jueves, 12 de octubre de 2017

RUTA POR CHINCHÓN

RUTA POR CHINCHÓN

Quejigal de Valdezarza. Quejigo, el roble-encina.

La agricultura en la comarca de Las Vegas, ha sido muy intensa a lo largo de los siglos. Sólo pequeños bosquetes de vegetación autóctona han conseguido escapar de tal profunda trasformación del paisaje, como bosques de ribera en el río Tajuña, o coscojares en los cerros yesíferos de Chinchón.
Una de las formaciones vegetales más interesantes del sureste madrileño son los quejigales.
El quejigo es un árbol de la familia de las fagáceas, como también lo son la encina, el roble, alcornoque o coscoja. De gran porte, puede llegar a medir hasta 20 metros de altura.

(Quejigos en el Área Recreativa de Valdezarza, Chinchón).
Sus hojas son de forma algodonosa, y son marcescentes, no pierden todas las hojas en Invierno, para proteger los tallos jóvenes.
Sus bellotas maduran antes que la encina, entorno a los meses de Septiembre y Octubre, y son la primera fuente de alimentación para varias especies animales como corzos, jabalíes, o palomas torcaces.
Los quejigos se suelen encontrar en suelos calizos, en zonas de clima continental, y necesitan un poco más de aporte hídrico que las encinas.
El Área Recreativa de Valdezarza se encuentra en el Noreste del casco urbano de Chinchón a menos dos kilómetros de este.
El Arroyo de Valdepozas, que desemboca en el río Tajuña, forma una pequeña vaguada o barranco, que junto a la humedad que aporta, y al estar en umbría, proporciona un microclima ideal para el quejigo, en una zona tan árida como es el páramo que lo rodea.

(Arroyo de Valdelpozas, un pequeño oasis para las aves, en el páramo madrileño).

Aparte del quejigal, en buen estado de conservación, existen otras formaciones vegetales en Valdezarza.
La humedad que aporta el Arroyo de Valdepozas, propicia la existencia de un pequeño bosquete de ribera compuesto por fresnos, y un sotobosque arbustivo con especies como zarzas, escaramujos, o juncos churreros.
A orillas del arroyo existen pequeñas huertas con árboles frutales, y especies como almendros, higueras o castaños.
Allí donde se va aclarando el quejigal, aparecen formaciones de coscojares y espartales.
La parte más baja del valle es ocupada por olivares y viñedos.
Esta variedad de ecosistemas, se ve reflejada en su fauna ornitológica.
En la zona del quejigal podemos encontrar especies rapaces como gavilán común, o busardo ratonero. La zona de coscojar es ideal para varias especies de currucas. El sotobosque del Arroyo de Valdepozas es ocupado por especies de fringílidos como verdecillos, jilgueros, verderones comunes, pardillos o pinzones vulgares. La zona más esteparia de olivares y viñedos es el reino de los aláudidos, como cogujadas comunes o alondras totovías.
También es una buena zona para los mamíferos. En nuestra visita podremos encontrar excrementos de zorros, hozadas de jabalí, o huellas de corzo.
Valdezarza es un rincón con innumerables sorpresas. Existen tres fuentes, dos de ellas del siglo XIX, y un descansadero, donde paraban los pastores, cuando llevaban sus ganados en trashumancia.

(En Valdezarza hay tres fuentes, dos de ellas del siglo XIX).

También hay unas ruinas abandonadas, de casas de agricultores, con varias cuevas excavadas en la roca caliza.
Desde lo alto de la vaguada o el barranco, se tiene una magnífica panorámica de todo el quejigal.

(Vista general del quejigal de Valdezarza).

La ruta propuesta es una ruta circular de 3 horas de duración y de dificultad media, ya que tenemos que salvar dos pequeñas pendientes a la vuelta.
El inicio y fin de la ruta es la parada de autobús en la calle Ronda del Mediodía. A lo largo de la ruta se visita la Venta Reyes, Arroyo Valdepozas y quejigal de Valdezarza, ruinas y cuevas, fuentes y descansadero, y parte de la ruta “Senda del Páramo a la Vega”, entre Colmenar de Oreja y Perales de Tajuña a su paso por Chinchón.

(Ruta circular de tres horas de duración y dificultad media por el Área Recreativa de Valdezarza).

Accesos a Chinchón.
-En coche. A-3 salida 21. Luego tomar la M-832, y por último la M-311. 53 minutos desde Madrid.
-En autobús. Línea 337. Madrid (Conde de Casal)-Valdelaguna. Bajarse en la parada Ronda del Mediodía, esquina Calle Las Heras. 45 minutos desde Madrid.
-En bicicleta. Desde la Vía Verde del Tajuña por la Senda del Páramo a la Vega. 1 hora y 10 minutos, pasando por Valdezarza.
Recomendaciones para la ruta.
-Las épocas ideales para visitar Valdezarza son la Primavera y sobre todo el Otoño, que con el cambio de la hoja, es cuando el quejigal está más majestuoso.
-La ruta se hace a través de una vía pecuaria, así que evitaremos salirnos de ella y abrir otras pistas.
-Precaución en la época de caza.
-Aunque hay fuentes en el recorrido, es recomendable llevar agua.
-En algunos tramos del recorrido pasaremos cerca de zonas de huertos. Respetaremos las propiedades privadas.
Este es el relato de una ruta que realicé la primera semana de Octubre de 2017.
En el Otoño del año pasado, realicé mi primera visita a Valdezarza. Tuve la suerte de llegar en el momento justo, que era cuando los quejigos comenzaban con el cambio de la hoja y era cuando más espectaculares estaban. Este año iba con mucha incertidumbre.
La grave sequía que estábamos sufriendo este año, y el recién Otoño que habíamos estrenado hacía pocas semanas, que poco tenía de Otoño, con aquellas temperaturas tan inusuales, hacía que albergase pocas esperanzas de ver el quejigal con la pomposidad del año pasado.
Aún así, decidí arriesgarme y visitar Valdezarza, que siempre guarda alguna grata sorpresa.
Después de disfrutar de las vistas de la bella Plaza Mayor de Chinchón desde la ventanilla del autobús, me bajé en la Ronda del Mediodía para comenzar mi ruta hacia Valdezarza. El calor de aquella tarde era soporífero. Nadie diría que ya llevábamos dos semanas de Otoño. Este bochorno hacía que en el camino desde el casco urbano a la carretera a Valdelaguna, no viese ninguna especie de ave, salvedad hecha a una escurridiza hembra de gorrión común posada sobre la puerta de la fastuosa Venta de Reyes, actualmente cerrada.

(Gorrión común, passer domesticus).

Tras dejar el cuartel de la Guardia Civil y las últimas construcciones del pueblo, llegué a la pista que me conduciría a Valdezarza, flanqueada por un cartel que señalaba el camino al área recreativa.
El paisaje era típico de los páramos del sureste, completa horizontalidad, sin apenas vegetación, y castigada por el implacable sol, y la pertinente sequía.
En un pequeño bosquete de pinos carrascos de repoblación, desafiando al insufrible calor, salieron volando un pequeño grupo de jilgueros en dirección al quejigal.
La pista que iba atravesando era de una arena muy fina y blanca, y con la reverberación del sol, no me di cuenta que a escasos metros de mis botas, había posadas en el suelo dos alondras totovías qué huyeron volando ante mi presencia.
El camino iba descendiendo poco a poco, y ya se comenzaba a ver las primeras formaciones del quejigal. De los primeros quejigos salieron un pequeño bando de verdecillos.
El contraste del paisaje era muy chocante, en pocos metros  pasabas de un auténtico erial con apenas vegetación, a una formación de bosque cerrado y muy enmarañado.
La pista hacía un brusco giro hacia la derecha, y se llegaba al borde de la vaguada, desde donde se tenían unas magníficas vistas del quejigal y del bosque de ribera que acompaña al Arroyo de Valdepozas.
Opté por coger un camino que giraba a la izquierda, señalizado como vía pecuaria, y que conducía a unas antiguas ruinas de un pequeño poblado agrícola. Apenas quedaban unas ruinas invadidas por la vegetación, y unas cuevas excavadas en las paredes de caliza muy interesantes, e ideales como refugio para murciélagos, y algunas aves nocturnas.

(Cuevas excavadas en roca caliza).

En las ruinas de un muro de piedra había posado un macho de colirrojo tizón. Desde las ruinas había buenas vistas de los cerros ocupados por los quejigos, y por encima de sus copas, pasó volando un nutrido grupo de palomas torcaces.
El cambio de temperatura era palpable en el fondo de la vaguada. Allí estaban las dos fuentes con sus abrevaderos, que milagrosamente seguía manando agua de ellas, a pesar de aquella catastrófica sequía.

(Fuente y abrevadero en Valdezarza).

Decidí hacer una espera en el sotobosque del arroyo, compuesto principalmente por grandes formaciones de zarzas. Allí comencé a ver los primeros pajarillos de la ruta. Primero aparecieron dos petirrojos europeos, y después le tocó el turno a un mosquitero musical qué aún en Octubre estaban en paso post-nupcial.
Muy cerca de allí, un mirlo común estaba dándose un festín con los frutos de un escaramujo.
Llegué al descansadero donde antiguamente los pastores paraban en su ruta trashumante. Es un edificio de lo más atractivo, con una abrevadero en medio, donde había una enorme libélula verde, a la que intenté hacer fotos, sin ninguna recompensa al final. En el descansadero también había otra fuente, qué tiraba un buen chorro de agua.

(Antiguo descansadero de pastores en sus trayectos de trashumancia).


Según iba descendiendo por la vaguada, la vegetación poco a poco iba cambiando. Allí donde el quejigal se aclaraba, comenzaban a aparecer otras especies mediterráneas como coscojas, y formaciones de esparto.
Tras varios minutos de descenso por el camino, las huertas aleñadas al arroyo daban paso a un pequeño olivar salpicado por algunos viñedos.
El paisaje cambiaba de manera radical, e incluso el tipo de suelo que ahora era más típico de zonas de yeso.
Por lo alto del quejigal pasó la primera rapaz de la tarde. Se trataba de una hembra de aguilucho lagunero occidental, qué con la dirección de vuelo que llevaba, seguramente se dirigiese a su dormidero en la cercana Laguna de San Juan.
Como el cielo estaba tan despejado, sin rastro de una triste nube, aproveché para rastrearlo con mis prismáticos, y me llevé una buena sorpresa al ver a dos golondrinas comunes. Llamativo, aunque no raro con estos otoños que ya no lo son, y me recordó que el año pasado las vi por las mismas fechas en el Perales de Tajuña, muy cerca de donde me encontraba.
El sol pegaba con fuerza en la zona del olivar y aproveché para parar un poco y descansar bajo la sombra de un gran olivar. Por encima de un cerro yesífero apareció la silueta de otra gran rapaz. Al principio con la luz de frente no la identificaba, pero cuando se alzó en lo alto planeando puede comprobar que se trataba de un bonito ejemplar de busardo ratonero.

(Busardo ratonero, buteo buteo).

El camino volvía a hacer un giro brusco de 180 grados, y el olivar volvía a convertirse en quejigal, con algunos almendros de gran porte intercalados.
A la entrada del quejigal salieron volando asustados una pequeña nube de pardillos comunes. Era señal de que huían de algún depredador, que en pocos minutos hizo acto de presencia. Con un exquisito vuelo, planeando por encima de las copas de los quejigos, pasó silencioso y raudo un elegante gavilán común, que al final no pudo cazar ningún pardillo.

(Gavilán común, accipiter nisus).

Ahora el camino ascendía por una pequeña pendiente, donde a la derecha quedaba el quejigal, y la izquierda un mosaico de pequeñas huertas que aprovechaban el agua del arroyo. En un prado abierto, detrás de un zarzal me escondí para ver que pequeños pajarillos bajaban a beber al arroyo.
La segunda sorpresa del día llegó al ver, entre las ramas de una higuera, un inquieto y juguetón reyezuelo listado.
Después en la zona del zarzal del arroyo le fueron llegando al turno por este orden a dos currucas capirotadas, (hembra y macho), dos pinzones vulgares y un verderón común.
Iba siguiendo el cauce del arroyo, que se había convertido en un simple hilo de agua, lo justo para saciar de sed a los pequeños pajarillos que habitaban en esta zona tan árida.
El camino acabó otra vez en las ruinas que visité horas atrás, y volví a bajar a las fuentes, pero esta vez para coger una pista que acaba en lo alto del barranco. La pista atravesaba la umbría del quejigal, donde la formación era más cerrada.
Tras salvar la pendiente, el camino acaba otra vez en el páramo, donde había un cartel con la indicación de la Senda del Páramo a la Vega, que transcurre desde Colmenar de Oreja a Perales de Tajuña, pasando por Chinchón. Una de las rutas que tengo pendiente hacer en otra ocasión.

(Cartel informativo de la Senda del Páramo a la Vega, entre Colmenar de Oreja y Perales de Tajuña).

Como aún me sobraba algo de tiempo para coger el autobús de vuelta, decidí andar un poco por la pista, hasta un olivar cercano.
A lo lejos, posado sobre un almendro, había otro busardo ratonero.
Un par de urracas buscaban algo que llevarse al pico, en el suelo de un olivar.
Cuando llegué al olivar, tenía unas excelentes vistas del Sistema Central, me sorprendió ver hasta el Pico Ocejón, el sky line de Madrid, con las torres de la Castellana, el pueblo de Villarejo de Salvanés, e incluso la iglesia de Colmenar de Oreja.
Sobre una piedra, en una zona de barbecho, se intuía la figura de un alcaudón real atento a cualquier presa.

(Alcaudón real, lanius meridionalis).

El sol comenzaba a ponerse por el Oeste, dando una bonita nota de color anaranjado a las primeras construcciones del casco urbano de Chinchón.
Atravesé la carretera a Valdelaguna, y por no volver por esta, cogí una pequeña vereda entre cultivos, que nuevamente enlazaba con la Senda del Páramo a la Vega.
En una pequeña explotación agrícola, con una valla de metal, subía y baja de manera nerviosa un papamoscas cerrojillo, que a estas alturas del mes de Octubre, sería de los últimos en su migración postnupcial.
Los primeros estorninos negros, con la caída del sol, comenzaban a agruparse en su dormidero de una gran antena dentro del casco urbano.

(Estorninos negros, sturnus vulgaris).

Tras callejear un poco llegué al punto de partida para coger el autobús de vuelta. Una atrevida lavandera blanca, pasó volando por la avenida principal del pueblo, y ponía el punto y final a esta jornada tan interesante.
¡A qué estáis esperando para calzaros las botas de montaña, y echar vuestros prismáticos en la mochila, y disfrutar de este lugar tan interesante de la Comarca de las Vegas!
¡Felices avistamientos!
© Rafa Ac.
Para concluir el relato, añado la lista de especies avistadas durante la ruta.
FAUNA DE VALDEZARZA
AVES
Aguilucho lagunero occidental
Alcaudón real
Alondra totovía
Busardo ratonero
Colirrojo tizón
Curruca capirotada
Estornino negro
Gavilán común
Golondrina común
Gorrión común
Jilguero
Lavandera blanca
Mirlo común
Mosquitero musical
Paloma torcaz
Papamoscas cerrojillo
Pardillo común
Petirrojo europeo
Pinzón vulgar
Reyezuelo listado
Serín verdecillo
Urraca
Verderón común









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