sábado, 22 de octubre de 2016

RUTA POR RIVAS-VACIAMADRID

RUTA POR RIVAS-VACIAMADRID

Laguna del Campillo. Y de repente, una laguna.

En sus 31.552 hectáreas de extensión el Parque Regional del Sureste podemos encontrar gran variedad de ecosistemas: bosques de ribera, pinares de repoblación, cantiles yesíferos, estepas naturales y cerealistas, canteras abandonadas, núcleos urbanos y lagunas naturales y artificiales.
Es llamativo qué en sus 123 humedales catalogados del, sólo el 6,5% de ellos sean naturales. La gran mayoría son antiguas graveras abandonadas, qué con el paso del tiempo, o se han naturalizado, o se han restaurado para recuperar el equilibrio ecológico perdido.
Uno de los ejemplos más representativos es la Laguna del Campillo situada en el término municipal de Rivas-Vaciamadrid.

(Laguna del Campillo en el Parque Regional del Sureste).

Entre la década de los 60 y 70 fue una antigua explotación de áridos qué posteriormente se abandonó. Se excavó por debajo del nivel freático, y poco a poco entre las filtraciones del cercano río Jarama, y el gran acuífero de la zona sureste de Madrid, la recargaron de agua.
La laguna cuenta con 5,5 kilómetros de contorno, y una profundidad media de 6 metros, siendo su profundidad máxima de 20 metros.
Dentro del Parque del Sureste cuenta con la figura de protección de Reserva Natural, zona B en la escala de zonificación.
La vegetación del humedal está compuesta por una primera línea arbórea con especies como álamos blancos, sauces, fresno, tarayes, olmos y chopos negros. Una segunda banda arbustiva con especies tan interesantes como zarzamoras, rosales silvestres o majuelos. Por último, ya dentro de la laguna, encontramos una línea de vegetación de juncos, eneas, carrizo y lentejas de agua, ideal para refugio de aves acuáticas.
La laguna está rodeada por su flanco izquierdo por una magnífica formación de cantiles yesíferos, qué continúan hacia la finca del Piul. A su derecha por la vegetación de ribera del río Jarama. En una de sus orillas se encuentra la inmensa mole de la fábrica de vigas de hormigón de Padacar cerrada desde 2003. En el perímetro de la laguna está el Centro de Educación Ambiental del Campillo. Lugar de referencia para conocer la flora, fauna y geología de este espacio protegido. Por último, a la entrada la laguna se encuentra las vías del tren turístico de Arganda, qué actualmente hace el recorrido desde la laguna, hasta la estación de la Poveda en Arganda del Rey.

(Vías del Tren de Arganda en las inmediaciones de la Laguna del Campillo).

Con esta variedad de ecosistemas, la fauna avícola es muy rica en especies. En la zona de los cantiles podemos observar grajillas, chovas piquirrojas, collalbas negras, mochuelos comunes o búhos reales. En el bosque de ribera tórtolas comunes, martín pescador, oropéndola, pico picapinos y pájaro moscón. En la laguna, garza real, cormorán grande, cuchara europeo, cerceta común y ánade friso. Posee uno de los dormideros más grandes de garcillas bueyeras, gaviotas sombrías y reidoras de la Comunidad de Madrid.
La ruta propuesta es una ruta circular de 2 horas de duración y de dificultad baja. Ideal para hacerla con niños, pues no presenta ninguna dificultad, visitando la laguna, los cantiles y pinar del Piul, el centro de interpretación, y el río Jarama.

(Ruta circular de 2 horas de duración y dificultad baja por la Laguna del Campillo).

Accesos a la Laguna del Campillo:
-En coche. Autovía A3 salida 19. 27 minutos desde Madrid.
-En autobús. Línea 334 Conde de Casal-Rivas Pueblo. 30 minutos desde Madrid. Luego desde la parada debemos andar 25 minutos hasta la entrada a la laguna.
-En Metro. Línea 9. Paco de Lucía-Arganda del Rey. Nos bajaremos en la estación de Rivas-Vaciamadrid.  Desde la estación de Puerta de Arganda 16 minutos. Luego desde la parada de Rivas-Vaciamadrid, andar 25 minutos hasta la entrada a la laguna.
-En bicicleta. Desde la estación de Rivas-Vaciamadrid. La ruta circular se puede hacer en bici sin problemas.
Este es el relato de una ruta qué realicé a finales de Octubre de 2016.
Decidí acercarme un día entre semana a la Laguna del Campillo. El día amenazaba lluvia, así que me permitiría visitar este lugar sin la masificación de los fines de semana, razón por la que visito más la Laguna del Soto de las Juntas. El trasiego de ciclistas, gente en el merendero y pescadores hace que muchos días la fauna se muestra más esquiva.
Tras los 25 minutos de rigor andando desde la parada del Metro, llegué a la entrada de laguna, donde están las vías del tren de Arganda. La inmensa mole de cantiles yesíferos qué flanquea la laguna me quedaba a mi izquierda. Se encontraban muy mojadas por las lluvias de los pasados días, y había habido algún pequeño desprendimiento, arrastrado por la fuerza de las aguas.
Tenía dos opciones: o seguir el camino qué estaba pegado a la vía del tren y cercano a la orilla de la laguna, o seguir la carretera de camino a la finca del Piul. Opté por esta segunda opción, para tratar de ver algo de fauna rupícola de los cortados de yeso.
La primera especie de la lista fue un majestuoso petirrojo europeo qué cantaba enérgicamente con el pecho hinchado sobre las ramas de un chopo.

(Petirrojo europeo, erithacus rubecula).

En lo alto, a través de las nubes qué amenazaban lluvia, comenzaron a levantar las primeras cigüeñas blancas procedentes de las colonias cercanas de las Lagunas del Porcal y de las antenas de Arganda del Rey.
Poco a poco me fui pegando a los cantiles, y entre las oquedades de los yesos, fueron a posarse dos urracas.

(Urraca, pica pica).

Los primeros conejos comenzaron a hacer su aparición corriendo a refugiarse entre las formaciones de los ontinares y jabunares.
Me paré un momento a hacer una barrida por los cantiles a ver si veía a alguna collalba negra. No hubo suerte, pero después de unos minutos de insistencia, logré observar a varios colirrojos tizones y una curruca cabecinegra.

(Colirrojo tizón, phoenicurus ochruros).

Seguí mi camino contemplando embelesado los imponentes farallones de yeso, qué parecían sacados de una película del salvaje Oeste. En algunas zonas se notaba la presencia de pequeños acuíferos porque la vegetación cambiaba de pequeños arbustos gipsófilos, a tarayes, juncos e higueras.
En un pequeño retamal había mucho movimiento de pequeños pajarillos. Con un vistazo con los prismáticos salí de dudas al comprobar qué se trataban de mosquiteros musicales, en paso post-nupcial.
Por encima de los cantiles comenzaban a aparecer pequeños bandos de palomas torcaces de camino a la laguna, y al bajar los prismáticos dos pequeñas pelotitas negras con un tono blanco se posaron sobre un espolón de yeso. Al verlas la cola blanca en forma de t no había duda. ¡Por fin cayeron las collalbas negras!
Me interné en el pinar del Piul. Por una vez me lo encontré sin basuras, y el hecho de que no hubiese gente en los merenderos me animó a hacer una espera en busca de paseriformes. Primero observé un pequeño grupo de jilgueros en la copa de un gran pino, y al rato el reclamo de un carbonero común, delató su presencia.

(Carbonero común, parus major).

A mi derecha se me mostró como imagen impactante la desmesurada fábrica de vigas de hormigón de Padacar. Entre una fila de vigas vi una sombra qué se movía. Al principio pensé que se trataba de un perro qué custodiaba la fábrica. Pero cuando dejó ver su enorme cola ya me puso en alerta. Si, ¡se trataba de un zorro común! La imagen no podía ser de lo más pintoresca. Un inquieto zorrillo paseándose a sus anchas por un mar de vigas de hormigón. Lo que demuestra el carácter adaptativo de este pequeño carnívoro oportunista.
Bajé corriendo a la vía del tren para intentarle echarle una foto, pero se movía con mucha soltura esquivando las vigas de hormigón. Tras varias fotos infructuosas, cruzó una valla metálica para perderse en la orilla de la laguna. Poco después comencé a oír un incesante graznido procedente de los cantiles. Ruidosas grajillas occidentales volaban en dirección a la fábrica de vigas.
Volvía a oír el graznido sobre el techo de la fábrica y dirigí mis prismáticos aquella zona. Me llevé una buena sorpresa al comprobar qué lo qué graznaba eran dos revoltosas chovas piquirrojas.

(Chovas piquirrojas, pyrrhocorax pyrrhocorax)

Comencé a subir una pequeña loma qué me llevaría a un pequeño barranco formado por la erosión de un pequeño arroyo.
Tras atravesar varias trincheras de la Guerra Civil llegué al barranco con un paisaje muy atractivo desde el punto de visto botánico.
Los taludes del barranco estaban jalonados por varias especies de arbustos gipsófilos como gayombas, efedras, y retamas de bolas. También había sisallos, ontinas, jabunas, romero, y entre tanta maraña de arbustos, algunos pinos carrascos.

(Los cerros yesíferos qué rodean la Laguna del Campillo poseen una flora botánica gipsófila muy interesante, con algunas especies endémicas).

Comencé a escuchar el canto de las currucas, pero era difícil ver de qué especie se trataban. Continuaba el goteo de colirrojos tizones y mosquiteros musicales.
Oteando con los prismáticos los cantiles, vi qué algo se movía entre un espartal. Cuál fue mi sorpresa al darme cuenta qué se trataba de ¡otro zorro! El segundo del día. Yo creo que su cara de asombro era más grande que la mía, porque estuvo un buen rato totalmente quieto observándome, lo qué me permitió sacarle varias fotos. Cuando se aburrió de mi presencia, subió con agilidad felina, bueno en este caso canina, los cantiles, para perderse en un pequeño desfiladero.

(Zorro común, vulpes vulpes).

Tras este encuentro tan reconfortante, tomé una pequeña vereda entre la entrada a la finca del Piul, y la fábrica de Padacar qué llevaría a la orilla de la laguna. Aquí el bosque de ribera se mostraba en todo su esplendor, con álamos, sauces y chopos de gran porte. De uno de ellos salió volando raudo y veloz un mirlo común.
Me acerqué sigiloso a la lámina de agua, pero no me di cuenta que a mi derecha tenía nadando dos fochas comunes qué escaparon chillando ante mi presencia. Este tumulto hizo qué se asustaran a la vez varias cercetas comunes.
Ya se dejaban comenzar a ver los primeros cucharas comunes, y pude fotografiar a un vistoso macho.

(Cuchara común, anas clypeata).

En un pequeño recodo qué hacía la laguna, había una formación mixta de ánades reales y frisos.
Proseguí rodeando la laguna en busca de un observatorio de aves qué recordé haber estado en mi última visita. Accedí al bosque de ribera por varias veredas, pero no había ni rastro del hide. Volví a la pista de tierra y justo antes de ver el Jarama, levantó del suelo un pito real ibérico.
Eché un vistazo al cauce del Jarama, sin recompensa alguna. El río bajaba con mucho caudal, gracias a las lluvias de los últimos días. Si seguía lloviendo en aquellos días, como ponían las previsiones, prometía un buen Otoño de agua, cosa que ya hacía falta.

(Río Jarama).

Continué caminando por la pista donde a sus lados había carteles explicativos con la flora qué se podía ver, en una agradable ruta botánica qué proponía el centro de educación ambiental. Tras unos metros de caminata llegué a la puerta del mismo centro qué ya se encontraba cerrado. Un poco más adelante se volvía a ver la laguna y allí pude ver el observatorio de aves. Estaba dentro del recinto vallado del centro de educación ambiental. Con razón no lo había encontrado antes.
Allí me quedé volviendo a apuntar mis prismáticos a la laguna. En una isla artificial había una garcilla bueyera de las primeras en llegar a sus dormideros.
Comencé a oír el inconfundible canto del pico picapinos y en un rato le localicé subido en lo alto de la copa de un chopo seco.

(Pico picapinos, dendrocopos major).

Instantes después llegué a una antigua instalación de medición del cauce del río ahora abandonada. Una pasarela metálica permitía cruzar el río hasta la mitad de su cauce. Allí pude ver a dos cormoranes grandes nadando, intentando remontar el cauce, qué bajaba con mucha fuerza.
Más arriba del río, entre un carrizal estaba escondida una elegante garza real a ver si podía pescar algún pececillo incauto.

(Garza real, ardea cinerea).

De nuevo volví a la orilla de la laguna, y en un carrizal pude observar un herrerillo común. Muy cerca de este, en un arbusto había una gran algarabía producida por una gran concentración de gorriones morunos.

(Gorriones morunos, passer hispanioliensis).

Reanudé mi camino a la entrada de la laguna. Por el camino se me cruzó un cetia ruiseñor qué iba volando en dirección al río.
Decidí sentarme en un banco de madera para echar la última vista al humedal y comenzar a guardar las cosas en la mochila. Antes de guardar los prismáticos, un gracioso zampullín común cerraba la lista de esta jornada tan amena.
¡A qué esperáis para colgaros la mochila, los prismáticos y la cámara de fotos y disfrutar de este espacio tan interesante!
¡Felices avistamientos!
© Rafa Ac.
Para terminar, añado la lista de especies avistadas durante la ruta.

FAUNA DE LA LAGUNA DEL CAMPILLO
AVES
MAMÍFEROS
Ánade friso
Conejo
Ánade real
Zorro común
Carbonero común
Cerceta común
Cetia ruiseñor
Chova piquirroja
Cigüeña blanca
Colirrojo tizón
Collalba negra
Cormorán grande
Cuchara común
Curruca cabecinegra
Focha común
Garcilla bueyera
Garza real
Gorrión moruno
Grajilla occidental
Herrerillo común
Jilguero
Mirlo común
Mosquitero musical
Paloma torcaz
Petirrojo europeo
Pito real ibérico
Zampullín común

2 comentarios:

  1. Magnifico reportaje, Rafa. Marca de la casa.
    Curiosamente yo también recuerdo haber visto un zorro, por aquí, pero en el recorrido entre esta laguna y las lagunas de Velilla, hace ya algunos años.
    Veo que tuviste mas suerte que yo el otro día, pues cuento hasta seis anátidas en tu relato. Ya te comente que había muchas cucharas solamente, pero no recuerdo otra especie mas. Curiosamente en el Jarama si vi gallinetas, que tu no viste en El Campillo, que es su hábitat mas natural.
    Y ya me contarás como haces las fotos, pues para mi resulta muy difícil simplemente distinguir las especies. Ya fotografiarlas...imposible.
    Un saludo, amigo

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  2. Hola Paco, Gracias. Bueno las fotos, con mucha paciencia, y estando bien escondido. A veces la suerte también es un factor a tener en cuenta. Para distinguirlas te recomiendo una buena guía de aves, y salir mucho al campo. Al final con mucha práctica seguro qué consigues distinguir muchas especies. Un saludo.

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