetrar en el bosque de pinos.
Nuevamente se me cruzó una abubilla,
y tras esta comencé a escuchar cantar pequeños pajarillos.
Tomé una vereda qué me llevaría a
la basílica. El silencio y la poca claridad lo ocupaban todo y me era difícil
ver alguna especie nueva.
Decidí hacer una espera tras un
gran pino y la primera víctima fue un macho de pinzón vulgar.
Continué subiendo por la vereda y
apareció una especie qué al principio no distinguí. Tras una rápida consulta a
la guía de aves, hizo su aparición la segunda sorpresa del día, un papamoscas
gris. Contento por este hallazgo, sin solución de continuidad, me topé
con otro papamoscas, pero en este caso se trataba de una hembra de papamoscas
cerrojillo.
Mis gemelos ya comenzaban a notar
la subida de la pendiente, y me paré un rato a tomar un poco de aire y agua y
disfrutar de las magníficas vistas qué me brindaba el cerro. A lo lejos el
cerro Cabeza Fuerte de Pinto, y los pinares de la Marañosa de San Martín de la
Vega.
(Vistas del Cerro Cabeza Fuerte, Pinto, desde las faldas del Cerro de los Ángeles). |
Después de unos minutos de subida
por fin llegué a la entrada a la basílica. A lo lejos sobre una valle metálica
había dos estorninos posados y justo entre ellos había un gorrión
molinero.
Decidí inspeccionar la zona de las
raíces de los grandes cipreses qué rodeaban la iglesia en búsqueda de
egagrópilas de búho chico qué me llevasen tras sus pistas, pero no hubo suerte.
Me tuve qué conformar con ver una lagartija ibérica. Luego probé por
los pinares de la basílica con el mismo resultado negativo.
Decepcionado por el enésimo intento
fallido a los búhos chicos, decidí ir a un lugar qué ya me conocía y donde se
posaban los piquituertos, y una vez más, estos no me fallaron. Aparecieron
pertrechados sobre un gran ciprés, pero no me dio tiempo a fotografiarlos.
Entonces decidí hacer una espera en
un pequeño charco qué había junto a una acera a ver si bajaban a beber. Me
escondí detrás del tronco de un gran ciprés, y preparé la cámara dispuesto a
hacer una buena secuencia de fotos.
Primero se mostraban desconfiados,
pero poco a poco fueron perdiendo su miedo y comenzaron a bajar primero los jilgueros,
y seguidamente los verdecillos.
(Jilguero. Carduelis carduelis). |
Un bonito ejemplar de verderón
común bajó a darse un reconfortante baño.
Luego bajaron un grupo de verdecillos
y otros pájaros qué no logré distinguir por la distancia, así qué decidí
hacerles una foto. Cuando me puse a verlas, me di cuenta de qué eran de nuevo
los piquituertos.
(Verderón común. Carduelis chloris y piquituertos. Loxia curvirostra). |
Como había un continuo trasiego de ciclistas y coches decidí abandonar
el charco y hacer otro intento a los piquis, esta vez a la entrada de la
basílica qué había menos
gente. Y allí una vez más, en lo
alto de copa de un árbol, había uno posado, qué me facilitó el hacerle unas
fotos.
(Piquituerto. Loxia curvirostra), |
El tiempo de la estancia se me
acaba, y debía empezar a descender si quería coger a la hora, el autobús de
vuelta a Madrid, así qué decidí bajar por la zona de los búnkeres de la Guerra
Civil por si salía algo interesante. Antes de llegar a la zona de los
merenderos y coger el camino a la parada del bus, un inquieto carbonero
garrapinos, cerraba la lista de especies avistadas en esta jornada tan
interesante.
¡A qué esperáis para colgaros
vuestra cámara de fotos y los prismáticos y disfrutar de esta lugar tan
interesante!.
¡Felices avistamientos!.
© Rafita Almenilla.
Para concluir añado la lista de
especies avistadas durante la ruta.
FAUNA DEL CERRO DE LOS ANGELES Y
LAGUNAS DE LAS HORNAS
|
|||||
AVES
|
REPTILES
|
MAMIFEROS
|
|||
Abubilla
|
Galápago
leproso
|
Conejo
|
|||
Agateador
común
|
Lagartija
ibérica
|
||||
Alcaudón
común
|
|||||
Anade
real
|
|||||
Carbonero
garrapinos
|
|||||
Cigüeña
blanca
|
|||||
Cogujada
común
|
|||||
Estornino
negro
|
|||||
Golondrina
común
|
|||||
Gorrión
común
|
|||||
Gorrión
molinero
|
|||||
Jilguero
|
|||||
Mirlo
común
|
|||||
Paloma
torcaz
|
|||||
Papamoscas
cerrojillo
|
|||||
Papamoscas
gris
|
|||||
Pardillo
común
|
|||||
Perdiz
roja
|
|||||
Pinzón
vulgar
|
|||||
Piquituerto
|
|||||
Pito real
|
|||||
Porrón
europeo
|
|||||
Triguero
|
|||||
Urraca
|
|||||
Vencejo
común
|
|||||
Verdecillo
|
|||||
Verderón
común
|
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