lunes, 31 de octubre de 2016

RUTA POR EL DISTRITO DE CARABANCHEL

RUTA POR EL DISTRITO DE CARABANCHEL

Cementerio Sur de Carabanchel. Donde la muerte y la vida se dan la mano.

Hace ya tiempo leí un blog de un naturalista de Granada qué realizó un estudio sobre la fauna del cementerio de la hermosa ciudad nazarí. Este estudio llamó mucho mi atención. Llegó a contabilizar hasta 17 especies distintas de aves qué habitaban en el camposanto, así como varias especies de mamíferos y reptiles.
Los cementerios de las grandes y medianas ciudades son auténticos oasis de biodiversidad, dentro de un entorno tan urbanizado y humanizado. Además, son genuinas islas donde no existe la contaminación acústica, por el respeto a los difuntos qué se procesa en estos recintos religiosos.
Varias son las causas que provocan qué las necrópolis sean focos de atracción para la fauna:
-Como he comentado en líneas anteriores la huella sonora es casi nula en estos lugares. Son espacios qué entre semana tienen pocas visitas y el resto del año, salvo fechas señaladas como el del Día de los Todos los Santos, las visitas son más escalonadas. Las aves se sienten menos estresadas por el ruido del tráfico, las zonas de ocio, o de las zonas industriales. Aquí no deben elevar su timbre sonoro para comunicarse con otros individuos de su especie.
-Otra causa es qué los cementerios cuenta con amplias zonas ajardinadas con grandes praderas de césped, y zonas arboladas, algunas especies de gran porte, como cipreses, cedros, chopos u olivos. También cuentan con numerosas fuentes y algunos estanques, lo que proporciona a la fauna alada un suministro de comida, agua, y zonas donde anidar.

(Los cementerios cuentan con grandes zonas ajardinadas, qué son un foco de atracción para la avifauna urbana).

-Al ser recintos cerrados y vigilados, son zonas donde la fauna encuentra seguridad, al saber qué no serán cazadas, encontrándonos a veces importantes concentraciones de especies cinegéticas como palomas torcaces o perdices.
Todavía hay mucha gente a la que los cementerios les despierta  un sentimiento de miedo o cierto temor, quizás sugeridos a lo largo del tiempo por multitud de películas de terror y leyendas qué han circulado sobre estos lugares.
En muchos países los cementerios de grandes capitales, están integrados a la vida urbana, y algunos son utilizados como zonas de ocio y esparcimiento a modo de grandes parques urbanos. Ejemplos muy famosos son el célebre cementerio de Peré-Lachaise de la capital francesa. Donde se organizan visitas para ver las tumbas de personajes célebres como Balzac, Camus, Delacroix o Jim Morrison, y qué es usado por sus habitantes como lugar de recreo y ocio. Otro cementerio ilustre es del londinense Highgate. Arquitectura victoriana, con grandes zonas ajardinadas qué dan sensación de un gran bosque.
Incluso en Irán, en los cementerios se celebran picnics donde la familia se reúne entorno a sus familiares queridos fallecidos.
El segundo cementerio más grande de la ciudad de Madrid es el Cementerio Sur de Carabanchel. Se encuentra en el distrito de Carabanchel, en la intersección de la M-40 con la A-42.
Cuenta con 70 hectáreas de extensión. En él encontramos grandes praderas de césped, con algunas especies de arbustos. La flora arbórea está compuesta fundamentalmente por cipreses, cedros, magnolios, chopos, pinos piñoneros, olivos y madroños.
La ruta propuesta es una ruta circular por todo el recinto del cementerio de 2 horas de duración y de dificultad baja.

(Ruta circular de 2 horas de duración, de dificultad baja, por el Cementerio Sur de Carabanchel).

Cabe decir qué la ruta se realizó con el máximo respeto que merece a este recinto. Y un consejo. Si sois muy influenciables a las películas de terror, no hagáis esta ruta por la noche. Bueno entre otras cosas porque no creo que podáis acceder por la noche al cementerio por lo vigilado qué está. Aunque podría ser una buena oportunidad para ver algunas especies interesantes como mochuelos o lechuzas, o pasar una buena noche de Halloween jajajajaaa (risa de película de terror).
Accesos al Cementerio Sur:
-En coche. A-42 Madrid-Toledo. Salida 6. 20 minutos desde Madrid.
-En Metro. Línea 11 parada San Francisco. Desde esta estación 30 minutos andando hasta la entrada al cementerio.
-En autobús. Servicio especial de la EMT qué sale desde el intercambiador de Plaza Elíptica. Unos 10 minutos desde el intercambiador.
-En bicicleta. Desde el anillo ciclista cercano a la Avenida de los Poblados.
Este es el relato de una ruta qué realicé el fin de semana anterior a la festividad de Todos los Santos en 2016.
El autobús de servicio especial de la EMT procedente de Plaza Elíptica me dejó en la misma puerta del cementerio. Era el fin de semana anterior a la festividad de Todos los Santos y en la entrada había gran bullicio de gente. Muchas floristas vendiendo gran variedad de flores para los visitantes, gente con sus flores para sus queridos difuntos, y mucho policía municipal poniendo orden al tráfico de entrada. Allí en la misma puerta de este enorme recinto ya anoté las primeras especies: estornino negro, cotorra gris, paloma torcaz  y lavandera blanca qué fueron a buscar refugio dentro del cementerio, seguramente procedentes del cercano parque de la Emperatriz María de Austria, de la qué dediqué una entrada hace tiempo en este blog.

(Estornino negro, sturnus unicolor).

El continuo goteo incesante de coches hizo qué tomara la decisión de retirarme de la carretera de entrada para buscar un sitio con menos ruido, para poder ver más especies aladas. Así qué me pegué a la muralla de piedra qué daba a un descampado junto a la M-40.  Una fila de chopos delimitaba esta zona de la muralla. Un poco más adelante en un arbusto, jugueteaban a perseguirse dos gráciles mosquiteros comunes.
La observación de especies en aquella mañana iba a ser un auténtico ejercicio de agudeza visual, ya qué hubiese quedado de lo más raro estar visitando el cementerio mirando cada dos por tres con los prismáticos, lo que hubiese llamado también la atención de la vigilancia del cementerio.
Seguí avanzando pegado a la tapia, y al girar a una zona de tumbas me llevé una buena sorpresa al ver a un grupo de cinco perdices rojas, ¡corretear por encima de los nichos! Una auténtica metáfora de la dualidad entre la vida y la muerte. No me esperaba encontrar perdices dentro de un cementerio, la verdad.

(Perdices rojas, alectoris rufa).

Poco después en una pequeña pradera de césped pude observar una gran concentración de gorriones molineros.
Tras unos minutos de caminata llegué a una zona de barbecho qué tenía pinta de ser una futura ampliación del cementerio. Allí picoteaban el suelo sin cesar otro grupo de perdices rojas. Oí el inconfundible relincho del pito real ibérico y muy cerquita de estas últimas, dos individuos escrudiñaban el barbecho en busca de su golosina favorita, las hormigas.
Volví a internarme en una zona de tumbas. Oí cantar a varios colirrojos tizones y algunos estaban posados sobre los nichos. También una habilidosa cotorra gris, y mientras por el suelo unas inquietas urracas buscando algún resto de comida qué llevarse al pico.

(Urraca, pica pica).

Arrivé a un pequeño estanque en una rotonda con una bonita zona ajardinada. No me di cuenta que en su suelo empedrado había unas lápidas. El lugar respiraba una auténtica serenidad y paz. Pero allí no vi ninguna especie de ave. Más adelante, más personas seguían en sus menesteres limpiando lápidas y poniendo flores.
En lo alto de un gran pino pude observar un carbonero común.
De nuevo volví a llegar a la carretera principal de salida del cementerio con gran afluencia de tráfico, así qué opté por volver a pegarme a la tapia del cementerio, pero esta vez a la que daba a la Avenida de los Poblados.
En un chopo cercano había posado un bonito ejemplar de pinzón vulgar.
En una zona de mausoleos, algunos de ellos verdaderas obras de arte, había algunos olivos de gran porte. En una de ellos se arremolinaban un grupo de cinco jilgueros, y poco tiempo después se le añadieron dos simpáticos verdecillos.

(Dentro del Cementerio Sur existen ejemplares de olivos, olea europaea, de gran porte).

Al rato, se repitió la misma escena con las perdices. Un pequeño grupo correteando sobre las tumbas, una imagen de lo más esperpéntica, pero otra imagen iba a superarla. Una de ellas con gran habilidad hizo un vuelo corto y se posó encima de un mausoleo. ¡No daba crédito a lo que veía!
El paseo era de lo más sosegado. El rocío cubría con pequeñas gotitas de agua una gran pradera de césped. Allí un pequeño bando de gorriones comunes acompañaba en su menú a un avispado mirlo común qué estaba dando buena cuenta a una jugosa lombriz, jugosa para él, claro.
Las perdices correteaban al unísono y parecía como si me quisiesen acompañar en mi tranquilo paseo.
En lo alto de un gran cedro oí el característico canto de una curruca. Con mucha paciencia, a falta de prismáticos, pude comprobar qué se trataba de una hermosa hembra de curruca cabecinegra. Con esta última especie igualaba la cifra de aves qué había avistado el autor del blog sobre la fauna del cementerio de Granada.

(Curruca cabecinegra hembra, sylvia melanocephala).

La entrada de gente ya era de mucha afluencia, así que era la mejor hora para abandonar el cementerio, porque con aquella concentración de personas, ya poco iba a sumar más.
La próxima vez qué visitéis un cementerio estad atento a la vida qué fluye a su alrededor. Os podréis encontrar más de una sorpresa, y quién sabe si algún fantasma, jeje. ¡Feliz noche de Halloween!
© Rafa Ac.
Concluyo este post tan curioso con la lista de especies observadas en la visita.

FAUNA DEL CEMENTERIO SUR
AVES
Carbonero común
Colirrojo tizón
Cotorra gris
Curruca cabecinegra
Estornino negro
Gorrión común
Gorrión molinero
Jilguero
Lavandera blanca
Mirlo común
Mosquitero común
Paloma torcaz
Perdiz roja
Pinzón vulgar
Pito real ibérico
Serín verdecillo
Urraca

sábado, 22 de octubre de 2016

RUTA POR RIVAS-VACIAMADRID

RUTA POR RIVAS-VACIAMADRID

Laguna del Campillo. Y de repente, una laguna.

En sus 31.552 hectáreas de extensión el Parque Regional del Sureste podemos encontrar gran variedad de ecosistemas: bosques de ribera, pinares de repoblación, cantiles yesíferos, estepas naturales y cerealistas, canteras abandonadas, núcleos urbanos y lagunas naturales y artificiales.
Es llamativo qué en sus 123 humedales catalogados del, sólo el 6,5% de ellos sean naturales. La gran mayoría son antiguas graveras abandonadas, qué con el paso del tiempo, o se han naturalizado, o se han restaurado para recuperar el equilibrio ecológico perdido.
Uno de los ejemplos más representativos es la Laguna del Campillo situada en el término municipal de Rivas-Vaciamadrid.

(Laguna del Campillo en el Parque Regional del Sureste).

Entre la década de los 60 y 70 fue una antigua explotación de áridos qué posteriormente se abandonó. Se excavó por debajo del nivel freático, y poco a poco entre las filtraciones del cercano río Jarama, y el gran acuífero de la zona sureste de Madrid, la recargaron de agua.
La laguna cuenta con 5,5 kilómetros de contorno, y una profundidad media de 6 metros, siendo su profundidad máxima de 20 metros.
Dentro del Parque del Sureste cuenta con la figura de protección de Reserva Natural, zona B en la escala de zonificación.
La vegetación del humedal está compuesta por una primera línea arbórea con especies como álamos blancos, sauces, fresno, tarayes, olmos y chopos negros. Una segunda banda arbustiva con especies tan interesantes como zarzamoras, rosales silvestres o majuelos. Por último, ya dentro de la laguna, encontramos una línea de vegetación de juncos, eneas, carrizo y lentejas de agua, ideal para refugio de aves acuáticas.
La laguna está rodeada por su flanco izquierdo por una magnífica formación de cantiles yesíferos, qué continúan hacia la finca del Piul. A su derecha por la vegetación de ribera del río Jarama. En una de sus orillas se encuentra la inmensa mole de la fábrica de vigas de hormigón de Padacar cerrada desde 2003. En el perímetro de la laguna está el Centro de Educación Ambiental del Campillo. Lugar de referencia para conocer la flora, fauna y geología de este espacio protegido. Por último, a la entrada la laguna se encuentra las vías del tren turístico de Arganda, qué actualmente hace el recorrido desde la laguna, hasta la estación de la Poveda en Arganda del Rey.

(Vías del Tren de Arganda en las inmediaciones de la Laguna del Campillo).

Con esta variedad de ecosistemas, la fauna avícola es muy rica en especies. En la zona de los cantiles podemos observar grajillas, chovas piquirrojas, collalbas negras, mochuelos comunes o búhos reales. En el bosque de ribera tórtolas comunes, martín pescador, oropéndola, pico picapinos y pájaro moscón. En la laguna, garza real, cormorán grande, cuchara europeo, cerceta común y ánade friso. Posee uno de los dormideros más grandes de garcillas bueyeras, gaviotas sombrías y reidoras de la Comunidad de Madrid.
La ruta propuesta es una ruta circular de 2 horas de duración y de dificultad baja. Ideal para hacerla con niños, pues no presenta ninguna dificultad, visitando la laguna, los cantiles y pinar del Piul, el centro de interpretación, y el río Jarama.

(Ruta circular de 2 horas de duración y dificultad baja por la Laguna del Campillo).

Accesos a la Laguna del Campillo:
-En coche. Autovía A3 salida 19. 27 minutos desde Madrid.
-En autobús. Línea 334 Conde de Casal-Rivas Pueblo. 30 minutos desde Madrid. Luego desde la parada debemos andar 25 minutos hasta la entrada a la laguna.
-En Metro. Línea 9. Paco de Lucía-Arganda del Rey. Nos bajaremos en la estación de Rivas-Vaciamadrid.  Desde la estación de Puerta de Arganda 16 minutos. Luego desde la parada de Rivas-Vaciamadrid, andar 25 minutos hasta la entrada a la laguna.
-En bicicleta. Desde la estación de Rivas-Vaciamadrid. La ruta circular se puede hacer en bici sin problemas.
Este es el relato de una ruta qué realicé a finales de Octubre de 2016.
Decidí acercarme un día entre semana a la Laguna del Campillo. El día amenazaba lluvia, así que me permitiría visitar este lugar sin la masificación de los fines de semana, razón por la que visito más la Laguna del Soto de las Juntas. El trasiego de ciclistas, gente en el merendero y pescadores hace que muchos días la fauna se muestra más esquiva.
Tras los 25 minutos de rigor andando desde la parada del Metro, llegué a la entrada de laguna, donde están las vías del tren de Arganda. La inmensa mole de cantiles yesíferos qué flanquea la laguna me quedaba a mi izquierda. Se encontraban muy mojadas por las lluvias de los pasados días, y había habido algún pequeño desprendimiento, arrastrado por la fuerza de las aguas.
Tenía dos opciones: o seguir el camino qué estaba pegado a la vía del tren y cercano a la orilla de la laguna, o seguir la carretera de camino a la finca del Piul. Opté por esta segunda opción, para tratar de ver algo de fauna rupícola de los cortados de yeso.
La primera especie de la lista fue un majestuoso petirrojo europeo qué cantaba enérgicamente con el pecho hinchado sobre las ramas de un chopo.

(Petirrojo europeo, erithacus rubecula).

En lo alto, a través de las nubes qué amenazaban lluvia, comenzaron a levantar las primeras cigüeñas blancas procedentes de las colonias cercanas de las Lagunas del Porcal y de las antenas de Arganda del Rey.
Poco a poco me fui pegando a los cantiles, y entre las oquedades de los yesos, fueron a posarse dos urracas.

(Urraca, pica pica).

Los primeros conejos comenzaron a hacer su aparición corriendo a refugiarse entre las formaciones de los ontinares y jabunares.
Me paré un momento a hacer una barrida por los cantiles a ver si veía a alguna collalba negra. No hubo suerte, pero después de unos minutos de insistencia, logré observar a varios colirrojos tizones y una curruca cabecinegra.

(Colirrojo tizón, phoenicurus ochruros).

Seguí mi camino contemplando embelesado los imponentes farallones de yeso, qué parecían sacados de una película del salvaje Oeste. En algunas zonas se notaba la presencia de pequeños acuíferos porque la vegetación cambiaba de pequeños arbustos gipsófilos, a tarayes, juncos e higueras.
En un pequeño retamal había mucho movimiento de pequeños pajarillos. Con un vistazo con los prismáticos salí de dudas al comprobar qué se trataban de mosquiteros musicales, en paso post-nupcial.
Por encima de los cantiles comenzaban a aparecer pequeños bandos de palomas torcaces de camino a la laguna, y al bajar los prismáticos dos pequeñas pelotitas negras con un tono blanco se posaron sobre un espolón de yeso. Al verlas la cola blanca en forma de t no había duda. ¡Por fin cayeron las collalbas negras!
Me interné en el pinar del Piul. Por una vez me lo encontré sin basuras, y el hecho de que no hubiese gente en los merenderos me animó a hacer una espera en busca de paseriformes. Primero observé un pequeño grupo de jilgueros en la copa de un gran pino, y al rato el reclamo de un carbonero común, delató su presencia.

(Carbonero común, parus major).

A mi derecha se me mostró como imagen impactante la desmesurada fábrica de vigas de hormigón de Padacar. Entre una fila de vigas vi una sombra qué se movía. Al principio pensé que se trataba de un perro qué custodiaba la fábrica. Pero cuando dejó ver su enorme cola ya me puso en alerta. Si, ¡se trataba de un zorro común! La imagen no podía ser de lo más pintoresca. Un inquieto zorrillo paseándose a sus anchas por un mar de vigas de hormigón. Lo que demuestra el carácter adaptativo de este pequeño carnívoro oportunista.
Bajé corriendo a la vía del tren para intentarle echarle una foto, pero se movía con mucha soltura esquivando las vigas de hormigón. Tras varias fotos infructuosas, cruzó una valla metálica para perderse en la orilla de la laguna. Poco después comencé a oír un incesante graznido procedente de los cantiles. Ruidosas grajillas occidentales volaban en dirección a la fábrica de vigas.
Volvía a oír el graznido sobre el techo de la fábrica y dirigí mis prismáticos aquella zona. Me llevé una buena sorpresa al comprobar qué lo qué graznaba eran dos revoltosas chovas piquirrojas.

(Chovas piquirrojas, pyrrhocorax pyrrhocorax)

Comencé a subir una pequeña loma qué me llevaría a un pequeño barranco formado por la erosión de un pequeño arroyo.
Tras atravesar varias trincheras de la Guerra Civil llegué al barranco con un paisaje muy atractivo desde el punto de visto botánico.
Los taludes del barranco estaban jalonados por varias especies de arbustos gipsófilos como gayombas, efedras, y retamas de bolas. También había sisallos, ontinas, jabunas, romero, y entre tanta maraña de arbustos, algunos pinos carrascos.

(Los cerros yesíferos qué rodean la Laguna del Campillo poseen una flora botánica gipsófila muy interesante, con algunas especies endémicas).

Comencé a escuchar el canto de las currucas, pero era difícil ver de qué especie se trataban. Continuaba el goteo de colirrojos tizones y mosquiteros musicales.
Oteando con los prismáticos los cantiles, vi qué algo se movía entre un espartal. Cuál fue mi sorpresa al darme cuenta qué se trataba de ¡otro zorro! El segundo del día. Yo creo que su cara de asombro era más grande que la mía, porque estuvo un buen rato totalmente quieto observándome, lo qué me permitió sacarle varias fotos. Cuando se aburrió de mi presencia, subió con agilidad felina, bueno en este caso canina, los cantiles, para perderse en un pequeño desfiladero.

(Zorro común, vulpes vulpes).

Tras este encuentro tan reconfortante, tomé una pequeña vereda entre la entrada a la finca del Piul, y la fábrica de Padacar qué llevaría a la orilla de la laguna. Aquí el bosque de ribera se mostraba en todo su esplendor, con álamos, sauces y chopos de gran porte. De uno de ellos salió volando raudo y veloz un mirlo común.
Me acerqué sigiloso a la lámina de agua, pero no me di cuenta que a mi derecha tenía nadando dos fochas comunes qué escaparon chillando ante mi presencia. Este tumulto hizo qué se asustaran a la vez varias cercetas comunes.
Ya se dejaban comenzar a ver los primeros cucharas comunes, y pude fotografiar a un vistoso macho.

(Cuchara común, anas clypeata).

En un pequeño recodo qué hacía la laguna, había una formación mixta de ánades reales y frisos.
Proseguí rodeando la laguna en busca de un observatorio de aves qué recordé haber estado en mi última visita. Accedí al bosque de ribera por varias veredas, pero no había ni rastro del hide. Volví a la pista de tierra y justo antes de ver el Jarama, levantó del suelo un pito real ibérico.
Eché un vistazo al cauce del Jarama, sin recompensa alguna. El río bajaba con mucho caudal, gracias a las lluvias de los últimos días. Si seguía lloviendo en aquellos días, como ponían las previsiones, prometía un buen Otoño de agua, cosa que ya hacía falta.

(Río Jarama).

Continué caminando por la pista donde a sus lados había carteles explicativos con la flora qué se podía ver, en una agradable ruta botánica qué proponía el centro de educación ambiental. Tras unos metros de caminata llegué a la puerta del mismo centro qué ya se encontraba cerrado. Un poco más adelante se volvía a ver la laguna y allí pude ver el observatorio de aves. Estaba dentro del recinto vallado del centro de educación ambiental. Con razón no lo había encontrado antes.
Allí me quedé volviendo a apuntar mis prismáticos a la laguna. En una isla artificial había una garcilla bueyera de las primeras en llegar a sus dormideros.
Comencé a oír el inconfundible canto del pico picapinos y en un rato le localicé subido en lo alto de la copa de un chopo seco.

(Pico picapinos, dendrocopos major).

Instantes después llegué a una antigua instalación de medición del cauce del río ahora abandonada. Una pasarela metálica permitía cruzar el río hasta la mitad de su cauce. Allí pude ver a dos cormoranes grandes nadando, intentando remontar el cauce, qué bajaba con mucha fuerza.
Más arriba del río, entre un carrizal estaba escondida una elegante garza real a ver si podía pescar algún pececillo incauto.

(Garza real, ardea cinerea).

De nuevo volví a la orilla de la laguna, y en un carrizal pude observar un herrerillo común. Muy cerca de este, en un arbusto había una gran algarabía producida por una gran concentración de gorriones morunos.

(Gorriones morunos, passer hispanioliensis).

Reanudé mi camino a la entrada de la laguna. Por el camino se me cruzó un cetia ruiseñor qué iba volando en dirección al río.
Decidí sentarme en un banco de madera para echar la última vista al humedal y comenzar a guardar las cosas en la mochila. Antes de guardar los prismáticos, un gracioso zampullín común cerraba la lista de esta jornada tan amena.
¡A qué esperáis para colgaros la mochila, los prismáticos y la cámara de fotos y disfrutar de este espacio tan interesante!
¡Felices avistamientos!
© Rafa Ac.
Para terminar, añado la lista de especies avistadas durante la ruta.

FAUNA DE LA LAGUNA DEL CAMPILLO
AVES
MAMÍFEROS
Ánade friso
Conejo
Ánade real
Zorro común
Carbonero común
Cerceta común
Cetia ruiseñor
Chova piquirroja
Cigüeña blanca
Colirrojo tizón
Collalba negra
Cormorán grande
Cuchara común
Curruca cabecinegra
Focha común
Garcilla bueyera
Garza real
Gorrión moruno
Grajilla occidental
Herrerillo común
Jilguero
Mirlo común
Mosquitero musical
Paloma torcaz
Petirrojo europeo
Pito real ibérico
Zampullín común

miércoles, 19 de octubre de 2016

RUTA POR RIVAS-VACIAMADRID Y GETAFE

RUTA POR RIVAS-VACIAMADRID Y GETAFE
CAMINO DE LA ALDEHUELA A VACIAMADRID.

Del Puente de Arganda a la Iglesia de Perales del Río. Por los caminos del Parque Regional del Sureste.

Hubo un tiempo no muy lejano en el que la trashumancia vivió un gran esplendor en la Comunidad de Madrid. Miles de cabezas de ganado, fundamentalmente ovejas merinas, junto a mastines y burros, guiados por aguerridos pastores, cruzaban el Parque Regional del Sureste a través de la Cañada Real o Galiana, camino de los agostaderos del Valle de Alcudia en tierras de Ciudad Real. En otoño el viaje era desde las tierras altas de La Rioja hacia las infinitas dehesas de este valle castellano-manchego. En verano, los rebaños hacían el camino inverso en busco de los ricos pastos del norte peninsular.
Hoy la trashumancia en Madrid ha quedado reducida a su mínima expresión. Pocos rebaños quedan en los municipios del Parque del Sureste como en Pinto, Getafe, o San Martín de la Vega, y barrios del Sur de la capital como Vicálvaro o Vallecas.
La trashumancia de hoy se ha convertido en trasterminancia, donde los últimos guardianes de un trabajo milenario, llevan a pastar sus rebaños entre municipios colindantes.
La trashumancia es una actividad fundamental para la conservación de los hábitats y de la fauna qué los habita. Los beneficios de esta milenaria actividad son entre otros: el fomento de la cría y conservación de especies ganaderas autóctonas, la dispersión de semillas qué se pegan a la lana de las ovejas, las reses muertas son alimento para las aves carroñeras, o la prevención de incendios forestales por el pastoreo. Otro factor importante es el legado cultural qué nos aporta esta ocupación. Abrevaderos, descansaderos, majadas, y una red de cañadas reales, cordeles y veredas qué son auténticos corredores ecológicos para la fauna, y qué actualmente se pueden aprovechar para actividades de ocio y esparcimiento sostenibles como el senderismo, el cicloturismo o el avistamiento de aves.
Parte del Parque Regional del Sureste es cruzado por la Cañada Real Galiana. La zona de Coslada, Rivas-Vaciamadrid y Getafe es la más deteriorada, ocupada por infraviviendas y focos de acumulación de vertidos. A partir de Pinto, y hasta Torrejón de Velasco, antes de internarse en tierras toledanas, su situación mejora ostensiblemente.
Cuenta también el Parque del Sureste, con un sinfín de cordeles y veredas, y es atravesado también por el camino histórico de Uclés, y el GR-124 o Senda Real.
La ruta propuesta es una ruta lineal desde el Puente de Arganda cercano a la Laguna del Campillo y fin en la Iglesia de Perales del Río (Getafe), visitando el río Jarama, arroyo de los Migueles, puente de casa Eulogio, olmeda de Casa Eulogio, Casa Eulogio, arroyo Culebro, Convento Trapense de la Aldehuela, Cañada Real Galiana e iglesia de Perales del Río. La duración es de 3 horas y 45 minutos y de dificultad alta debido a la distancia del recorrido de unos 19 kilómetros de longitud. Se recomienda hacer la ruta en Otoño o Invierno ya qué hay zonas donde hay poca sombra, y deberemos ir provistos de agua, ya qué no hay ninguna fuente en todo el recorrido.

(Ruta de 3 horas y 45 minutos de duración de dificultad alta entre Rivas-Vaciamadrid y Getafe).

Accesos a Puente de Arganda.
-En coche. A-3 salida 21, y luego hacer un cambio de sentido en la M-832. 26 minutos desde Madrid.
-En autobús. Autobuses 312 y 312 A Madrid-Arganda. 15 minutos desde Madrid.
-En Metro. Línea 9. Rivas-Vaciamadrid. Luego desde la parada de Metro hasta el Puente de Arganda andar 25 minutos.
-En bicicleta. Desde la estación de Rivas-Vaciamadrid. La ruta entera se puede hacer en bicicleta, y en Perales del Río se puede coger el carril bici Villaverde-San Martín de la Vega.
Accesos a Perales del Río.
-En coche. A-4 salida 9 y posteriormente coger la M-301. 26 minutos desde Madrid.
-En autobús. Línea 411. Madrid-Perales del Río. 45 minutos desde Madrid.
Línea urbana 4. Hospital de Getafe-Perales del Río. 45 minutos desde Getafe.
-En bicicleta. Por el carril bici Villaverde-San Martín de la Vega.
Este es el relato de una ruta qué realicé a mediados de Octubre de 2016.
El autobús 312 me dejó en una cuneta de la A-3. Era un día nublado con temperatura agradable. El día anterior había llovido, y las aves estaban ansiosas por salir para recuperar el día perdido por la lluvia, así que presagiaba un buen día de observaciones.
Subí la pasarela del puente que cruza  la autovía A-3 con unas buenas vistas de los cantiles de la Marañosa y las Lagunas del Porcal. Allí en sus campos de barbecho había una espectacular concentración de cigüeñas blancas procedente de las antenas telefónicas de Arganda del Rey. Por encima de los cantiles de la Laguna del Campillo grandes bandadas de estorninos negros se dirigían en acrobáticas formaciones, a las Lagunas del Porcal.

(Cigüeñas blancas, ciconia ciconia, en las lagunas del Porcal).

Los tarayes del Puente de Arganda ya comenzaban a cambiar su color por los tonos otoñales, y entre sus ramas de escondían multitud de gorriones comunes.
Aproveché qué cruzaba el puente para asomarme a la orilla del Jarama. No había mucho movimiento y sólo pude sumar una focha común.

(Río Jarama en el Puente de Arganda).

Continué mi camino pegado a las vías del tren a Arganda. En lo alto de la catenaria había un papamoscas cerrojillo, de los últimos en paso post-nupcial.
Continué por una pequeña vereda qué me llevó a una piscina abandonada, antes de cruzar por debajo el puente de la A-3. En lo alto de un chopo cantaba animosamente un diminuto mito.
La vereda qué cruzaba el puente por debajo acababa en una zona de construcciones abandonadas dignas de una película de terror. La acumulación de basura era escandalosa. Desde aquí aprovecho para hacer una llamada a las administraciones para qué limpien este punto negro dentro de un espacio protegido.
Entre basuras y olmos con un estado de conservación lamentable sumé a la lista una urraca y un pinzón vulgar.
Tras una buena caminata llegué a la entrada de la Laguna del Soto de las Juntas, para tomar la carretera en dirección a Protección Civil. Allí estaba una de las imágenes icónicas del Parque del Sureste, un antiguo fuerte abandonado, usado para una antigua película del Oeste, y detrás de él, los famosos cantiles de la Marañosa. La imagen qué precisamente ilustra la portada de este blog.

(Entrada a la laguna del Soto de las Juntas en el Parque del Sureste, al fondo los cantiles de la Marañosa).

Según avanzaba por la carretera veía los estragos qué produjo el incendio del pasado verano en los cantiles de la Marañosa, donde se llevó por delante un importante bosque de pino carrasco muy antiguo.
Tras unos metros la vegetación de ribera se ensanchaba y permitía la vista de un meandro del Manzanares. Allí había dos patos nadando qué con el contraluz no adivinaba de qué especie se trataba. Cuando pude esquivar los rayos del sol me llevé una sorpresa al comprobar qué se trataban de dos hembras de pato colorado. Tras ellas bajaban nadando tres machos de ánades reales.

(Hembas de pato colorado, netta rufina).

Para acortar un poco el camino decidí tomar un atajo, y cogí una pista de tierra qué me llevaría a la depuradora Sur-Oriental. Entre zonas de barbecho y cardos sólo pude ver un par de jilgueros y compensé la falta de suma de nuevas especies con las magníficas vistas a los cantiles de la Marañosa.
El camino terminaba otra vez en la carretera a Protección Civil, y allí encima del puente sobre el arroyo de los Migueles eché un vistazo. El arroyo estaba reducido a su mínima expresión, apenas un pequeño hilillo de agua entre tantas rocas, esperando con ansiedad las necesitadas lluvias otoñales.
En el tejado de la depuradora se arremolinaban una buena bandada de tórtolas turcas.

(Tórtola turca, streptopelia decaocto).

La parte izquierda de la carretera era jalonada por una sucesión de estepas de gran belleza paisajística y allí pude observar varias cogujadas comunes.
Después de abandonar la depuradora, y antes de llegar a Viveros Ángel, en una zona de barbecho, muy mimetizadas, vi un pequeño grupo de perdices rojas qué salieron volando cuando notaron mi presencia.
Después de pasar la finca el Palomar, donde había un pequeño bosquete mixto de pinos carrascos y piñoneros, el paisaje volvía a convertirse en una sucesión de cerros yesíferos. De una vaguada salió volando majestuosamente, un gran busardo ratonero y tras él le llegó el turno a varios milanos reales.

(Milano real, milvus milvus).

Entre las formaciones de ontinares y jabunales de la zona de estepa se oían los cantos de las currucas, aunque estaban tan bien camufladas qué en todo el trayecto hasta Protección Civil, no pude ver ninguna.
Al llegar al imponente edificio de protección civil, posada sobre su techo, había una lavandera blanca oteando el horizonte.
Tomé el camino de la izquierda para dirigirme al puente de Casa Eulogio. Allí comencé a ver las primeras reses bravas, en esos prados una gran congregación de gorriones morunos se estaban dando un buen festín con los insectos qué iban levantando los toros.
Al subir al puente decidí hacer una pequeña espera desde su barandilla. El Manzanares bajaba con fuerza haciendo pequeñas cascadas. Como un pequeño proyectil pasó volando raudo y veloz un valiente andarríos chico.
Cambié de barandilla y en la otra orilla del río pude observar unos cuantos ejemplares de ánades frisos y un andarríos grande.
Pasando el puente, a su izquierda se encuentra una pequeña olmeda de olmo común, con árboles de gran porte, qué hasta hace pocos años aguantó el azote fatal de la grafiosis, tanto qué esta fue la olmeda más estudiada de España. Desgraciadamente algunos ejemplares ya han enfermado, aunque en líneas generales la olmeda goza de buena salud.

(Olmeda de ulmus minor en casa Eulogio).

Ya se veía al frente al finca de Casa Eulogio. El camino actualmente está cortado por una barrera, asunto muy polémico, ya qué se trata de un camino público, y qué no es el primer ejemplo qué veo de este estilo. Entiendo qué esté prohibido el paso a la finca, pero cerrar un camino de patrimonio público no es de recibo. Con cierto enfado por este nuevo atentado contra nuestro patrimonio natural tomé el camino de la derecha en dirección a Perales del Río. El camino se adentraba en un atractivo pinar de pino carrasco de repoblación.

(Pinar de pino carrasco, pinus halepensis).

La pista de tierra ganaba algo de altura, lo que permitía disfrutar de unas buenas vistas de los cerros yesíferos del Manzanares, el propio río y el arroyo Culebro. Allí abajo, en una zona de cultivo una buena bandada de palomas torcaces se estaban dando llenando el buche con los granos del campo de cereal.

(Palomas torcaces, columba palumbus).

El calor y los kilómetros acumulados ya comenzaban a hacer mella, y eso qué la pista de tierra tenía muy buen firme y era de agradecer.
Las cunetas de la pista de tierra eran flanqueadas por plantaciones de almendros, algunos con gran planta, y entre sus ramas se refugiaban del sol de la tarde unos inquietos mosquiteros comunes y otros tantos verdecillos.
El paisaje era muy variado y atractivo. Tan pronto te encontrabas con una estepa llena de arbustos, como con un pinar cerrado o una cantera abandonada colonizada por arbustos y aprovechada para qué los conejos hiciesen sus conejeras lejos de sus depredadores potenciales. Esas canteras abandonadas me daban qué pensar sobre el enorme potencial qué tenían si se convirtiesen en una laguna artificial. Ahí dejo la iniciativa.
La concentración de milanos reales era cada vez más creciente, y eso me hizo recordar que por aquella zona se encontraban uno de los dormideros de milanos más grandes de la Comunidad de Madrid.
Un pequeño camino se desviaba a mi izquierda y dudaba si tenía que tomarlo, pero ya veía al fondo el Cerro de los Ángeles, mi punto de referencia, así qué no había pérdida, había qué seguir el camino todo recto.
El paisaje a mi derecha daba un cambio radical. Grandes campos de maíz qué luego daban paso a dehesas de fresnos y prados donde pastaban las reses bravas. Allí respondí a mi pregunta de esa gran concentración de milanos reales. Una espectacular mole de basura a modo de cerro testigo se elevaba sobre el paisaje colindante. No había duda, aquello era el vertedero de Valdemíngomez, fuente de alimento para especies como milanos reales, cigüeñas, urracas, o gaviotas reidoras.
El camino volvía a subir una importante loma coronada por un gran retamal. En una de estas retamas estaba posado un alcaudón real meridional. Seguí avanzando por el retamal, y pude ver varias tarabillas comunes.

(Alcaudón real meridional, lanius meridionalis).

Al bajar la loma me topé con un gran pinar donde vi un pícido volar a gran velocidad pero no me dio tiempo a ver de qué especie se trataba. Ya se veían las ruinas del Convento de la Aldehuela. Decidí echar un vistazo, atravesando una zona de la valla qué estaba rota. El aspecto del convento era fantasmagórico, digno de una película de miedo. Entre la acumulación de basura, y la amenaza de qué me cayera algún cascote, decidí verlo desde fuera. Un lugar de triste recuerdo por el adolescente qué murió en una rave consumiendo estramonio. Yo prefería pensar qué esas ruinas serían mejor aprovechadas para lechuzas, mochuelos o murciélagos. Tengo pendiente una visita con más calma a aquel lugar, ya que soy muy fan de los lugares abandonados.

(Ruinas del Convento Trapense de la Aldehuela del siglo XIX).

Vadeé el puente sobre el arroyo Culebro. En este tramo final del arroyo, casi antes de desembocar en el Manzanares, bajaba con mucho caudal, propiciado por los aportes de la depuradora cercana. Al girar a la derecha del camino la imagen qué me encontré no podía ser más impactante. Al fondo la gran masa de basura del vertedero de Valdemíngomez. En unos prados cercanos con pequeñas lagunas donde pastaban las reses bravas, una llamativa concentración de miles de cigüeñas blancas, mezcladas con estorninos negros, avefrías europeas, y urracas. Hice un barrido con los prismáticos a ver si entre tanta cigüeña blanca se escondía algún intruso. Y allí encontré agazapada una garcilla bueyera. Mientras, cientos de gaviotas reidoras comenzaban a sobrevolar el vertedero en busca de comida.

(Concentración de cigüeñas blancas, ciconia ciconia).

Proseguí mi camino pegado a la orilla del Culebro y en lo alto de un poste de la luz había posada una lavandera cascadeña.
Transitando por la camino a mi derecha se iba repitiendo el patrón del paisaje, prados inundados con dehesas de fresnos ocupados por toros, cigüeñas blancas, estorninos, milanos reales y avefrías. Entre estas con mucha paciencia con los prismáticos saqué un zorzal común para la lista. Muy cerca de este, en un fresno seco, descansaban unas ruidosas grajillas occidentales.
Aceleré el paso ya que no quería perder el autobús de vuelta a Madrid. Por fin llegué a la carretera M-301, y aproveché un camino pegado al carril bici para no preocuparme de los coches.
Al fondo ya veía la iglesia de Perales del Río, pero con lo cansado que ya iba después de tantos kilómetros andando, parecía qué la iglesia de alejaba más y más.
Decidí no guardar los prismáticos hasta llegar a la iglesia por si veía algo interesante ya qué comenzaba a caer el sol, por si aparecía alguna rapaz nocturna. No apareció ninguna, pero por lo menos pude apuntar a la lista unas inesperadas alondras totovías.
Mi ruta acaba en la misma iglesia de Perales del Río contemplando los nidos de cigüeña blanca qué habían construido sobre ella.

(Iglesia de los Santos Justo y Pastor del siglo XVIII, Perales del Río, Getafe).

¡A qué esperáis para calzaros las botas y colgaros la cámara de fotos y los prismáticos y disfrutar de este espacio natural tan interesante!
¡Felices avistamientos!
© Rafa Ac.
Termino mi relato añadiendo la lista de especies vistas durante la ruta.

FAUNA DE LA ALDEHUELA-RIVAS VACIAMADRID
AVES
MAMÍFEROS
Alcaudón real meridional
Conejo
Alondra totovía
Ánade friso
Ánade real
Andarríos chico
Andarríos grande
Avefría europea
Busardo ratonero
Cigüeña blanca
Cogujada común
Estornino negro
Focha común
Garcilla bueyera
Gaviota reidora
Gorrión común
Gorrión moruno
Grajilla occidental.
Jilguero
Lavandera blanca
Lavandera cascadeña
Milano real
Mito
Mosquitero común
Paloma torcaz
Papamoscas cerrojillo
Pato colorado
Perdiz roja
Pinzón vulgar
Tarabilla común
Tórtola turca
Urraca
Verdecillo
Zorzal común