viernes, 16 de enero de 2015

RUTA POR VELILLA DE SAN ANTONIO, ARGANDA DEL REY Y RIVAS-VACIAMADRID. HUMEDAL DE MIRALRIO, EL PINAR-LA RIADA Y LAGUNA DEL CAMPILLO

RUTA POR VELILLA DE SAN ANTONIO, ARGANDA DEL REY Y RIVAS VACIAMADRID.
Humedal de Miralrío, área recreativa El Pinar-La riada, Laguna del Campillo. Cauce del Jarama, río con mucho historia.
Hace algunos años leí una novela qué me cautivó. Se titula “El Jarama” y su autor es mi tocayo Rafael Sánchez Ferlosio. La novela data de 1955 y fue galardonada con el premio Nadal de Literatura.
En ella se narran las costumbres y peripecias de la sociedad madrileña de mediados del siglo XX. En aquella época las riberas de Jarama eran lugares de reunión, esparcimiento y disfrute para huir del agobio de la ciudad de Madrid, y disfrutar de tardes de primavera y verano en sus sotos fluviales.
Antiguamente era muy común qué la población de Madrid se acercara a las aguas del Jarama a bañarse, siendo un importante acto social, donde luego la gente comía y gozaba de largas tertulias en los merenderos aledaños al río.
Hoy en día ese paisaje bucólico se ha transformado radicalmente y el Jarama ha sufrido importantes impactos ambientales. La calidad de las aguas ha mermado de manera considerable. Sus aguas ya no son actas para el baño.
Los vertidos incontrolados de los numerosos polígonos industriales qué van a parar a su cauce, han hecho qué en algunos tramos, la calidad del agua sea casi incompatible para la vida acuática.
Las numerosas explotaciones de graveras, qué encontramos a lo largo de su recorrido medio y bajo, también generan un importante impacto paisajístico.
La fauna acuática del río ha cambiado sustancialmente con el paso de los años, y a las especies piscícolas alóctonas como lucio, siluro, o black-bass introducidas para la pesca deportiva, se suman otras llegadas recientemente como el mapache o el mejillón cebra.
A pesar de estar sometido a un importante impacto humano y medioambiental aún conserva rincones de gran interés natural como sotos fluviales, humedales y cantiles de yesos, donde aún se pueden contemplar especies emblemáticas de la avifauna ibérica como el búho real, halcón peregrino, martinete o calamón.

(Sotos fluviales del río Jarama en el municipio de Velilla de San Antonio).

A parte de toda esta riqueza faunística, botánica y geológica el río Jarama esconde lugares de interés histórico, con restos paleontológicos, de la Guerra Civil o del antiguo tren del Tajuña. A lo largo de su tramo podemos encontrar también numerosos puentes históricos como el de Arganda o el de Pindoque.
La ruta propuesta es un pequeño homenaje a la novela de Sánchez Ferlosio, qué combina naturaleza e historia. La ruta comienza en la depuradora de Velilla de San Antonio para continuar por un antiguo trazado ferroviario de una azucarera qué llegaba hasta Ciempozuelos. Se visita el humedal de Miralrío, con los restos de la fábrica azucarera. Posteriormente se continúa por el área recreativa “El Pinar-La Ríada”, llegando a continuación al puente de hierro del tren de Arganda. Después de cruzarlo, llegamos a la Laguna del Campillo, y terminamos en la estación de metro de Rivas-Vaciamadrid para volver a Madrid.
La ruta es de 3 horas de duración y de dificultad moderada. Si no estáis acostumbrados a caminar tanto tiempo, os aseguro unas buenas agujetas para el día siguiente.

La ruta coincide con el camino histórico de Madrid al Monasterio de Uclés y está señalizado con marcas rojas.

(Ruta lineal de 3 horas de duración entre los municipios de Velilla de San Antonio y Rivas-Vaciamadrid).

Accesos a Velilla de San Antonio:
-En coche. Tomar la autopista A-3 Madrid-Valencia hasta la salida 13. Luego tomar la M-50. A continuación la M-203 y posteriormente la M-208, hasta la depuradora, qué es donde comienza la ruta.
-En autobús. Las siguientes líneas:
Línea 280. Coslada FFCC-Loeches. 45 minutos.
Línea 284. Avenida de América-Loeches. 35 minutos.
Línea 285. San Fernando FFCC-Arganda del Rey. 35 minutos.
Línea 341. Conde de Casal-Velilla de San Antonio. 45 minutos.
-En bici. Desde la estación de metro de Rivas-Vaciamadrid seguir el camino al Monasterio de Uclés señalizado con flechas rojas.
El final de la ruta acaba en la estación de metro de Rivas-Vaciamadrid, L-9. Junto a ella pasan varias líneas de autobús con destino Conde de Casal.
Este es el relato de la ruta qué realicé a comienzo del mes de Enero del 2015.
Tras dejar el autobús qué me traía desde Conde de Casal, tomé el puente qué cruza el arroyo de Pantueña. Justo en la entrada del cementerio comencé a anotar las primeras aves de la lista: estornino negro, paloma torcaz, lavandera blanca, y tórtola turca.
En pocos minutos ya estaba en la pista, un antiguo trazado ferroviario, qué circula junto al cauce del Jarama. A mi derecha, en un gran antena había un nido de cigüeña blanca y la base del nido era aprovechado por una ruidosa colonia de cotorras grises.
Justo al comienzo del camino hay dos carteles informativos relativos a la ruta. Detrás de estos, en unos arbustos se apelotonaban una buena bandada de jilgueros.
Poco a poco el camino descendía por unos taludes, qué eran aprovechados por los conejos, hacia el cauce del río Jarama.
La vegetación era muy enmarañada compuesta principalmente por tarayes. Cuando pude encontrar una abertura, comencé a rastrear con los prismáticos el cauce del río.
Primero salió volando una gaviota sombría y tras esta, remontaban el cauce un nutrido grupo de porrones europeos.
Según iba avanzando por la pista, poco a poco se veía la inmensa mole de las ruinas de la antigua fábrica azucarera,  qué está junto a las lagunas del complejo de Miralrío.
Entre los arbustos del camino, volaban como haciendo una especie de baile ritual, multitud de pequeños mosquiteros comunes.
Bordeé las ruinas y me puse justo en la orilla de la primera laguna para ver qué había en ella. Primero aparecieron una pareja de cucharas europeos. Luego otros dos más, y tras unos carrizos, salieron tres ejemplares de ánades frisos.
Decido volver al cauce del Jarama y otra vez la vegetación se vuelve a tornar más compacta. En un meandro anoto dos gallinetas comunes y buen grupo de chillonas fochas comunes.
En medio del río había una pequeña isla de arena. Sobre ella había un ave posada, y otra detrás escondiéndose. Tenía el sol de cara así qué no podía distinguirlas. Cuando pude ponerme en un ángulo sin luz, pude comprobar con sorpresa, qué se trataba de dos calamones comunes.

(Calamón común, porphyrio porphyrio).

La segunda laguna me recibió con otra sorpresa. En la copa de un chopo había posado un alcaudón real meridional.
Esta laguna parecía tener más actividad qué la anterior, y en pocos minutos comencé a ver volar varios ejemplares de aguilucho lagunero occidental.
A esta laguna le dediqué un buen rato y me entretuve fotografiando a los cormoranes grandes, alguno de ellos secándose las alas al sol.

(Cormorán grande, phalacrocorax carbo).

En un instante una garza real llego volando desde el río y se posó en frente de unos carrizos. Estuvo un buen rato completamente quieta, hasta qué eligió un buen momento para insertar con su pico un pez de tamaño medio.

(Garza real, ardea cinerea).

Continuando el camino, llegué a un mirador en el qué se tienen unas magníficas vistas de las lagunas, el cauce del Jarama, y al fondo lo cortados yesíferos del Piul.

(Lagunas del humedal de Miralrío en Velilla de San Antonio).

Tras andar unos minutos y aprovechando qué el camino estaba en altura y el río me cogía debajo, volví a rastrear un meandro del río. Había una buena concentración mixta de zampullines chicos, ánades frisos, porrones europeos y ánades reales.
Siempre qué había hecho esta ruta me quedaba en este punto y regresaba a Velilla, pero ese día tenía curiosidad por ver donde acababa el camino, con la equivocada idea de qué terminaría en la estación de metro de La Poveda.
Tras un kilómetro aproximadamente de caminata llegué al área recreativa de El Pinar-La Riada.
Un importante pinar de pino carrasco con un buen sotobosque, y unos merenderos qué me vieron de perlas para hacer un descanso y retomar algo de fuerzas.

(Area recreativa El Pinar-La Riada).

Sentado en un banco comencé a oír y observar las aves qué se movían por la zona de vegetación de ribera. Primero se empezaron a animar pequeños pajarillos como carboneros comunes y pinzones comunes. Y luego tocó el turno a las aves más grandes como el pito real  y mirlo común.
Antes de volver a asomarme al cauce, cinco mitos llamaron mi atención.
En el cauce se repiten las especies del tramo anterior con porrones europeos y fochas comunes.
La pista cada vez se hace más estrecha y poco a poco me voy cruzando con muchos ciclistas. Buena señal, ya qué indicaba qué ese camino tenía qué llegar a alguna parte y no estaba cortado.
En un tramo una enorme gravera, aún en funcionamiento, provocaba un gran impacto paisajístico y visual.
En una zona donde las aguas del río bajaban más mansas, descubrí un bonito ejemplar de macho de porrón moñudo y tras él unas simpáticas cercetas comunes.

(Cercetas comunes, anas crecca).

Tras caminar varios minutos muy desorientado porque no veía la estación de la Poveda, la vegetación se abría, y a lo lejos vi los famosos cantiles del Piul de la zona de la Laguna del Campillo. Aliviado por situarme en el mapa, continué el camino y llegué a una pequeña presa qué hace una cascada, y días después leyendo me enteré qué en primavera los barbos la saltan remontando el río. Esta primavera tendré qué volver a ver si puedo fotografiarlos.

(`Azud sobre el Jarama qué remontado por los barbos en Primavera).

Tras dos horas de camino y con las fuerzas justas por fin vislumbro en las cercanías el magnífico puente de hierro qué cruza el Jamara, del famoso tren de Arganda, “el qué pita más qué anda”.

(Puente de hierro sobre el río Jarama perteneciente al famoso tren de Arganda hoy operativo como uso turístico).

Dos chicos lo cruzan con sus bicis. Santa inconsciencia o santa valentía me repetía interiormente.
Me dispuse a cruzar el puente. En esos momentos recordé qué tenía vértigo selectivo, unas veces si y otras no (vaya usted a saber por qué) y tras 10 minutos qué se me hicieron interminables, acabé en la otra orilla del río.
Al fondo, otra vez la impresionante imagen de los cantiles del Piul con la luz del atardecer.
Por lo alto de ellos pasó volando una garza real y tras ella varias grajillas con sus característicos cantos chillones.

(Cantiles yesíferos en la finca del Piul cercana a la Laguna del Campillo).

El camino desde el puente a la entrada a la Laguna del Campillo no deparó grandes sorpresas, salvo la imagen de un gran meandro abandonado, qué sorprende bastante hasta tal punto, qué el río se ha desplazado varios metros y ha dejado tras de sí un campo lleno de piedras de río.
En sol ya se había puesto por los cantiles de la Marañosa y poco a poco me iba quedando sin luz. Era el turno para ver uno de los espectáculos más interesantes qué nos ofrece el Parque Regional del Sureste. La entrada de cientos de garcillas bueyeras a sus dormideros.

(Garcillas bueyeras, bubulcus ibis).

El reflejo de las bueyeras en la lámina de agua de la laguna, le da un toque más impactante, si cabe, a este fenómeno natural tan digno de ver.
Estaba tan ensimismado con la entrada de las bueyeras qué no me di cuenta de qué a escasos metros tenía posado un ruiseñor bastardo. Al intentar echarle una foto, apareció otro y me pasaron volando a la altura de mis botas.
Ya era tarde cerrada y grandes bandos de gaviotas reidoras y sombrías tomaban rumbo esta vez, a los dormideros de las Lagunas del Porcal.
Esta imagen ponía punto y final a una jornada tan interesante, haciendo un pequeño homenaje a la novela de Sánchez Ferlosio.
¡A qué esperáis para coger vuestros prismáticos y cámara de fotos y disfrutar de este rincón natural tan interesante, tan cercano a Madrid!.
¡Felices avistamientos!.
© Rafita Almenilla.
Seguidamente adjunto lista de especies avistadas en la ruta:
FAUNA DEL HUMEDAL DE MIRALRIO, LA RIADA, Y LAGUNA DEL CAMPILLO


AVES
MAMÍFEROS


Aguilucho lagunero occidental
Conejo
Alcaudón real meridional

Anade friso
Anade real

Calamón común

Carbonero común

Cerceta común

Cigüeña blanca

Cotorra gris

Cuchara europeo

Estornino negro

Focha común

Gallineta común

Garcilla bueyera

Gaviota reidora

Gaviota sombría

Grajilla

Jilguero

Lavandera blanca

Mirlo común

Mito

Mosquitero común

Paloma torcaz

Pinzón común

Pito real

Porrón europeo

Porrón moñudo

Ruiseñor bastardo

Tórtola turca

Zampullín chico


martes, 6 de enero de 2015

RUTA POR PERALES DE TAJUÑA. EL RISCO DE LAS CUEVAS.

RUTA POR PERALES DE TAJUÑA. EL RISCO DE LAS CUEVAS.
Risco de las Cuevas. Cuevas con mucha historia.
El municipio de Perales de Tajuña, se encuentra en la influencia del Parque Regional del Sureste, pero fuera de él, y comparte con este muchas similitudes paisajísticas, faunísticas y geomorfológicas.
En el municipio podemos encontrar paisajes tan característicos del Parque Regional como zonas de regadío, olivares, formaciones de coscojar, pinares de pino carrasco, bosques de ribera, carrizales o cantiles de yeso.
Quizás la formación geológica más conocida del pueblo, y muy conocida por senderistas y cicloturistas es el Risco de las Cuevas. Situado a unos dos kilómetros a las afuera del pueblo. Es un conjunto monumental natural formado por unas 60 cuevas horadadas en una zona de margas y cantiles de yeso.

(El Risco de las Cuevas está formado por uns 60 cuevas habitadas desde los tiempos del Neolítico).

La majestuosidad del lugar, y su importancia arqueológica e histórica, propició qué allá por el año 1931 el gobierno de la Segunda República lo nombrase Monumento de Interés Turístico Nacional.
Este conjunto de cuevas ha estado habitado desde los remotos tiempos del Neolítico, encontrándose restos del antiguo poblado carpetano de Caracca.

(Para algunos historiadores el pueblo carpetano de Caracca hace referencia al municipio de Carabaña, también del Valle del Tajuña).

A lo largo de su tumultuosa historia, estas omnipresentes cuevas han sido testigo de algunos de los episodios más importantes de la historia de España. A través de los siglos han contemplado impertérritas el paso de carpetanos, romanos, musulmanes, han visto pasar el tren del Tajuña, tristes episodios de la Guerra Civil, e incluso han servido de refugio para el mítico bandolero Luis Candelas.
Junto a las cuevas, antiguamente pasaba el famoso tren del Tajuña, un proyecto qué pretendía llevar el ferrocarril desde Madrid, hasta Aragón y qué nunca llego a pasar de la Alcarria. Hoy este tramo es utilizado como uno de los ramales de la Vía Verde del Tajuña, y hoy es transitado por senderistas, excursionistas, ornitólogos o cicloturistas.

(La pista de la ruta es el antiguo trazado ferroviario del tren del Tajuña).

El atractivo para el ornitólogo aficionado radica en qué en la formación geológica de los cantiles de yeso del Risco de las Cuevas, puede contemplar la avifauna asociada a este tipo de ecosistemas, encontrando especies tan interesantes como búho real, halcón peregrino, collalba negra o chova piquirroja.
El municipio de Perales de Tajuña pertence a la Comarca de las Vegas y se sitúa en el Sureste de la Comunidad de Madrid, distando de 39 kilómetros de la capital.
Posee una población aproximada de 2800 habitantes. Aunque el sector agrario va en disminución dando paso al sector de servicios, aún quedan importantes explotaciones agrícolas, regadío y olivares, y podemos visitar antiguos molinos harineros restaurados, recuerdos de un pasado más agrícola. De hecho la vega del Tajuña siempre ha tenido el apelativo de una de las tres huertas de Madrid, junto a Aranjuez y Villa del Prado.
La ruta propuesta es una ruta lineal de 2 horas y 30 minutos de duración aproximada.
El punto de inicio es la plaza del pueblo, donde está el ayuntamiento y el final son las inmediaciones del pueblo de Tielmes.
El recorrido es a través del antiguo trazado ferroviario del tren del Tajuña, visitando el Risco de las Cuevas. La pista no es continua y acaba aproximadamente en una fábrica abandonada. Si queremos llegar al pueblo de Tielmes, tendríamos qué coger alguna de las veredas qué salen de la pista, y continuar por la carretera M-204 si deseamos acabar la ruta en el pueblo contiguo.

La ruta es de dificultad fácil, si la ruta acaba en la fábrica abandonada. A partir de ahí  
podremos tener alguna dificultad pues ya no existe pista como tal.

(Ruta de 2 horas y media de duración desde Perales de Tajuña a Tielmes).

Accesos a Perales de Tajuña:
-En coche. Tomar la autopista A-3 Madrid-Valencia hasta la salida 33-A. 34 minutos desde Madrid.
-En autobús. Varias líneas paran el municipio. Las principales son las siguientes:
Línea 326. Madrid (Conde de Casal)-Mondejar/Driebes. 35 minutos.
Línea 351. Madrid (Ronda de Atocha)-Barajas de Melo. 60 minutos.
Línea 352. Madrid (Ronda de Atocha)-Tarancón. 35 minutos.
Línea 353. Madrid (Ronda de Atocha)-Santa Cruz de la Zarza. 35 minutos.
-En Bicicleta: Vía verde del Tajuña. Arganda del Rey-Morata de Tajuña-Perales. 1 hora aproximadamente.
Este es el relato de una ruta qué realicé el 30 de Diciembre de 2014, apurando la última salida pajarera del año qué terminaba.
El autobús qué me traía desde Conde de Casal me dejó muy cerca del la Plaza del Ayuntamiento. La fachada del ayuntamiento, es una de las más bonitas de la Comarca de las Vegas, con sus típicos soportales de estilo manchego.
Tomé la calle Mayor Baja para luego desviarme debajo de un túnel qué pasaba por la antigua A-3 y acabar en el Paseo de las Acacias qué es el inicio de la ruta.
En un pequeño parque infantil aproveché para colgarme la cámara de fotos y los prismáticos y empezar a sumar aves a la lista. Las primeras en caer fueron urraca, paloma torcaz, y gorrión común.
En el parque existe un pequeño cartel informativo por las distintas rutas qué podemos hacer en este pueblo con lugares naturales tan interesantes de visitar.
Justo en la entrada del cementerio, había el típico grupo de mujeres mayores del pueblo tomando el sol.
Al verme con el sombrero, mochila, cámara de fotos, y prismáticos, y claro con mi típica pinta de “guiri británico” (soy rubio con ojos azules), a una de ellas se le escapó una graciosa frase qué me hizo soltar un par de carcajadas -¡Qué pronto llegan este año los turistas extranjeros!-.
Después de esta simpática anécdota rodeé el pequeño cementerio en donde en sus cipreses jugueteaban dos ejemplares de tórtolas turcas.
Al poco rato, comencé a oir un trompeteo lejano. Al principio era reacio a creer qué se trataban de las grullas, visto qué quedaban dos días para estrenar año nuevo, pero poco a poco el rumor se hizo más clarividente.
Sobre la formación del encinar primero pasó un bando pequeño y luego otro muy numeroso. Nunca antes había visto bandos de grullas tan tardíos pasar por tierras madrileñas.

(Grullas comunes, grus grus).

Llegué al denominado Mirador del Tajuña, en donde se tiene una buena perspectiva de todo el valle, con el Tajuña al fondo flanqueado por chopos y álamos, los montes aledaños de encinar y coscojar, y la zona de cultivo de regadío y olivar.
Tras pasar por debajo del viaducto de la A-3, apareció una densa formación de pino carrasco, en donde al fondo, en un tendido eléctrico estaba posada una buena bandada de palomas torcaces.

(Palomas torcaces, columba palumbus).

La pista asfaltada estaba flanqueada por almendros, y eucaliptos y poco a poco se iba estrechando y en algunos puntos los cantiles apenas dejaban pasar los rayos del sol.
Al hacer una curva, se mostraban ante mi unas impresionantes formaciones geológicas de cantiles de yeso. Me recordaban mucho a los de la Marañosa del Parque del Sureste, pero he de reconocer qué estos eran más majestuosos. Y allí en lo alto se comenzaban a apreciar el conjunto de las cuevas excavadas en la roca.

(El Risco de las Cuevas fué nombrado Monumento de Interés Turístico Nacional durante el gobierno de la Segunda República)

Comencé a hacer un barrido con los prismáticos y apareció la primera sorpresa de la tarde, una collalba negra, con su inconfundible cola negra invertida en forma de T.
Poco después apareció otra qué comenzó a ascender por los cantiles dando pequeños saltos, en un movimiento muy gracioso.

(Collalba negra, oenanthe leucura).

Me quedé un rato contemplando el espléndido conjunto de cuevas qué se alzaban sobre el antiguo trazado del tren del Tajuña.
Más adelante, en un espolón de un cantil, comenzaron a volar un grupo nutrido de grajilas con sus cantos chillones. Comenzaron a volar en círculo por la zona de los cantiles para poco después, perderse en los montes cercanos.

(Grajillas, corvus monedula).

Avanzando por la pista, llegué a un montículo de tierra qué parecía anunciar qué aquí se acababa el camino, pero tras subirlo, volvió a aparecer la pista, y tras él, una cueva, qué todo hay qué decirlo, llena de basura por algún irresponsable.
En la margen de derecha del camino se acababa la formación de cantiles, lo qué permitía ver la carretera que iba al pueblo de Tielmes. Junto a ella había una pequeña formación de olivares, donde se veían volar y esconderse numerosos zorzales comunes.
La pista acababa y junto a unos chalets, y encima de un cantil había una fábrica abandonada digna de rodar una “película de zombies”. Tenía los cristales de las ventanas rotas y los alrededores estaban invadidos por un formación cerrada de arbustos compuesta por retamas de bolas, esparto y avena loca.
Cogí una pequeña vereda para subir a la fábrica y allí llegó la tercera sorpresa de la tarde. Dos chovas piquirrojas  comenzaron a volar con sus estridentes cantos, y se posaron en lo alto de la fábrica, lo qué me facilitó a sacarlas un par de fotos.

(Chovas piquirrojas, pyrrhocorax pyrrhocorax).

La formación de arbustos era muy cerrada, y las pistas inexistentes, lo qué hizo qué buscara pequeñas veredas para llegar a la entrada del pueblo de Tielmes. Tomé una qué parecía qué me llevaría a él, pero acababa en una instalación del Canal de Isabel II totalmente vallada, y qué me impedía continuar. Por lo menos desde allí se veía una bonita imagen del pueblo de Tielmes, y la parte norte del Valle del Tajuña.
En ese instante pasó volando, remontando el río, un cormorán grande.
Ante la imposibilidad de llegar a Tielmes, y ya poniéndose el sol poco a poco, decidí volver a la fábrica abandonada y hacer una espera entre los arbustos.
Poco a poco comenzaron a aparecer mosquiteros comunes y jilgueros confiados por la protección qué les proporcionaba la fábrica abandonada.
Bajé por la vereda del cantil y volví a coger la pista asfaltada. En un jardín de un chalet cercano había un columpio qué se mecía con la brisa del atardecer. Derrepente apareció una collalba negra y se posó en él, y aprovechó para columpiarse. La escena no podía ser más esperpéntica y divertida. ¡Quién dijo qué a las aves no les gusta jugar!.
A lo lejos en la vegetación de ribera del Tajuña, sobre un chopo de gran porte cantaba un zorzal común encaramado en su rama más alta.

(Zorzal común, turdus philomelos).

Seguí avanzando otra vez por la pista asfaltada, y tras un almendro apareció un petirrojo qué se esfumó volando ante mi presencia.
Más adelante le tocó el turno a una pareja de colirrojos tizones qué picoteaban en el suelo en busca de algún insecto incauto.
Volví a situarme debajo de la formación de las cuevas. El sol ya se había puesto tras los montes de encinar y ya se comenzaba a oir el canto del búho real.
Opté por hacer una espera en los cantiles a ver si se dejaba ver el búho. Tras varios minutos sólo se vieron otras tres collalbas negras, y con mucho frío en las manos decidí retomar el camino hacia el pueblo.
Antes, y aprovechando los últimos rayos de luz, hice una última visita al pinar, a ver si
se animaba alguna rapaz.

(Las formaciones vegetales de la ruta se componen de pinares de pinos carrascos, espartales, olivares, y almendros entre otras especies).

Primero aparecieron un par de conejos y en un arroyo seco pasó planeando un mirlo común.
De camino a la pista, en el tronco de un gran pino carrasco, subía nerviosamente un pequeño agateador común.
Eché una última vista al cementerio a ver si alguna lechuza o búho chico se animaba a salir a algún vuelo nocturno, pero no hubo suerte.
Llegué al parque infantil del inicio de la ruta. Y mientras metía en mi mochila la cámara de fotos y los prismáticos, en un monte cercano, con ya poca claridad, pasó volando una garza real qué cerraba la lista de esta jornada tan interesante.
¡A qué estáis esperando para visitar este lugar con tantos atractivos históricos y naturales”.
¡Felices avistamientos!.
© Rafita Almenilla.
Para finalizar adjunto lista de especies avistadas en la ruta.

FAUNA DEL RISCO DE LAS CUEVAS DE PERALES DE TAJUÑA


AVES
MAMÍFEROS


Agateador común
Conejo
Chova piquirroja

Colirrojo tizón

Collalba negra

Cormorán grande

Garza real

Gorrión común

Grajilla

Grulla

Jilguero

Mirlo común

Mosquitero común

Paloma torcaz

Petirrojo

Tórtola turca

Urraca

Zorzal común




jueves, 1 de enero de 2015

RUTA POR SAN MARTÍN DE LA VEGA. PARQUE TIERNO GALVAN.

RUTA POR SAN MARTÍN DE LA VEGA. PARQUE TIERNO GALVAN.
Parque Tierno Galván. Parque dentro de parque.
A lo largo y ancho de sus 31.552 hectáreas qué componen el Parque Regional del Sureste, nos podemos encontrar dentro de él, una gran variedad de paisajes y ecosistemas. Un espacio sometido a tan presión demográfica y medioambiental, hace qué se solapen en un territorio tan extenso, ambientes tan variados como humedales, ríos, cantiles de yeso, estepas cerealistas y coscojares, junto a construcciones humanas como ciudades, polígonos industriales, autovías, trenes de Alta Velocidad, vertederos o cementeras.

Cantiles yesíferos en la margen izquierda del río Jarama. Sobre ellos se aprecian las formaciones de coscojar. 

La expansión urbanística de los municipios qué rodean al parque ha sido tan intensa en las últimas décadas, qué literalmente “ha estrangulado” la fisonomía del parque, encontrando urbanizaciones justo en el límite con el espacio protegido.
Si observamos un plano de la delimitación del Parque Regional, podemos observar qué este a de sortear esta huella urbana, y a veces lo límites son completamente rectilíneos trazados prácticamente a “escuadra y cartabón”.
Algunos parques urbanos situados en sus afueras, han quedado incluidos dentro del espacio protegido, y se han convertido en zonas de ocio y esparcimiento, como ocurre con el humedal de Coslada. El ejemplo de la ruta propuesta es el Parque Tierno Galván situado en el municipio de San Martín de la Vega.
Se trata de una antigua gravera qué se rehabilitó y acondicionó a primeros de los años 90 del siglo pasado. Consiste en una laguna artificial rodeado de un importante carrizal y con otras especies vegetales como chopos, álamos, sauces y eucaliptos.
El pueblo de San Martín de la Vega se encuentra situado a 35 kilómetros de Madrid capital. Cuenta con una población aproximada de 20.000 habitantes. Es un municipio donde aún el sector primario tiene gran importancia destacando la agricultura de regadío, y donde últimamente ha tenido gran auge el sector terciario, propiciado por la existencia del parque temático de la Warner.
Casi la totalidad del municipio está incluido en el Parque Regional del Sureste, y aporta a este el 30% de su superficie.
Cuenta con una gran variedad de ecosistemas: bosques de ribera, río, humedales, cultivos de regadíos y secano, pinares, coscojares, y cantiles yesíferos. Esta gran diversidad de medios naturales se refleja en su gran biodiversidad y riqueza en especies ornitológicas, algunas de ellas en peligro de extinción.
En San Martín de la Vega podemos encontrar tres enclaves naturales qué sobresalen por su riqueza natural:
1.- El Pinar de la Marañosa. Una gran masa forestal de pino carrasco principalmente, con otras especies vegetales, donde podemos avistar especies como jabalíes, zorros, busardos ratoneros o águilas culebreras.
2.- Estación de anillamiento de las Minas. Uno de las carrizales más grandes de la Comunidad de Madrid, donde se aúnan la investigación, formación y divulgación. Desde su inauguración se han anillado más de 80 especies distintas de especies, algunas de ellas tan escasas como el carricerín cejudo, o escribano palustre, y otras tan interesantes como el pechiazul o el pájaro moscón.
3.- Reserva ornitológica de los Albardales. Un extenso carrizal cercano a cultivos de regadío, donde se forman algunas balsas estacionales aprovechadas por numerosas especies como moritos, combatientes, correlimos menudos o garzas imperiales.
La ruta propuesta es una ruta circular partiendo desde el casco urbano de San Martín de 
Vega, continuando por la ribera del río Jarama, visitando unos humedales aledaños, y acabando en el parque urbano de Tierno Galván.
La ruta es de 2 horas y 30 minutos de duración aproximada y su dificultad es baja.

Ruta circular por el río Jarama y el Parque Tierno Galván.

Accesos a San Martín de la Vega:
-En coche. Coger la A-4 Madrid-Andalucía hasta la salida 22 y luego tomar la M-506.
32 minutos desde Madrid capital.
-En Autobús. Línea 412. Madrid-San Martín de la Vega. 45 minutos desde Madrid.
Línea 413. Pinto estación de FF.CC-San Martín de la Vega. 30 minutos desde Pinto.
-En bicicleta. Carril bici desde Villaverde. 2 horas y 15 minutos.
Este es el relato de una ruta qué realicé el 29 de Diciembre de 2014.
Después de dejar la parada de autobús qué me trajo desde Pinto, comencé a callejear buscando las afueras del pueblo, para pegarme cuanto antes a la orilla del río Jarama.
En el trayecto por la Avenida del Jamara, me entretenía viendo las típicas casas de pueblo, con su fachada encalada, sus patios y terrazas, tan atractivas a la vista qué aún se pueden ver en buena parte del pueblo. Esta arquitectura tradicional era aprovechada por las especies de aves “más urbanitas”. Así comencé a añadir a la lista urraca, paloma torcaz, gorrión común y estornino negro.
Al final de la Avenida del Jarama acababa la calle asfaltada, y comenzaba una pista qué me llevaría al cauce del río.
En un lateral del camino agrícola, en un olmo sin hojas, se apelotonaban un nutrido grupo de gorriones molineros.

Gorriones molineros (Passer montanus).

Mientras iba caminando por las acequias, volaban alegremente jugando a perseguirse, algunos mosquiteros comunes.
Más adelante, en otro olmo, le tocaba el turno a los verdecillos, qué buscaban el sol, en aquella tarde tan fría.

Verdecillos (Serinus serinus).

Al fondo se veían los característicos cantiles de yeso, tan típicos del Parque del Sureste, y el regadío iba dejando paso a la vegetación de ribera.
El acceso al río estaba vallado, así qué tuve qué caminar varios metros hasta encontrar una entrada. El río en este tramo, bajaba con mucha fuerza.
Me oculté tras un carrizal muy denso y comencé a hacer un barrido con los prismáticos.
En una isla de piedras en medio del cauce había posada una gaviota sombría. Tras ella, levantó elegantemente el cuello un cormorán grande.

Cormorán grande (Phalacrocorax carbo).

Nadando a contracorriente, un grupo de fochas comunes intentaban como podían, remontar el cauce del río.
Tras ellas, una pareja de ánades frisos se esforzaban por alcanzarlas, en plan de competición, pero la fuerza del río les hacía ir más lentos.
Volví a coger la pista agrícola y me paré en un talud para ganar altura y tener mejor visión. En la otra orilla del río no había vegetación, así qué decidí hacer una espera.
Los conejos correteaban raudos y veloces por las orillas del río, tanto qué asustaron a un pequeño petirrojo qué estaba posado en una roca.
Retomé el camino, y a mi izquierda se abría una zona de barbecho. Instantes después apareció un cernícalo vulgar qué hizo un picado como atacando una presa.
De entre un carrizal cercano salió un gavilán común con una presa en la pata.
La escena fue tan rápida qué casi no me dio tiempo a verla con los prismáticos.
El cernícalo continuó acosando al gavilán hasta qué ambos se perdieron en el sotobosque del río.
Más adelante, en un gran meandro del río, primero apareció un zampullín chico, tras él, 
una pareja de porrones europeos, y después de estos tres ejemplares de cerceta común, con su característico antifaz verde.
Continué el camino, y en una zona de regadío, en una boca de riego, haciendo equilibrio, estaba posado atento a cualquier presa un alcaudón real meridional.
El camino volvía a acercarse al Jarama, y sin darme cuenta, había llegado al área recreativa “El Puente”, con un cartel explicativo a su entrada. En él se nos explica como una gran riada ocurrida en 1947 rompió el puente qué cruzaba el Jarama y lo desplazó de su lugar original

Cartel informativo en el área recreativa "El Puente".

Actualmente está acondicionada con bancos y mesas en un entorno rodeado de tarays, álamos y chopos.
Justo antes de asomarme a la orilla, el ruido de mis pisadas en la hojarasca, asustó a dos tórtolas turcas qué estaban posadas sobre un chopo.
Hice un barrido con los prismáticos por el cauce del río y sólo pude ver un pequeño grupo de fochas comunes.
Retomé el camino por la pista agrícola y en su margen derecha me encuentré una pequeña laguna con gran cantidad de carrizo. En el carrizo de la orilla más lejana, algo se movía, y cuando pude calibrar bien los prismáticos llegó la segunda sorpresa de la tarde, ¡un calamón!. 

Calamón (Phorphyrio phorphyrio).

A continuación, hice un giro de 180 grados en el camino, y me dirigí en dirección al casco urbano del pueblo.
A lo lejos, con los cerros del Espartal al fondo, un bando de avefrías pasó volando para ir a aterrizar a una zona de cultivo cercano a la carretera qué llevaba al pueblo.
En una zona de regadío, un agricultor se dedicaba a quemar el carrizo, una práctica muy común en esta zona y qué no es nada recomendable para la avifauna.
El humo se me pegaba a la ropa y comenzaban a llorarme los ojos, así qué decidí aligerar la marcha y salir de aquella zona.
Tenía el sol justo de frente poniéndose por el Oeste, lo qué me dificultaba mucho la visión. Según avanzaba me salían gran cantidad de zorzales, pero con la luz del sol no podía distinguir de qué especie se trataban, si eran charlos o comunes.
En una piedra en las inmediaciones del camino, había posada una hembra de colirrojo tizón. Posteriormente llegué a una zona donde había plantada una hilera de almendros, y en uno de ellos descansaba un joven de pinzón vulgar, qué con mucha paciencia, se dejó fotografiar.

Pinzón vulgar (Fringilla coelebs).

Volví a entrar en una zona de carrizal, y al estar tan alto, me protegía de los rayos del sol qué tenía de cara. Justo en ese trozo de sombra se posó otra de las especies interesantes de esta jornada pajarera: una hembra de escribano palustre.
Poco a poco los cantiles de yeso comenzaban a coger su característico tono rojizo cuando atardece, y a lo lejos, a modo de postal pasó planeando un macho de aguilucho lagunero.
Cogí un atajo de una vereda qué se había formado por la rodada de un tractor, y qué me llevó a la pista agrícola qué acaba en la puerta de entrada del Parque Tierno Galván.
Antes de pasar la puerta de la entrada, en un arbusto cercano, salieron volando asustados ante mi presencia, un pequeño bando de jilgueros.
El sol ya se había puesto y ya me quedaban pocos minutos de luz, así qué decidí dar una vuelta circular rápida por la laguna del parque.
En las orillas había muchos pescadores. Este parque es muy apreciado por ellos para la pesca del lucio, black-bass, y carpa entre otras especies.
Dentro de la laguna sólo había fochas comunes, ánades reales y ánsares comunes.

Focha común (Fulica atra).


Por el camino contiguo a la laguna, multitud de gallinetas huían corriendo a esconderse a la zona de carrizo según iba caminando.
Palomas torcaces y gorriones molineros entraban en bandadas a sus dormideros del parque. En el exterior, sobre la vegetación del Jarama, pasaban grandes bandos de garcillas bueyeras de camino a sus dormideros del río.

Atardecer en el Parque Tierno Galván de San Martín de la Vega.

Apurando las últimas claridades después de la puesta de sol, salí del parque y me dirigí a los Albardales. Allí un agricultor, nuevamente estaba quemando el carrizal. Eso me recordó al artículo de prensa qué leí sobre el pavoroso incendio de 1997 qué destruyó unos 20.000 metros cuadrados de la reserva ornitológica. Una práctica temeraria qué algunos todavía defienden, con el exiguo y simple argumento de matar roedores e insectos naturales. No hay nada mejor para luchar contra las plagas qué la biodiversidad: aguiluchos laguneros, busardos ratoneros, milanos reales o negros entre otras especies, son los mejores aliados de los agricultores contra los roedores.
Cambié de camino agrícola huyendo del humo y acabé cerca de la estación abandonada de cercanías de San Martín de la Vega. Una imagen muy representativa de todo lo qué estaba pasando con esta maldita crisis qué padecemos, y que parece no tener fin.
Sobre la estación aparecieron tres bandos de cigüeñas blancas qué cerraban la lista de esta jornada pajarera tan interesante.
¡A qué estáis esperando para coger vuestra mochila, cámara y prismáticos y acercaros a este rincón tan interesante del sureste madrileño!.
¡Felices avistamientos!.
© Rafita Almenilla.
Para finalizar, adjunto listado de especies vistas en la ruta.

FAUNA DEL RÍO JARAMA Y PARQUE TIERNO GALVAN



AVES
MAMIFEROS


Aguilucho lagunero occidental
Conejo
Alcaudón real meridional

Anade friso

Anade real

Ansar común

Avefría

Cerceta común

Cernícalo vulgar

Cigüeña blanca
Colirrojo tizón

Cormorán grande

Escribano palustre

Estornino negro

Focha común
Gallineta

Garcilla bueyera

Gavilán común

Gaviota sombría

Gorrión común

Gorrión molinero

Jilguero

Mosquitero común

Paloma torcaz
Porrón europeo

Petirrojo

Tórtola turca

Urraca

Verdecillo

Zampullín chico