viernes, 11 de septiembre de 2015

RUTA POR SAN MARTÍN DE LA VEGA

RUTA POR SAN MARTIN DE LA VEGA. LOS ALBARDALES.
Los Albardales. El oasis artificial.
Una de las actividades humanas qué más transforma el medio natural, y los ecosistemas, es sin duda la agricultura.
A partir de la década de los 50 y 60 en España comienza un proceso implacable de desecación de importantísimos humedales, tanto de interior como costeros. Todo ello encaminado a convertir estas supuestas “áreas insalubres” en grandes extensiones de regadíos como arrozales o maizales, o de productos hortofrutícolas. Ejemplos de esta espectacular transformación lo tenemos en los casos tan tristemente famosos como la desecación de la Laguna de la Janda (Cádiz), o la alteración hidrológica del Acuífero 23 en Ciudad Real.
Paradójicamente a toda esta intensa transformación, se crean nuevos humedales artificiales, cuando se inundan grandes extensiones de arrozales y maizales. Los arrozales del Delta del Ebro, la Albufera de Valencia, o los de las Vegas Altas del Guadiana, constituyen buenas zonas de invernada para multitud de especies de aves.
El caso paradigmático qué nos ocupa, son los Albardales. Este pequeño humedal artificial constituye uno de los mejores carrizales de toda la Comunidad de Madrid. Se encuentran situados cerca del núcleo urbano del pueblo de San Martín de la Vega, en la vega baja del río Jarama, e incluído dentro del Parque Regional del Sureste.
Constituye un espeso carrizal rodeado de grandes masas de maizales, con vegetación compuesta por carrizo, espadaña, tarays y algún pino carrasco.
(Los Albardales, San Martín de la Vega).

Durante los meses de Junio a Octubre, el cupo sobrante de agua de los maizales lo recoge el humedal, y estas aguas se unen a un acuífero qué hay por debajo de él.
El atractivo para los ornitólogos, es qué es uno de los escasos lugares de la Comunidad de Madrid para poder ver limícolas en cantidad, y en número de especies. Es una buena zona de descanso para las aves en su migración post-nupcial, y a esto se une qué se convierte en un pequeño oasis artificial, como foco de atracción, en un entorno tan seco como son los cerros yesíferos del Parque del Sureste.
A finales de Agosto y principios de Septiembre, durante el paso post-nupcial, se puede observar al carricerín cejudo, el ave más amenazada de Europa, lo que demuestra la importancia que tiene este humedal como área de descanso para las aves migratorias.
A las migratorias, se unen las estivales y las residentes. Así dependiendo de la época del año en qué visitemos el espacio podremos observar especies tan interesantes como morito, pechiazul, agachadiza chica, combatiente, chorlitejo chico, carricero común, etc.
Este humedal es de tal importancia qué el Ayuntamiento de San Martín de la Vega lo protegió con la figura de Reserva Ornitológica, y actualmente está gestionado por la Sociedad Española de Ornitología.
A pesar de estar protegido sobre el papel, sufre numerosas amenazas qué a futuro pueden comprometer su protección. Uso de pesticidas en los campos cercanos, vertidos incontrolados, escombreras e incendios son los problemas más acuciantes qué amenazan este espacio tan privilegiado. En él se suelen producir cíclicos incendios. Algunos agricultores queman grandes extensiones de carrizo como medida de lucha contra insectos y roedores, lo puede provocar una alta mortandad de aves, y les priva de sus zonas de refugio. Prueba de esta práctica criticable y tan poco selectiva, fue el gran incendio qué se produjo en 1997 y qué arrasó la friolera de 20.000 m2 del espacio.
Medidas de conservación como eliminación de puntos negros de escombreras, el mantenimiento de una lámina de agua permanente todo el año, repoblación de zonas aledañas a los caminos agrícolas, o evitar los incendios intencionados del carrizo, pueden hacer qué este pequeño espacio sea uno de los humedales más importantes del Sur de Madrid.
Accesos a los Albardales.
-En coche. Coger la A-4 hasta la salida 22, y luego tomar la M-506 hasta la rotonda del Parque Tierno Galván. También la A-4 salida 9, y luego la M-301, hasta la misma rotonda. 40 minutos aproximadamente desde Madrid capital.
-En autobús. Línea 412 Madrid (Villaverde Bajo Cruce)-San Martín de la Vega). Bajarse en plaza Miguel de Unamuno. Desde allí cogemos la Avenida de los Abogados de Atocha hasta la rotonda de la antigua estación de cercanías. 45 minutos desde Madrid.
Línea 413 Pinto (FF.CC)-San Martín de la Vega. 30 minutos desde la estación de cercanías de Pinto. Luego el mismo recorrido andando desde la plaza Miguel de Unamuno.
-En bici. Existe un carril bici qué sale desde el Barrio de los Rosales en Villaverde y llega hasta la entrada del mismo pueblo. 2 horas y 15 minutos desde Madrid.
La ruta propuesta es una ruta circular por los Albardales con principio y fin en la parada del autobús a Madrid. Es de dificultad baja y tiene una duración aproximada de 3 horas.

(Ruta circular de 3 horas de duración por los Albardales).

Este es el relato de un salida qué realicé a principios del mes de Septiembre de 2015, a finales de verano.
Animado por la buena experiencia del año pasado en la que fue mi primera visita a los Albardales, con buenos avistamientos de limícolas, y con una cita reciente de morito el fin de semana anterior, decidí acercarme una tarde a probar suerte.
Desde la parada del autobús a la entrada a los Albardales hay unos 30 minutos de caminata así qué me entretuve viendo la arquitectura tradicional del pueblo. Aún hoy día, en el, quedan casas de campo con sus patios para los aperos de labranza, y en muchos garajes hay gente que vende sus productos de huerta. San Martín es quizás junto con Ciempozuelos, uno de los pocos pueblos del Parque Regional del Sureste, qué han sabido conservar mejor, buena parte de su primitivo patrimonio arquitectónico.
A las afueras del pueblo, llegué al carril bici, que era flanqueado en su margen izquierda por un inmenso maizal. Allí en sus hojas, se agolpaba un buen bando de gorriones comunes, la primera especie de la lista. A la derecha del camino en unas antenas muy altas, había dos cigüeñas blancas, de esas qué se quedan con nosotros a pasar el invierno. Entre la inmensa mole de ramas qué formaban su colosal nido, criaban algunos estorninos negros.
En un claro del maizal decidí echar un vistazo y asusté a un pequeño grupo de tórtolas turcas.
El día estaba muy encapotado, típico día de tormenta de finales del verano. En lo alto de las nubes volaban golondrinas comunes qué hacían bonitos picados a ras del suelo para poderse llevar algún incauto mosquito al pico.
En pocos minutos llegué a la estación abandonada de cercanías. Ejemplo esclarecedor del impacto de la crisis, y de la qué ahora la naturaleza se había hecho dueña de semejante mole abandonada. Su techo era aprovechado como posadero para palomas torcaces y tórtolas turcas. Por sus andenes abandonados, a modo de película apocalíptica, eran ocupados por traviesos conejos y gazapillos.
Por mi izquierda apareció una sombra qué iba a toda velocidad a posarse sobre una antena de la estación. Cuando se posó, pude comprobar qué se trataba de un alcaudón meridional.
Aunque había parado de chispear, las nubes qué venían del Sureste eran muy compactas, y al fijarme en ellas, apareció un enorme bando de jilgueros qué sin duda huían del pequeño aguacero qué me recibió al bajarme del autobús.
Justo a la entrada a la rotonda del Parque Tierno Galván vi un pequeño arroyo qué era el desagüe del canal de riego. Allí  había una pequeña congregación de ánades reales y ya se comenzaban a ver las primeras limícolas. Tras estos apareció primero un andarríos grande y luego un andarríos chico lo qué me permitió poder apreciar las diferencias entre ambas especies. Delante de todas ellas había un limícola qué hacía graciosos equilibrios con una pata. Me costó mucho identificarla, pues no se daba la vuelta y no la veía de frente. Tras varios minutos de paciencia, y con la guía en la mano pude comprobar qué se trataba de un andarríos bastardo. Poco después hizo acto de aparición una juguetona lavandera boyera.

(Ánades reales, anas platyrhynchos).

Tomé la pista agrícola qué cruzaba el inmenso maizal, y a mi izquierda había una alberca por donde pasaba un pequeño canal. Aproveché para subirme a ella y poder tener mejor campo de visión. Al fondo del canal había cuatro fochas comunes nadando en busca de comida, y junto a ellas una lavandera blanca.
A pocos metros del canal el carrizo estaba muy alto, lo que me indicaba qué estaba a la entrada de los Albardales.

(El sobrante del riego de los maizales hace qué se inunden los Albardales).

Me quedé a observar con los prismáticos entre una pequeña apertura qué había en el carrizo y comencé a apuntar nuevas especies para la lista. Primero apareció un macho de cuchara europeo en eclipse. Nadando en grupo, mezcla de fochas comunes y gallinetas comunes. En un prado encharcado, muy camufladas, dos cigüeñuelas barrían con su pico el fango en busca de invertebrados. Tras ellas, un imponente ejemplar de garza imperial.

(Garza imperial, ardea purpurea).

Vuelvo a la pista agrícola, y tras unos metros el carrizo desaparece y se ve en toda su extensión la lámina de agua. Dos zampullines chicos se lanzan a bucear al unísono ante mi presencia. Me detengo a ver dos garzas imperiales qué estiran sus majestuosos cuellos para detectar mi presencia. En ese instante veo una gran figura negra con un cuello muy largo, y me pongo a alerta. Tras unos expectantes minutos llega la sorpresa del día. ¡Dos moritos!. Mi primer avistamiento de este especie para Madrid. Sin hacer mucho ruido y alejándome todo lo que pude del camino pude deleitarme un buen rato con su presencia, y sacarles unas cuantas fotos.

(Morito, plegadis falcinellus).

Tras un buen rato observándolos con los prismáticos decidí marcharme para no molestarles y continué mi camino por la pista agrícola hasta un pequeño camino qué torcía a la izquierda y bordeaba el carrizal. Un poco antes, dos cigüeñas blancas se posaron en la laguna procedentes de los nidos cercanos de las antenas del pueblo.

(Cigüeñas blancas, ciconia ciconia).

A lo lejos se veían los imponentes cantiles yesíferos del río Jarama. Me paré en una zona de barbecho qué había entre el maizal. Primero pude ver unas urracas qué buscaban comida en el suelo. Al fondo se posó una cogujada común. Y encima de una boca de riego se posó un ave qué al principio no distinguía con luz. Tras un poco de paciencia, la segunda sorpresa del día. ¡Una tarabilla norteña!. Especie qué por estas fechas se ve en migración post-nupcial en muchos lugares de Madrid.

(Cerros yesíferos del río Jarama en el Parque Regional del Sureste).

Cogí el camino qué llevaría a la otra orilla del carrizal. En lo alto patrullaba un bonito aguilucho lagunero qué hizo levantar el vuelo a unos asustados ánades reales.
La vereda qué acaba en la pista agrícola opuesta, estaba invadida por un espeso carrizal. Cruzarlo se hizo muy tortuoso, tanto qué eché en falta un machete a modo de los expedicionarios del Amazonas. Tras unos angustiosos minutos, salí de aquella maraña, y en lo alto de las nubes apareció un milano negro. Seguramente alguno de los rezagados, porque dos semanas antes me había hartado de ver cientos y miles cruzando el Estrecho de Gibraltar en Tarifa.
Avanzando por la pista agrícola llegué a un gran barbecho en medio del maizal, y me metí en él para ver si veía algo interesante. A lo lejos se veían los imponentes cerros yesiferos de la Marañosa. Junto a ellos, y modo de postal apareció una bandada de avefrías.

(Pista agrícola en los Albardales).

Poco a poco iba ganando altura y tenía a mis pies la laguna, pero sólo veía la parte seca, ya que la inundada la rodeaba una gran masa de carrizo.
En un carrizo junto a un gran pino carrasco aparecieron unos juveniles de pájaro moscón y poco después el macho con su famoso antifaz negro.
Pequeños grupos de aviones zapadores sobrevolaban la laguna cazando a vuelo un buen puñado de molestos mosquitos, cosa que agradecía.
En lo alto de un gran árbol seco se posaron tres bonitos ejemplares de verderones comunes.
Antes de llegar al punto de partido, donde hay una abertura en el carrizal donde se tiene buena visión, un zarcero común me puso alerta con su melodioso canto.
Volví a echar un vistazo a la laguna pero sin ninguna especie nueva a sumar a la lista. Decidí retomar el camino de vuelta para coger el autobús, y como punto final pasaron sobre mi cabeza una buena formación de garcillas bueyeras camino de sus dormideros a orillas del río Jarama.
¡A qué esperáis para calzaros las botas, y preparar vuestros prismáticos y cámara, y disfrutar de este lugar tan interesante!.
¡Felices avistamientos!.
© Rafita Almenilla.
Para concluir adjunto lista de especies avistadas durante la ruta.

FAUNA DE LOS ALBARDALES
AVES
MAMIFEROS
Aguilucho lagunero occidental
Conejo
Alcaudón meridional
Ánade real
Andarríos bastardo
Andarríos chico
Andarríos grande
Avefría
Avión zapador
Cigüeñuela
Cigüeña blanca
Cogujada común
Cuchara europeo
Estornino negro
Focha común
Gallineta
Garcilla bueyera
Garza imperial
Golondrina común
Gorrión común
Jilguero
Lavandera blanca
Lavandera boyera
Milano negro
Morito
Paloma torcaz
Tarabilla norteña
Tórtola turca
Urraca
Verderón común
Zampullín chico
Zarcero común







3 comentarios:

  1. Hola, me encanta tu blog, perdona, sabes algo más del morito, es que estoy intentando hacer un estudia de las aves de la zona. Un saludo. Si puede ser me podría decir si lo ha avistado más veces?

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  2. Hola Diego. Es la primera vez qué lo veo por allí. Pero el año pasado ya estuvimos y se vió justo el día anterior qué visité los Espartales. Parece ser qué se ve ha visto otros años atrás. Para verlo te recomiendo qué lo vayas a ver la última semana de Agosto y primera de Septiembre qué es cuando el agua sobrante de los maizales cercanos llenan los Albardales. Un saludo.

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