jueves, 24 de mayo de 2018

RUTA POR VALDILECHA Y CAMPO REAL


Sisón común. Réquiem por una especie que se nos va.

Una de las especies de aves que ha sufrido un declive sobrecogedor en sus poblaciones, es el sisón común. En apenas 20 años sus efectivos, han caído en picado en torno a un espeluznante 76%, lo que puede provocar, que en pocos años pueda pasar a la categoría de “ave no común”.
Este trágico descenso también se ha dejado sentir en la Comunidad de Madrid. Antaño común incluso en la periferia de la ciudad de Madrid, se podía ver en los años 70 en Villa de Vallecas incluso, ha ido desapareciendo paulatinamente de su área histórica distribución de la zona Sur de la Comunidad. Hoy existen pequeños reductos fragmentados en los municipios de Brunete, Torrejón de Velasco o Pinto.
La desaparición gradual en la zona Sur de Madrid, tiene mucho que ver por el proceso urbanizador que han sufrido muchos de sus municipios.
Los clásicos paisajes de estepas cerealistas se han visto ocupados por autopistas, vías de Alta Velocidad, polígonos industriales, urbanizaciones, o vertederos. A este desmesurado proceso urbanizador hay que añadir otros factores como la caza, las molestias que sufre, y quizás como factor más importante, la reforma agraria, donde la PAC (política agraria comunitaria) ha acelerado su declive poblacional.
Transformando la agricultura tradicional, por otra más intensiva, provocando que la desaparición de lindes y barbechos, lugares ideales para el sisón, así como la multiplicación de herbicidas y pesticidas, que afectan de la misma manera, a otras especies esteparias.
Resulta curioso, como la mayoría de población reproductora de sisón en Madrid, se ha mudado desde su zona histórica de la “ZEPA estepas cerealistas del Henares y Jarama” y otras zonas de sur metropolitano, a la “IBA la Alcarria Madrileña”. Concretamente, al triángulo que forman los municipios de Campo Real, Nuevo Baztan, y Valdilecha.
En los alrededores del pueblo de Campo Real, aún se pueden encontrar zonas de estepas de cultivos cerealistas, prácticamente sin alterar, donde los machos reproductores pueden buscar a las hembras para el cortejo, y donde en los meses invernales se producen grandes concentraciones mixtas de ejemplares.
Ficha técnica de la ruta.
-Punto de inicio. Calle Alcalá, Valdilecha.
-Punto de fin. Calle Nuestra Señora del Castillo, Campo Real.
-Distancia: 10 kilómetros.
-Tipo de ruta: lineal.
-Desnivel. Punto más alto 786 metros. Punto más bajo 701 metros.
-Dificultad. Media.
-Duración: 4 horas con paradas para la observación de aves.
-Patrimonio cultural: ermitas de Virgen de la Oliva del siglo XVII, y ermita de San José, Valdilecha.
 Iglesia Nuestra Señora del Castillo, siglos XIV a XVII, Campo Real.
-Patrimonio natural: estepas cerealistas de la “IBA la Alcarria Madrileña”.

(Ruta lineal de 4 horas de duración y dificultad media entre los municipios de Valdilecha y Campo Real).

-Accesos a Valdilecha.
-En coche. Autopista A3 (Madrid-Valencia) hasta la salida 35. Luego coger la M-200 y posteriormente la M-229. 40 minutos desde Madrid.
-En autobús. Línea 313 (Madrid Conde de Casal, Valdilecha). 1 hora y 15 minutos.
-En bicicleta. Vía verde del Tajuña. Arganda del Rey-Carabaña. 1 hora y 20 minutos. Carabaña-Valdilecha 41 minutos. Por el Camino de Carabaña y Calle Cuesta.
-Al llegar a Campo Real para volver a Madrid, podemos coger otra vez la línea de autobús 313, y las líneas 320 y 321, que nos llevarán a Arganda del Rey.
Recomendaciones para la ruta.
-Las épocas ideales para realizar la ruta son invierno y primavera.
-Llevar agua, pues no hay fuentes durante del recorrido, desde que salgamos de Valdilecha, hasta que lleguemos a Campo Real.
-No nos saldremos de los caminos. Transitaremos por una zona de hábitat de especies esteparias muy sensibles. Y tener más precaución en época de apareamiento y reproducción.
-Si hacemos el recorrido a la inversa, evitaremos el tramo de pendiente ascendente.
Este es el relato de una ruta que realicé a finales del mes de Abril.
Una semana después de mi anterior visita a la Alcarria Madrileña, decidí volver para quitarme el sinsabor de boca por no haber visto los sisones.
Era todo un reto, si sumábamos que el sisón cada año que pasa es una especie más escasa desgraciadamente, y que el cereal por aquellas fechas comenzaba a estar muy alto. Pero como siempre he dicho, si vas al hábitat natural de una especie en concreta, y en las fechas indicadas, como la época de celo, multiplicas tus posibilidades.
Cuando me propongo un “reto pajarero”, no cejo en el empeño hasta lograrlo, y aquel día estaba convencido que a la segunda oportunidad iba a tener éxito.
El día era muy propicio para la excursión. Aunque iba a visitar la zona por la tarde, el día nublado, y algo fresco me iba ayudar a llevar mejor el calor,  por las estepas cerealistas de Valdilecha y Campo Real.
Esta vez iba a comenzar la ruta en el pueblo de Valdilecha, uno de los vértices que forman el imaginario triángulo de la zona de reproducción del sisón común, junto a Campo Real y Nuevo Baztán.
Tras algo más de 1 hora de recorrido de autobús, llegué al coqueto pueblo de Valdilecha. Comencé a subir por  su calle principal, flanqueada por vistosas casas con fachadas encaladas, de la típica arquitectura manchega. Las golondrinas comunes fueron la primera especie que apunté en mi cuaderno de campo.
Comencé a subir una cuesta de gran pendiente que me llevaría a la atractiva ermita de la Virgen de la Oliva. Antes de llegar a esta, en el claro de un pinar pude ver varios verdecillos y que picoteaban el suelo con gran parsimonia.
En lo alto de un gran pino carrasco, cantaba con mucha energía un elegante ejemplar de macho de verderón común.
Tras una buena caminata de una pendiente que en algunos tramos se hizo algo pesada, llegué a la explanada de la ermita.
En lo alto de un tendido eléctrico arrullaba una tórtola turca.
Llegué a la sugerente ermita de la Virgen de la Oliva. Un encantador edificio de piedra, con contrafuertes, y un pequeño soportal.

(Ermita Virgen de la Oliva en el pueblo de Valdilecha).

Una pequeña nube de aviones comunes revoloteaba sobre su tejado, y entre sus tejas, unos cuantos gorriones comunes hacían sus nidos bajo ellas.
Subí al magnífico mirador, a la sombra de unos olivos, en los aledaños de la ermita. Espléndidas vistas se observaban desde él, del pueblo de Valdilecha, y parte del valle del Tajuña. Tras dedicar unos minutos a regocijarme con tan fastuosas vistas, y sacar las pertinentes fotos, proseguí con mi camino.

(Vistas del pueblo de Valdilecha, desde el mirador de la ermita de la Virgen de la Oliva).

Cerca de la ermita, había una fuente, que a modo de abrevadero servía para que el ganado bebiese, y punto de agua permanente para los pequeños pajarillos que habitaban en el entorno del pueblo.
La Calle de la Ronda estaba flanqueada por pinos carrascos y algunos aliantos. En las ramas de esta especie invasora había posada un colorido pinzón vulgar que muy confiado, se dejó fotografiar.

(Pinzón vulgar. Fringilla coelebs).

A pocos metros de la ermita Virgen de la Oliva, me topé con la pequeña ermita de San José, rodeada de pinos carrascos, donde estaban descansando un pequeño grupo de jilgueros.

(Ermita de San José en el pueblo de Valdilecha).

Al final de la Calle de la Ronda, justo en la entrada al cementerio, la carretera hacía una gran curva cerrada,  y su derecha salí una pista pegada a la tapia del cementerio, que me llevaría a la zona esteparia.
Tras dejar un gran pinar de pino carrasco de repoblación, el paisaje iba transformándose en una sucesión de olivos y viñedos con pequeñas manchas de coscojar.

(En los inicios de la ruta nos encontraremos con olivares, viñedos y coscojares).

En los viñedos comenzaron a aparecer multitud de conejos, unas cuantas urracas, y un macho de mirlo común.
Después de una pequeña pendiente, el camino volvía a girar a mi derecha, y tras dejar a mis espaldas las vistas del valle del Tajuña, me encontraba en una gran planicie a modo de meseta, donde comenzaba la zona esteparia, y donde comenzaría a rastrear la zona en busca de los sisones.
La imagen no podía ser más bucólica. Las generosas lluvias del mes de Marzo y parte de Abril, había vuelto a llenar de vida y color la castigada estepa, después de años de una sequía tan devastadora. El verde del cereal se extendía varios kilómetros a modo de una alfombra infinita sin solución de continuidad, solo rota por algunas manchas de coscojares, almendros y majanos. Y encima de uno de ellos pude ver con los prismáticos una collalba gris.

(Estepas cerealistas de Valdilecha).

Las aves comenzaban a animarse, a pesar de que empezaba a apretar el calor. Entre los cultivos una bandada de palomas torcaces picoteaban incansables en busca de granos de cereal.
Volví a girar otra vez a la derecha, y poco después el camino se bifurcaba en dos. Uno que llevaba a la cantera de Valdilecha, y otro conocido como el Camino de Valdilecha a Alcalá que se adentraba más en la zona esteparia, y ese era el que más me interesaba. Así que decidí tomar este último para tentar la suerte con los sisones.

(Camino de Valdilecha a Alcalá).

Comencé a avanzar por esta pista con un buen firme que mis pies lo agradecieron, después de subir la pendiente desde Valdilecha. Según iba atravesando los campos de cultivos me iban saliendo algunas aves esteparias como calandrias comunes y cogujadas comunes.
En una pequeña formación de almendros había abandonado un coche completamente calcinado. Su imagen distorsionaba, a modo de película futurista-apocalíptica, el atractivo paisaje estepario.
Abandoné esta grotesca escena, y decidí distraerme con el canto melodioso de los escribanos trigueros que cantaban posados en las ramas de un almendro cercano.

(Escribano triguero. Miliaria calandra).

Poco después, el camino descendía en una suave pendiente, y a escasos metros me encontré una especie de pista de aterrizaje, que la verdad no pintaba mucho en aquel ambiente estepario. Tentado por la curiosidad me acerqué a los carteles que había a su entrada y salí de dudas al leer que se trataba de una pista dedicada al aeromodelismo.
Desde la atalaya de un majano, un inquieto conejo, me observaba con mucha curiosidad a dos patas, lo que le daba una graciosa imagen, un tanto chulesca.

(Conejo. Oryctolagus cuniculus).

Aunque seguía nublado, las horas centrales del día comenzaban a hacer mella, y la reverberación ya empezaba a molestar un poco a la hora de observar las aves. Así, a lo lejos, vi planear la primera ave rapaz. Al principio dudé si se trataba de un milano real. Eran unas fechas un poco tardías, aunque siempre por las zonas más llanas de la Comunidad de Madrid se suelen quedar algunos rezagados. Después dudé de si era un milano negro. Cuando tuve una mejor luz, pude salir de dudas y comprobar que se trataba efectivamente de un milano real.

(Milano real. Milvus milvus).

A mi derecha tenía vistas a la impactante cantera de Valdilecha. Sus escarpes son el hábitat ideal para algunas especies rupícolas. Y poco tardaron en hacer acto de presencia las primeras especies. Pasaron volando una chova piquirroja, con su inconfundible canto.
Poco después le tocó el turno a dos grajillas occidentales, que volaban raudas y veloces como si escaparan de algún depredador alado.

(Grajillas occidentales. Corvus monedula).

En la parte izquierda del camino, había una zona de cultivo con una pequeña charca formada por las últimas lluvias, y allí casi sin darme cuenta había una hembra de avutarda común refrescándose del intenso bochorno que empezaba a fraguarse.  En seguida comenzaron a aparecer más avutardas. Primero dos machos y una hembra volando, y al rato, un macho dispuesto a hacer la rueda en uno viñedo cercano. Decidí no estar mucho tiempo allí para no molestarle, así que aceleré el paso para llegar al final de camino, con el cruce con el primer tramo de carretera.

(Macho de avutarda común. Otis tarda).

Justo antes de cruzar la carretera, pasó en vuelo rasante por la cuneta, un macho de aguilucho cenizo, quizás en busca de algún incauto ratoncillo.
Al cruzar la carretera, llegué a unas ruinas en un pequeño olivar, donde se ocultaban dos perdices rojas, qué salieron corriendo a toda prisa, cuando detectaron mi presencia.

(Perdiz roja. Alectoris rufa).

Las compactas nubes, poco a poco se iban abriendo, lo que iba animando a algunas rapaces a aprovechar las térmicas con aquel bochorno reinante.
Primero apareció un milano negro, y poco tiempo después les tocó el turno a dos busardos ratoneros.
La pista comenzaba a convertirse en una vereda, flanqueada por grandes zonas de cultivo. Un cartel de zona de reserva, ya me ponía en alerta, pues aquella zona prohibida para la caza, era la ideal para rastrear en busca del esquivo sisón. Y no estaba muy alejado de mi objetivo.
Comencé a oír una especie de silbido inconfundible. El reclamo del sisón es una corta nota chirriante, y comencé a oírlo con más intensidad.
En unos olivos cercanos, custodiados por un gran macho de avutarda común, vi pasar fugazmente una mancha negra, que por un momento pensé que se trataba del mítico sisón. De hecho seguía oyendo su reclamo, y dediqué un buen rato a rastrear aquel viñedo con los prismáticos, con gran impaciencia. Al final resultó infructuoso.
Con pesadumbre volví a retomar la vereda que me llevaría a cruzar el segundo tramo de carretera. Antes de abandonar aquella zona de cultivos, volví a hace otro barrido, y esta vez me centré en seguir a otro macho de avutarda, que con el cereal tan crecido, apenas se le veía la cabeza.
Y cuando comencé a seguirle en la zona del horizonte, el reclamo anterior se comenzó a hacer más nítido. Esta vez no había duda. Entre aquel mar de cereal, había algún sisón. Armado de paciencia, intenté seguir con la vista de donde provenía aquel reclamo. Aquella proeza de agudeza visual era como buscar una aguja en un pajar, pero la constancia al final da sus frutos.
Por donde estaba paseando el macho de avutarda, vi un punto negro, que al principio por la reverberación, lo asocié a una piedra. Pero al instante, ¡vi que esa piedra se movía! Y no sólo eso, si no que parecía, ¡que daba pequeños saltos! No salía de mi asombro. Allí a lo lejos, un macho de sisón común haciendo el cortejo, entre aquel mar de cereal.

(Macho de sisón común. Tetrax tetrax).

Allí estaba, contemplando una de las escenas naturales de la fauna ibérica más interesante de ver, y a la par desgraciadamente, cada vez más exigua.
Tuve tiempo para deleitarme varios minutos de por lo menos verle la famosa garganta negra que adquieren los machos en época de celo, e intuir que detrás de ese tupido campo de cereal, estaba cortejando a varias hembras.
Como es una especie muy delicada, y más en la época de celo, decidí dejarle tranquilo en sus menesteres amatorios y proseguir mi camino.
La vereda se estrechaba más y más, y en algunas zonas era invadida por la hierba. En uno de sus taludes pude encontrar cuatros grandes plumas de avutarda, que me las lleve a modo de recompensa por aquella buena jornada pajarera.
Llegué al segundo tramo de carretera, con la intención de coger la pista conocida como Camino a Arganda, enlazando parte del camino de mi anterior post de Pozuelo del Rey a Campo Real.
Cuando comencé a aproximarme aquella pista, me vi literalmente rodeado de avutardas. Como estaban en plena actividad de la rueda, decidí darme media vuelta y volver por donde vine, para enlazar con otra pista que salía al polígono de Campo Real. Esto me retrasaría mucho tiempo, haciéndome perder el autobús de vuelta y tener que esperar una hora. Pero como siempre he dicho, el bienestar de las aves, está por encima de cualquiera de nuestros planes.
El calor ya comenzaba a ser sofocante, y sólo tenía en mente llegar a Campo Real por lo menos para disfrutar de algo de sombra.
Nuevamente varios de grupos de avutardas me acompañaron por la pista al polígono industrial, y cuando ya creía que ya habría más sorpresas, en un pequeño barbecho pude observar otro macho de sisón común. Estaba vez lo podía ver nítidamente. Entraba y salía del barbecho, y resultaba curioso ver a sus espaldas las primeras naves industriales. Una imagen bastante chocante.
Tras dejar el polígono industrial y llegar a la parada del autobús, como aún me faltaba una hora para coger el siguiente, decidí acercarme a la Iglesia de Nuestra Señora del Castillo.
Al pasar la bonita plaza del Ayuntamiento, en una casa antigua pude ver un macho de colirrojo tizón.
Tras subir una pequeña cuesta, se alzaba ante mí, la icónica Iglesia de Nuestra Señora del Castillo, la imagen más famosa del pueblo.

(Iglesia Nuestra Señora del Castillo de Campo Real).

El sol comenzaba a ponerse por el Oeste, y la tarde iba dando paso a los mosquitos, y a sus depredadores naturales como los vencejos comunes, y un trempranero murciélago común, qué no tenía prisa porque se hiciese de noche.
Aproveche el magnífico balcón natural que ofrece el castillo, para deleitarme con unas bonitas vistas de Campo Real, y de la zona de la campiña y parte del sureste madrileño.
La caminata comenzaba a hacer mella, y me senté en la parada del bus. En la rotonda de la parada, un chillón grupo de estorninos negros, cerraban la lista de especies avistadas en aquella jornada tan interesante.
¡A qué esperáis colgaros los prismáticos y calzaros las botas, y disfrutar de este espacio natural, tan interesante!
¡Felices avistamientos!
© Rafa Ac.
Termino con la ya clásica lista de especies avistadas durante la ruta.
FAUNA DE VALDILECHA Y CAMPO REAL
AVES
MAMÍFEROS
Aguilucho cenizo.
Conejo
Avión  común
Murciélago común
Avutarda común
Busardo ratonero
Calandria común
Chova piquirroja
Cogujada común
Colirrojo tizón
Collalba gris
Estornino negro
Golondrina común
Grajilla occidental
Jilguero europeo
Milano negro
Milano real
Mirlo común
Paloma torcaz
Perdiz roja
Pinzón vulgar
Serín verdecillo
Sisón común
Tórtola turca
Urraca
Vencejo común
Verderón común







domingo, 13 de mayo de 2018

RUTA POR POZUELO DEL REY Y CAMPO REAL


Camino de Arganda del Rey. Sobre quesos y avutardas.

Siempre he sido un enamorado de la vida ganadera y pastoril. Me fascina todo lo relacionado con la trashumancia, las cañadas reales, cordeles y veredas, y las especies autóctonas de ganadería.
Esta pasión quizás sea propiciada porque mi pueblo se encuentra en la comarca pacense de La Serena, uno de los tres valles ganaderos más importantes de la Península Ibérica.
Esta cultura ancestral, que se inicia en los tiempos del Neolítico, aporta importantes beneficios medioambientales, culturales, y etnográficos, en aquellas zonas donde aún se practica la ganadería extensiva.
Las cañadas, cordeles y veredas son auténticos corredores ecológicos que interconectan espacios naturales, y son fundamentales para el intercambio genético entres especies animales y vegetales. Los rebaños de ovejas, son importantes dispersadores de semillas, que las llevan pegadas a su lana.
La ganadería extensiva favorece la cría de razas autóctonas, como nuestra afamada oveja merina, y que es la responsable de la producción de uno de los mejores quesos del mundo: el queso de Campo Real.

(El pueblo de Campo Real le debe su fama a sus agraciados quesos de oveja).

En este célebre pueblo de la comarca de la Alcarria madrileña se produce este exquisito queso.
Siempre he hecho campaña por el consumo de productos locales, pues reportan importantes beneficios como la creación de empleo, la reducción de gases de efecto invernadero al acortar sus redes de transporte, el uso de materias primas del lugar, y el fomento de especies autóctonas.
La fabricación de este excelente queso en el pueblo, garantiza el mantenimiento de las estepas cerealistas que rodean el municipio, que es donde pastan las ovejas merinas. Estas estepas cerealistas, son el hábitat de especies de aves esteparias tan amenazadas como la avutarda, el sisón, o el aguilucho cenizo.
Una de las mejores poblaciones de avutarda común de toda la Comunidad de Madrid, la encontramos en la IBA (área importante para las aves) de la Alcarria madrileña.
La avutarda común, el ave voladora más pesada del mundo después de la avutarda de Kori, llega a pesar hasta 18 kilos. Cuando llega la primavera, entorno de los meses Marzo y Abril, comienza su cortejo. Por estas fechas, podemos contemplar uno de los espectáculos naturales más fascinantes de la Península Ibérica, la famosa rueda de la avutarda.
Los machos en época de celo presentan los característicos bigotes o barbones. Se reúnen en “leks” para exhibirse con su famoso baile ante las hembras, hinchando su buche de manera prominente.

(La rueda de la avutarda, es una de los espectáculos naturales más fascinantes que podemos ver de la fauna ibérica).

La IBA de la Alcarria madrileña contiene la cuarta parte de la población de avutardas de toda la Comunidad de Madrid, y también es una zona esteparia de importancia crucial para otras especies amenazadas como el sisón común, o el aguilucho cenizo.
En sus 8.000 hectáreas de extensión con las que cuenta la IBA, se entremezclan olivares, viñedos y cultivos cerealistas, con pequeños bosquetes de coscojas, y prados de tomillo y cantueso, siendo el hábitat ideal para otras especies de aves como mochuelos comunes, lechuzas campestres, aguiluchos laguneros, terreras, calandrias, milanos negros, o collalbas grises, entre las más destacadas.
La ruta propuesta es una ruta lineal de 2 horas y media de duración y dificultad baja,  con inicio en el pueblo de Pozuelo del Rey, y final en el pueblo de Campo Real, visitando el Parque Municipal de Pozuelo del Rey, y a través del Camino de Arganda visitar una parte de la IBA, transitando por zonas de olivares, viñedos, almendros, coscojares y campos cerealistas.

(Ruta lineal de 2 horas y media de duración y de dificultad baja, entre Pozuelo del Rey y Campo Real).

Accesos a Pozuelo del Rey.
-En coche. Coger la A-2 Autovía Madrid-Barcelona y en la salida 23 tomar la M-300, y posteriormente la M-203, y por último la M-224. 25 minutos desde Madrid.
-En autobús. Línea 261. Madrid (Avenida de América-Villar del Olmo). 50 minutos desde Madrid.
Línea 321. Hospital de Arganda-Villar del Olmo. 25 minutos desde Arganda del Rey.
Como el final de la ruta termina en el pueblo de Campo Real, podemos coger allí las siguientes líneas de autobuses: la 313, que nos llevará a Madrid (Conde de Casal). La 320 de Alcalá de Henares a Arganda del Rey, y 321 Villar de Olmo a Arganda del Rey.
-En bicicleta. Coger la línea 9 de Metro hasta Arganda del Rey, y desde allí tomar el Camino a Arganda en dirección Campo Real, para terminar en Pozuelo del Rey. 1 hora 15 minutos.
Recomendaciones para la ruta.
-Evitar el verano. El recorrido cuenta con pocas sombras. La primavera es ideal para realizar la ruta para ver las avutardas y otras especies esteparias como el aguilucho cenizo. Invierno es buena época para ver las especies invernantes, así como el paso de grullas comunes.
-No salirse de los caminos. Visitamos una zona con especies tan sensibles como avutardas y sisones, especialmente en la época de celo y reproducción. La rueda la observaremos desde un hide, y a una distancia más que prudencial para no provocar molestias. Es muy recomendable llevar telescopio terrestre.
-El silencio es nuestro mejor compañero durante la ruta. Así evitaremos molestias innecesarias a las aves, y podremos identificarlas por sus cantos.
-Respetar las propiedades privadas y no molestar el ganado.
-Llevar agua. Desde que abandonemos el pueblo de Pozuelo, hasta llegar a Campo Real no podremos abastecernos de agua.
Este es el relato de una ruta qué realice el mes de Abril pasado.
Tercera semana de Abril, y por aquellas fechas, el objetivo de la ruta era poder ver el sisón común. Una especie que ha sufrido un dramático declive, desapareciendo de muchas zonas de la Península Ibérica. La principal  población reproductora ha emigrado a los alrededores del pueblo de Campo Real, procedente incluso de otras provincias como Toledo.
El otro aliciente era poder contemplar la rueda de la avutarda, ya que Campo Real, también tiene el privilegio de contar con una de las poblaciones de avutardas más importantes de la Comunidad de Madrid.

(Macho de avutarda común, en las estepas cerealistas de Campo Real).

Pozuelo del Rey me recibió con una mañana primaveral muy fresca, ideal para dar un largo paseo y disfrutar de sus bonitos paisajes. El sol comenzaba a salir por el Este, lo que me vendría bien, al tenerlo de espaldas y no entorpecerme en la búsqueda de aves esteparias.
Nada más abandonar la parada del autobús el revuelo de aves urbanitas era muy concurrido. Golondrinas comunes, aviones comunes, vencejos comunes junto a gorriones comunes componían una pequeña muestras de las aves estivales que nos acompañarían hasta finales del verano.
A este jolgorio y amalgama de aves, se unió un buen grupo de estorninos negros que se posaron en un tendido eléctrico, procedentes de los campos cerealistas cercanos.
En pocos minutos estaba en el coqueto parque municipal del pueblo. Allí había un bonito abrevadero, reminiscencia de su pasado trashumante.

(Abrevadero en el parque municipal de Pozuelo del Rey).

En un olmo cercano, había posadas dos palomas torcaces, y mientras me entretenía en fotografiarlas, pasó volando muy cerca una grajilla occidental.

(Paloma torcaz, columba palumbus).

Al final del parque comenzaba la pista del Camino a Arganda, una amplia pista ideal para pasear y montar en bici, que subía una pequeña loma.
Según ascendía por la loma, apareció la primera sorpresa de la mañana. Una madrugadora hembra de avutarda común que voló rauda y veloz por encima del casco urbano del pueblo. En ese momento no podría imaginar la cantidad de avutardas que iba a ver en esa mañana tan provechosa.
En lo alto de la loma se tenían unas magníficas vistas de los campos de Pozuelo del Rey. Y en la línea del horizonte, la inconfundible silueta del castillo de Campo Real, entre un mosaico de campos cerealistas, olivos, viñedos, y algún coscojar.

(La IBA "Alcarria madrileña" es un mosaico de estepas cerealistas, viñedos, olivares, y coscojares. Al fondo el pueblo de Campo Real).

El altozano era un magnífico mirador, y me chocó ver un grupo de cinco ánades reales sobrevolando por una zona esteparia. No me cuadraba su presencia, y me paré un rato a pensar de donde podrían venir, pues no veía ningún curso de agua a la redonda. Tras un rastreo con los prismáticos pude salir de dudas al comprobar que procedían de una pequeña laguna junto a la depuradora del pueblo.
A mi izquierda, en una zona de barbechos y cultivos, había dispersos, unos cuantos majanos. Estas formaciones artificiales de piedras, que se construyen por los agricultores al limpiar un prado de piedras, es una atalaya ideal para multitud de especies de aves. Y esta vez, no iba a ser menos. Cuando el sol me lo permitió, pude comprobar que sobre uno de ellos, estaba posada una collalba gris.

(Collalba gris. Oenanthe oenanthe).

El camino comenzaba a descender ladera abajo, buscando el pequeño valle que describía el Arroyo Val de Loeches. El paisaje era una mezcla de olivares, con almendros, algunos de ellos con un gran porte.

(En los alrededores de Pozuelo del Rey abundan almendros de gran porte).

Las laderas del camino, eran literalmente perforadas por multitud de conejeras.
De vez en cuando, a la vegetación agrícola se le añadía pequeñas formaciones de matorral, y entre una gran retama pude descubrir un juguetón mosquitero musical en pleno paso prenupcial.
El sol comenzaba a calentar el ambiente, y eso animaba a cantar a los escribanos trigueros a pleno pulmón.

(Escribano triguero. Miliaria calandra).

Tras unos minutos llegué a un pequeño olivar, y en un almendro bastante grande,  estaba posado un milano negro, que aguantaba con estoica paciencia el acoso de unas chillonas urracas.

(Milano negro. Milvus milvus).

Tras dejar el olivar, el camino se estrechaba de manera notable, casi convirtiéndose en una vereda, flanqueado por grandes almendros. Al girar uno de estos grandes ejemplares, casi de bruces, me encontré a escasos metros, ¡con un macho de avutarda! Me llevé un buen susto, y resulta casi anecdótico que el macho no se percatara de mi presencia, seguramente abstraído por la época de celo.
Después de sobreponerme al fortuito encuentro, con sigilo y en silencio, me fui alejando de él, para esconderme detrás de un almendro con un tronco muy esbelto, que me proporcionó un buen escondite.
Allí aproveché para sacarle un buen reportaje de fotos, y esperar a que se perdiera entre el gran mar de cereal que rodeaba el camino.

(Macho de avutarda común. Otis tarda).

Proseguí con mi camino, y ahora el paisaje daba paso de los viñedos a campos de cereal. Un aguilucho lagunero pasó en vuelo rasante, por encima del cereal, lo que hizo que asustara a un pequeño grupo de cogujadas comunes que se pusieron a refugio entre una zona de coscojas de la otra parte del camino.
Detrás del coscojar, a lo lejos, se veían las cumbres nevadas de la Sierra del Guadarrama, como hacía muchos años que no se veían tan llenas de nieve, gracias a las copiosas nevadas del mes de Marzo.

(Vistas del Sistema Central desde el Camino de Arganda en Campo Real).

La reverberación comenzaba a ser importante, lo que dificultaba la visión de las aves. Y era tal, que no me di cuenta que un grupo de avutardas, estaba haciendo la rueda, ¡a pocos metros de la carretera a Campo Real! Era muy chocante ver como un macho, en frente de varias hembras estaba haciendo la rueda, y pasando coches a escasos metros.  La imagen era muy esperpéntica, pero el trasiego de coches, no lo quitaba un ápice de belleza a una de las escenas naturales más impresionantes que se pueden contemplar de la fauna ibérica.

(Macho de avutarda haciendo la rueda ante varias hembras).

Llegué a contar unas 15 avutardas. Tras deleitarme un buen rato, decidí continuar el camino, y a pocos metros otro grupo de 17 avutardas también estaban en plena faena. Con la que vi en Pozuelo, hacía la nada despreciable cifra de 33 avutardas. Y estaba seguro que aún quedaría alguna más por ver.
Poco a poco me iba acercando a Campo Real, atravesando pequeñas explotaciones agrícolas y ganaderas. Los olivos seguían acompañándome a través del camino, y en un olivo pude embelesarme con unos elegantes serines verdecillos y sus melodiosos cantos.
Tras abandonar el olivar, pasaron volando otras 3 avutardas, sumando en total 36 en una caminata de 2 horas. La cifra no estaba nada mal.
Ya comenzaba a ver la circunvalación de Campo Real, y el camino por el que transitaba la cruzaba por debajo por un pequeño túnel. Antes de entrar en él sobrevoló sobre el puente de la carretera un cuervo que seguro que iba buscando alguna carroña en la carretera.
Paré un momento en un pequeño coscojar para tener un poco de sombra y allí descubrí a un inquieto carbonero común.
Poco después les tocó el turno a dos avispados pardillos comunes, el macho con su característico pecho rojo carmesí.

(Pardillos comunes. Carduelis cannabina).

El camino de Arganda terminaba bruscamente al pasar por debajo de la carretera de circunvalación, pasando sin solución de continuidad, de pista de tierra, a carretera alquitranada.
Comencé a cruzar una zona de chalets, en busca de la rotonda donde paraba el bus de vuelta a Madrid.
En la valla metálica de un colegio, había posado un hermoso ejemplar de verderón común color verde aceituna.
Y ya llegando a la rotonda ajardinada de la parada del autobús, dentro de ella había un mirlo común, atiborrándose de lombrices, que cerraba la lista de especies avistadas, en esta jornada tan interesante.
Sentado en la parada del autobús, comencé a repasar la lista de aves avistadas. Me quedé con la espina clavada de no haber visto el sisón. Pero me propuse a volver a la semana siguiente a conseguir mi objetivo. Era cuestión de paciencia el que apareciese, porque estaba en el lugar y la fecha indicada, y el tiempo como comprobaréis en el siguiente relato, me daría la razón.
¡A qué esperáis para calzaros la botas, y colgaros los prismáticos, y visitar este espacio natural tan interesante. No os defraudará!.
¡Felices avistamientos!.
© Rafa Ac.

FAUNA DE POZUELO DEL REY Y CAMPO REAL
AVES
MAMÍFEROS
Aguilucho lagunero occidental
Conejo
Ánade real
Avión común
Avutarda común
Carbonero común
Cogujada común
Collalba gris
Cuervo grande
Estornino negro
Golondrina común
Gorrión común
Grajilla occidental
Milano negro
Mirlo común
Mosquitero musical
Paloma torcaz
Pardillo común
Serín verdecillo
Urraca
Vencejo común
Verderón común