miércoles, 19 de octubre de 2016

RUTA POR RIVAS-VACIAMADRID Y GETAFE

RUTA POR RIVAS-VACIAMADRID Y GETAFE
CAMINO DE LA ALDEHUELA A VACIAMADRID.

Del Puente de Arganda a la Iglesia de Perales del Río. Por los caminos del Parque Regional del Sureste.

Hubo un tiempo no muy lejano en el que la trashumancia vivió un gran esplendor en la Comunidad de Madrid. Miles de cabezas de ganado, fundamentalmente ovejas merinas, junto a mastines y burros, guiados por aguerridos pastores, cruzaban el Parque Regional del Sureste a través de la Cañada Real o Galiana, camino de los agostaderos del Valle de Alcudia en tierras de Ciudad Real. En otoño el viaje era desde las tierras altas de La Rioja hacia las infinitas dehesas de este valle castellano-manchego. En verano, los rebaños hacían el camino inverso en busco de los ricos pastos del norte peninsular.
Hoy la trashumancia en Madrid ha quedado reducida a su mínima expresión. Pocos rebaños quedan en los municipios del Parque del Sureste como en Pinto, Getafe, o San Martín de la Vega, y barrios del Sur de la capital como Vicálvaro o Vallecas.
La trashumancia de hoy se ha convertido en trasterminancia, donde los últimos guardianes de un trabajo milenario, llevan a pastar sus rebaños entre municipios colindantes.
La trashumancia es una actividad fundamental para la conservación de los hábitats y de la fauna qué los habita. Los beneficios de esta milenaria actividad son entre otros: el fomento de la cría y conservación de especies ganaderas autóctonas, la dispersión de semillas qué se pegan a la lana de las ovejas, las reses muertas son alimento para las aves carroñeras, o la prevención de incendios forestales por el pastoreo. Otro factor importante es el legado cultural qué nos aporta esta ocupación. Abrevaderos, descansaderos, majadas, y una red de cañadas reales, cordeles y veredas qué son auténticos corredores ecológicos para la fauna, y qué actualmente se pueden aprovechar para actividades de ocio y esparcimiento sostenibles como el senderismo, el cicloturismo o el avistamiento de aves.
Parte del Parque Regional del Sureste es cruzado por la Cañada Real Galiana. La zona de Coslada, Rivas-Vaciamadrid y Getafe es la más deteriorada, ocupada por infraviviendas y focos de acumulación de vertidos. A partir de Pinto, y hasta Torrejón de Velasco, antes de internarse en tierras toledanas, su situación mejora ostensiblemente.
Cuenta también el Parque del Sureste, con un sinfín de cordeles y veredas, y es atravesado también por el camino histórico de Uclés, y el GR-124 o Senda Real.
La ruta propuesta es una ruta lineal desde el Puente de Arganda cercano a la Laguna del Campillo y fin en la Iglesia de Perales del Río (Getafe), visitando el río Jarama, arroyo de los Migueles, puente de casa Eulogio, olmeda de Casa Eulogio, Casa Eulogio, arroyo Culebro, Convento Trapense de la Aldehuela, Cañada Real Galiana e iglesia de Perales del Río. La duración es de 3 horas y 45 minutos y de dificultad alta debido a la distancia del recorrido de unos 19 kilómetros de longitud. Se recomienda hacer la ruta en Otoño o Invierno ya qué hay zonas donde hay poca sombra, y deberemos ir provistos de agua, ya qué no hay ninguna fuente en todo el recorrido.

(Ruta de 3 horas y 45 minutos de duración de dificultad alta entre Rivas-Vaciamadrid y Getafe).

Accesos a Puente de Arganda.
-En coche. A-3 salida 21, y luego hacer un cambio de sentido en la M-832. 26 minutos desde Madrid.
-En autobús. Autobuses 312 y 312 A Madrid-Arganda. 15 minutos desde Madrid.
-En Metro. Línea 9. Rivas-Vaciamadrid. Luego desde la parada de Metro hasta el Puente de Arganda andar 25 minutos.
-En bicicleta. Desde la estación de Rivas-Vaciamadrid. La ruta entera se puede hacer en bicicleta, y en Perales del Río se puede coger el carril bici Villaverde-San Martín de la Vega.
Accesos a Perales del Río.
-En coche. A-4 salida 9 y posteriormente coger la M-301. 26 minutos desde Madrid.
-En autobús. Línea 411. Madrid-Perales del Río. 45 minutos desde Madrid.
Línea urbana 4. Hospital de Getafe-Perales del Río. 45 minutos desde Getafe.
-En bicicleta. Por el carril bici Villaverde-San Martín de la Vega.
Este es el relato de una ruta qué realicé a mediados de Octubre de 2016.
El autobús 312 me dejó en una cuneta de la A-3. Era un día nublado con temperatura agradable. El día anterior había llovido, y las aves estaban ansiosas por salir para recuperar el día perdido por la lluvia, así que presagiaba un buen día de observaciones.
Subí la pasarela del puente que cruza  la autovía A-3 con unas buenas vistas de los cantiles de la Marañosa y las Lagunas del Porcal. Allí en sus campos de barbecho había una espectacular concentración de cigüeñas blancas procedente de las antenas telefónicas de Arganda del Rey. Por encima de los cantiles de la Laguna del Campillo grandes bandadas de estorninos negros se dirigían en acrobáticas formaciones, a las Lagunas del Porcal.

(Cigüeñas blancas, ciconia ciconia, en las lagunas del Porcal).

Los tarayes del Puente de Arganda ya comenzaban a cambiar su color por los tonos otoñales, y entre sus ramas de escondían multitud de gorriones comunes.
Aproveché qué cruzaba el puente para asomarme a la orilla del Jarama. No había mucho movimiento y sólo pude sumar una focha común.

(Río Jarama en el Puente de Arganda).

Continué mi camino pegado a las vías del tren a Arganda. En lo alto de la catenaria había un papamoscas cerrojillo, de los últimos en paso post-nupcial.
Continué por una pequeña vereda qué me llevó a una piscina abandonada, antes de cruzar por debajo el puente de la A-3. En lo alto de un chopo cantaba animosamente un diminuto mito.
La vereda qué cruzaba el puente por debajo acababa en una zona de construcciones abandonadas dignas de una película de terror. La acumulación de basura era escandalosa. Desde aquí aprovecho para hacer una llamada a las administraciones para qué limpien este punto negro dentro de un espacio protegido.
Entre basuras y olmos con un estado de conservación lamentable sumé a la lista una urraca y un pinzón vulgar.
Tras una buena caminata llegué a la entrada de la Laguna del Soto de las Juntas, para tomar la carretera en dirección a Protección Civil. Allí estaba una de las imágenes icónicas del Parque del Sureste, un antiguo fuerte abandonado, usado para una antigua película del Oeste, y detrás de él, los famosos cantiles de la Marañosa. La imagen qué precisamente ilustra la portada de este blog.

(Entrada a la laguna del Soto de las Juntas en el Parque del Sureste, al fondo los cantiles de la Marañosa).

Según avanzaba por la carretera veía los estragos qué produjo el incendio del pasado verano en los cantiles de la Marañosa, donde se llevó por delante un importante bosque de pino carrasco muy antiguo.
Tras unos metros la vegetación de ribera se ensanchaba y permitía la vista de un meandro del Manzanares. Allí había dos patos nadando qué con el contraluz no adivinaba de qué especie se trataba. Cuando pude esquivar los rayos del sol me llevé una sorpresa al comprobar qué se trataban de dos hembras de pato colorado. Tras ellas bajaban nadando tres machos de ánades reales.

(Hembas de pato colorado, netta rufina).

Para acortar un poco el camino decidí tomar un atajo, y cogí una pista de tierra qué me llevaría a la depuradora Sur-Oriental. Entre zonas de barbecho y cardos sólo pude ver un par de jilgueros y compensé la falta de suma de nuevas especies con las magníficas vistas a los cantiles de la Marañosa.
El camino terminaba otra vez en la carretera a Protección Civil, y allí encima del puente sobre el arroyo de los Migueles eché un vistazo. El arroyo estaba reducido a su mínima expresión, apenas un pequeño hilillo de agua entre tantas rocas, esperando con ansiedad las necesitadas lluvias otoñales.
En el tejado de la depuradora se arremolinaban una buena bandada de tórtolas turcas.

(Tórtola turca, streptopelia decaocto).

La parte izquierda de la carretera era jalonada por una sucesión de estepas de gran belleza paisajística y allí pude observar varias cogujadas comunes.
Después de abandonar la depuradora, y antes de llegar a Viveros Ángel, en una zona de barbecho, muy mimetizadas, vi un pequeño grupo de perdices rojas qué salieron volando cuando notaron mi presencia.
Después de pasar la finca el Palomar, donde había un pequeño bosquete mixto de pinos carrascos y piñoneros, el paisaje volvía a convertirse en una sucesión de cerros yesíferos. De una vaguada salió volando majestuosamente, un gran busardo ratonero y tras él le llegó el turno a varios milanos reales.

(Milano real, milvus milvus).

Entre las formaciones de ontinares y jabunales de la zona de estepa se oían los cantos de las currucas, aunque estaban tan bien camufladas qué en todo el trayecto hasta Protección Civil, no pude ver ninguna.
Al llegar al imponente edificio de protección civil, posada sobre su techo, había una lavandera blanca oteando el horizonte.
Tomé el camino de la izquierda para dirigirme al puente de Casa Eulogio. Allí comencé a ver las primeras reses bravas, en esos prados una gran congregación de gorriones morunos se estaban dando un buen festín con los insectos qué iban levantando los toros.
Al subir al puente decidí hacer una pequeña espera desde su barandilla. El Manzanares bajaba con fuerza haciendo pequeñas cascadas. Como un pequeño proyectil pasó volando raudo y veloz un valiente andarríos chico.
Cambié de barandilla y en la otra orilla del río pude observar unos cuantos ejemplares de ánades frisos y un andarríos grande.
Pasando el puente, a su izquierda se encuentra una pequeña olmeda de olmo común, con árboles de gran porte, qué hasta hace pocos años aguantó el azote fatal de la grafiosis, tanto qué esta fue la olmeda más estudiada de España. Desgraciadamente algunos ejemplares ya han enfermado, aunque en líneas generales la olmeda goza de buena salud.

(Olmeda de ulmus minor en casa Eulogio).

Ya se veía al frente al finca de Casa Eulogio. El camino actualmente está cortado por una barrera, asunto muy polémico, ya qué se trata de un camino público, y qué no es el primer ejemplo qué veo de este estilo. Entiendo qué esté prohibido el paso a la finca, pero cerrar un camino de patrimonio público no es de recibo. Con cierto enfado por este nuevo atentado contra nuestro patrimonio natural tomé el camino de la derecha en dirección a Perales del Río. El camino se adentraba en un atractivo pinar de pino carrasco de repoblación.

(Pinar de pino carrasco, pinus halepensis).

La pista de tierra ganaba algo de altura, lo que permitía disfrutar de unas buenas vistas de los cerros yesíferos del Manzanares, el propio río y el arroyo Culebro. Allí abajo, en una zona de cultivo una buena bandada de palomas torcaces se estaban dando llenando el buche con los granos del campo de cereal.

(Palomas torcaces, columba palumbus).

El calor y los kilómetros acumulados ya comenzaban a hacer mella, y eso qué la pista de tierra tenía muy buen firme y era de agradecer.
Las cunetas de la pista de tierra eran flanqueadas por plantaciones de almendros, algunos con gran planta, y entre sus ramas se refugiaban del sol de la tarde unos inquietos mosquiteros comunes y otros tantos verdecillos.
El paisaje era muy variado y atractivo. Tan pronto te encontrabas con una estepa llena de arbustos, como con un pinar cerrado o una cantera abandonada colonizada por arbustos y aprovechada para qué los conejos hiciesen sus conejeras lejos de sus depredadores potenciales. Esas canteras abandonadas me daban qué pensar sobre el enorme potencial qué tenían si se convirtiesen en una laguna artificial. Ahí dejo la iniciativa.
La concentración de milanos reales era cada vez más creciente, y eso me hizo recordar que por aquella zona se encontraban uno de los dormideros de milanos más grandes de la Comunidad de Madrid.
Un pequeño camino se desviaba a mi izquierda y dudaba si tenía que tomarlo, pero ya veía al fondo el Cerro de los Ángeles, mi punto de referencia, así qué no había pérdida, había qué seguir el camino todo recto.
El paisaje a mi derecha daba un cambio radical. Grandes campos de maíz qué luego daban paso a dehesas de fresnos y prados donde pastaban las reses bravas. Allí respondí a mi pregunta de esa gran concentración de milanos reales. Una espectacular mole de basura a modo de cerro testigo se elevaba sobre el paisaje colindante. No había duda, aquello era el vertedero de Valdemíngomez, fuente de alimento para especies como milanos reales, cigüeñas, urracas, o gaviotas reidoras.
El camino volvía a subir una importante loma coronada por un gran retamal. En una de estas retamas estaba posado un alcaudón real meridional. Seguí avanzando por el retamal, y pude ver varias tarabillas comunes.

(Alcaudón real meridional, lanius meridionalis).

Al bajar la loma me topé con un gran pinar donde vi un pícido volar a gran velocidad pero no me dio tiempo a ver de qué especie se trataba. Ya se veían las ruinas del Convento de la Aldehuela. Decidí echar un vistazo, atravesando una zona de la valla qué estaba rota. El aspecto del convento era fantasmagórico, digno de una película de miedo. Entre la acumulación de basura, y la amenaza de qué me cayera algún cascote, decidí verlo desde fuera. Un lugar de triste recuerdo por el adolescente qué murió en una rave consumiendo estramonio. Yo prefería pensar qué esas ruinas serían mejor aprovechadas para lechuzas, mochuelos o murciélagos. Tengo pendiente una visita con más calma a aquel lugar, ya que soy muy fan de los lugares abandonados.

(Ruinas del Convento Trapense de la Aldehuela del siglo XIX).

Vadeé el puente sobre el arroyo Culebro. En este tramo final del arroyo, casi antes de desembocar en el Manzanares, bajaba con mucho caudal, propiciado por los aportes de la depuradora cercana. Al girar a la derecha del camino la imagen qué me encontré no podía ser más impactante. Al fondo la gran masa de basura del vertedero de Valdemíngomez. En unos prados cercanos con pequeñas lagunas donde pastaban las reses bravas, una llamativa concentración de miles de cigüeñas blancas, mezcladas con estorninos negros, avefrías europeas, y urracas. Hice un barrido con los prismáticos a ver si entre tanta cigüeña blanca se escondía algún intruso. Y allí encontré agazapada una garcilla bueyera. Mientras, cientos de gaviotas reidoras comenzaban a sobrevolar el vertedero en busca de comida.

(Concentración de cigüeñas blancas, ciconia ciconia).

Proseguí mi camino pegado a la orilla del Culebro y en lo alto de un poste de la luz había posada una lavandera cascadeña.
Transitando por la camino a mi derecha se iba repitiendo el patrón del paisaje, prados inundados con dehesas de fresnos ocupados por toros, cigüeñas blancas, estorninos, milanos reales y avefrías. Entre estas con mucha paciencia con los prismáticos saqué un zorzal común para la lista. Muy cerca de este, en un fresno seco, descansaban unas ruidosas grajillas occidentales.
Aceleré el paso ya que no quería perder el autobús de vuelta a Madrid. Por fin llegué a la carretera M-301, y aproveché un camino pegado al carril bici para no preocuparme de los coches.
Al fondo ya veía la iglesia de Perales del Río, pero con lo cansado que ya iba después de tantos kilómetros andando, parecía qué la iglesia de alejaba más y más.
Decidí no guardar los prismáticos hasta llegar a la iglesia por si veía algo interesante ya qué comenzaba a caer el sol, por si aparecía alguna rapaz nocturna. No apareció ninguna, pero por lo menos pude apuntar a la lista unas inesperadas alondras totovías.
Mi ruta acaba en la misma iglesia de Perales del Río contemplando los nidos de cigüeña blanca qué habían construido sobre ella.

(Iglesia de los Santos Justo y Pastor del siglo XVIII, Perales del Río, Getafe).

¡A qué esperáis para calzaros las botas y colgaros la cámara de fotos y los prismáticos y disfrutar de este espacio natural tan interesante!
¡Felices avistamientos!
© Rafa Ac.
Termino mi relato añadiendo la lista de especies vistas durante la ruta.

FAUNA DE LA ALDEHUELA-RIVAS VACIAMADRID
AVES
MAMÍFEROS
Alcaudón real meridional
Conejo
Alondra totovía
Ánade friso
Ánade real
Andarríos chico
Andarríos grande
Avefría europea
Busardo ratonero
Cigüeña blanca
Cogujada común
Estornino negro
Focha común
Garcilla bueyera
Gaviota reidora
Gorrión común
Gorrión moruno
Grajilla occidental.
Jilguero
Lavandera blanca
Lavandera cascadeña
Milano real
Mito
Mosquitero común
Paloma torcaz
Papamoscas cerrojillo
Pato colorado
Perdiz roja
Pinzón vulgar
Tarabilla común
Tórtola turca
Urraca
Verdecillo
Zorzal común

4 comentarios:

  1. Suscribo lo que dices del "terrorífico" paisaje de las construcciones cercanas a la autovía de Valencia. Y algo de miedo si que da...
    Ayer estuve haciendo una marcha uniendo la laguna de las Juntas y la del Campillo y se pasa por tal sitio, claro.
    En esta última laguna había varias decenas de cucharas. No recuerdo haber visto nunca tantas.
    Excelente tu ruta. Espero hacerla pronto.
    Un saludo, amigo

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  2. Hola Paco. Pues si. A ver si las administraciones toman cartas en el asunto y derriban estas construcciones qué son un foco de vertidos incontrolados, además de estar pegadas al río Jarama qué es dominio público y dentro de un parque regional. A ver si me acerco a la laguna del Campillo, hace mucho qué no voy por allí. Últimamente voy más por la del Soto de las Juntas. Un saludo y si haces esta ruta ya me cuentas si has visto algo interesante.

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  3. Ciertamente, en la laguna del Soto de las Juntas hay bastante mas "animación" que en El Campillo, sobre todo en las islas artificiales. (En realidad, islas y laguna son artificiales). En el Campillo, aparte de las anatidas de la laguna había mucho movimiento en las riberas del rio Jarama, muy próximo al Campillo.
    Vale, prometido...

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  4. Ayer estuve en la Laguna del Campillo. Mejor ir entre semana qué está más animado. Vi cosas interesantes. Cuando pueda hago otra entrada al blog. Un saludo.

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