Sisón
común. Réquiem por una especie que se nos va.
Una de las especies de
aves que ha sufrido un declive sobrecogedor en sus poblaciones, es el sisón
común. En apenas 20 años sus efectivos, han caído en picado en torno a
un espeluznante 76%, lo que puede provocar, que en pocos años pueda pasar a la
categoría de “ave no común”.
Este trágico descenso
también se ha dejado sentir en la Comunidad de Madrid. Antaño común incluso en
la periferia de la ciudad de Madrid, se podía ver en los años 70 en Villa de
Vallecas incluso, ha ido desapareciendo paulatinamente de su área histórica
distribución de la zona Sur de la Comunidad. Hoy existen pequeños reductos
fragmentados en los municipios de Brunete, Torrejón de Velasco o Pinto.
La desaparición gradual
en la zona Sur de Madrid, tiene mucho que ver por el proceso urbanizador que han
sufrido muchos de sus municipios.
Los clásicos paisajes
de estepas cerealistas se han visto ocupados por autopistas, vías de Alta
Velocidad, polígonos industriales, urbanizaciones, o vertederos. A este
desmesurado proceso urbanizador hay que añadir otros factores como la caza, las
molestias que sufre, y quizás como factor más importante, la reforma agraria,
donde la PAC (política agraria comunitaria) ha acelerado su declive
poblacional.
Transformando la
agricultura tradicional, por otra más intensiva, provocando que la desaparición
de lindes y barbechos, lugares ideales para el sisón, así como la
multiplicación de herbicidas y pesticidas, que afectan de la misma manera, a
otras especies esteparias.
Resulta curioso, como la
mayoría de población reproductora de sisón en Madrid, se ha mudado desde
su zona histórica de la “ZEPA estepas cerealistas del Henares y Jarama” y otras
zonas de sur metropolitano, a la “IBA la Alcarria Madrileña”. Concretamente, al
triángulo que forman los municipios de Campo Real, Nuevo Baztan, y Valdilecha.
En los alrededores del
pueblo de Campo Real, aún se pueden encontrar zonas de estepas de cultivos cerealistas,
prácticamente sin alterar, donde los machos reproductores pueden buscar a las hembras para el cortejo, y donde en los meses invernales se producen grandes
concentraciones mixtas de ejemplares.
Ficha técnica de la
ruta.
-Punto de inicio. Calle
Alcalá, Valdilecha.
-Punto de fin. Calle
Nuestra Señora del Castillo, Campo Real.
-Distancia: 10
kilómetros.
-Tipo de ruta: lineal.
-Desnivel. Punto más
alto 786 metros. Punto más bajo 701 metros.
-Dificultad. Media.
-Duración: 4 horas con paradas para la observación de aves.
-Patrimonio cultural:
ermitas de Virgen de la Oliva del siglo XVII, y ermita de San José, Valdilecha.
Iglesia Nuestra Señora del Castillo, siglos
XIV a XVII, Campo Real.
-Patrimonio natural:
estepas cerealistas de la “IBA la Alcarria Madrileña”.
(Ruta lineal de 4 horas de duración y dificultad media entre los municipios de Valdilecha y Campo Real). |
-Accesos a Valdilecha.
-En coche. Autopista A3
(Madrid-Valencia) hasta la salida 35. Luego coger la M-200 y posteriormente la
M-229. 40 minutos desde Madrid.
-En autobús. Línea 313
(Madrid Conde de Casal, Valdilecha). 1 hora y 15 minutos.
-En bicicleta. Vía
verde del Tajuña. Arganda del Rey-Carabaña. 1 hora y 20 minutos.
Carabaña-Valdilecha 41 minutos. Por el Camino de Carabaña y Calle Cuesta.
-Al llegar a Campo Real
para volver a Madrid, podemos coger otra vez la línea de autobús 313, y las
líneas 320 y 321, que nos llevarán a Arganda del Rey.
Recomendaciones para la
ruta.
-Las épocas ideales
para realizar la ruta son invierno y primavera.
-Llevar agua, pues no
hay fuentes durante del recorrido, desde que salgamos de Valdilecha, hasta que
lleguemos a Campo Real.
-No nos saldremos de
los caminos. Transitaremos por una zona de hábitat de especies esteparias muy
sensibles. Y tener más precaución en época de apareamiento y reproducción.
-Si hacemos el
recorrido a la inversa, evitaremos el tramo de pendiente ascendente.
Este es el relato de
una ruta que realicé a finales del mes de Abril.
Una semana después de
mi anterior visita a la Alcarria Madrileña, decidí volver para quitarme el sinsabor
de boca por no haber visto los sisones.
Era todo un reto, si
sumábamos que el sisón cada año que pasa es una especie más escasa
desgraciadamente, y que el cereal por aquellas fechas comenzaba a estar muy
alto. Pero como siempre he dicho, si vas al hábitat natural de una especie en
concreta, y en las fechas indicadas, como la época de celo, multiplicas tus
posibilidades.
Cuando me propongo un
“reto pajarero”, no cejo en el empeño hasta lograrlo, y aquel día estaba
convencido que a la segunda oportunidad iba a tener éxito.
El día era muy propicio
para la excursión. Aunque iba a visitar la zona por la tarde, el día nublado, y
algo fresco me iba ayudar a llevar mejor el calor, por las estepas cerealistas de Valdilecha y
Campo Real.
Esta vez iba a comenzar
la ruta en el pueblo de Valdilecha, uno de los vértices que forman el
imaginario triángulo de la zona de reproducción del sisón común, junto a Campo
Real y Nuevo Baztán.
Tras algo más de 1 hora
de recorrido de autobús, llegué al coqueto pueblo de Valdilecha. Comencé a subir por su calle principal, flanqueada por vistosas casas con fachadas encaladas, de la
típica arquitectura manchega. Las golondrinas comunes fueron la
primera especie que apunté en mi cuaderno de campo.
Comencé a subir una
cuesta de gran pendiente que me llevaría a la atractiva ermita de la Virgen de
la Oliva. Antes de llegar a esta, en el claro de un pinar pude ver varios verdecillos
y que picoteaban el suelo con gran parsimonia.
En lo alto de un gran
pino carrasco, cantaba con mucha energía un elegante ejemplar de macho de verderón
común.
Tras una buena caminata
de una pendiente que en algunos tramos se hizo algo pesada, llegué a la
explanada de la ermita.
En lo alto de un
tendido eléctrico arrullaba una tórtola turca.
Llegué a la sugerente ermita
de la Virgen de la Oliva. Un encantador edificio de piedra, con contrafuertes,
y un pequeño soportal.
(Ermita Virgen de la Oliva en el pueblo de Valdilecha). |
Una pequeña nube de aviones
comunes revoloteaba sobre su tejado, y entre sus tejas, unos cuantos gorriones
comunes hacían sus nidos bajo ellas.
Subí al magnífico
mirador, a la sombra de unos olivos, en los aledaños de la ermita. Espléndidas
vistas se observaban desde él, del pueblo de Valdilecha, y parte del valle del
Tajuña. Tras dedicar unos minutos a regocijarme con tan fastuosas vistas, y
sacar las pertinentes fotos, proseguí con mi camino.
(Vistas del pueblo de Valdilecha, desde el mirador de la ermita de la Virgen de la Oliva). |
Cerca de la ermita,
había una fuente, que a modo de abrevadero servía para que el ganado bebiese, y
punto de agua permanente para los pequeños pajarillos que habitaban en el
entorno del pueblo.
La Calle de la Ronda
estaba flanqueada por pinos carrascos y algunos aliantos. En las ramas de esta
especie invasora había posada un colorido pinzón vulgar que muy confiado, se
dejó fotografiar.
(Pinzón vulgar. Fringilla coelebs). |
A pocos metros de la ermita
Virgen de la Oliva, me topé con la pequeña ermita de San José, rodeada de pinos
carrascos, donde estaban descansando un pequeño grupo de jilgueros.
(Ermita de San José en el pueblo de Valdilecha). |
Al final de la Calle de
la Ronda, justo en la entrada al cementerio, la carretera hacía una gran curva
cerrada, y su derecha salí una pista
pegada a la tapia del cementerio, que me llevaría a la zona esteparia.
Tras dejar un gran
pinar de pino carrasco de repoblación, el paisaje iba transformándose en una
sucesión de olivos y viñedos con pequeñas manchas de coscojar.
(En los inicios de la ruta nos encontraremos con olivares, viñedos y coscojares). |
En los viñedos
comenzaron a aparecer multitud de conejos, unas cuantas urracas,
y un macho de mirlo común.
Después de una pequeña
pendiente, el camino volvía a girar a mi derecha, y tras dejar a mis espaldas
las vistas del valle del Tajuña, me encontraba en una gran planicie a modo de
meseta, donde comenzaba la zona esteparia, y donde comenzaría a rastrear la
zona en busca de los sisones.
La imagen no podía ser
más bucólica. Las generosas lluvias del mes de Marzo y parte de Abril, había
vuelto a llenar de vida y color la castigada estepa, después de años de una
sequía tan devastadora. El verde del cereal se extendía varios kilómetros a
modo de una alfombra infinita sin solución de continuidad, solo rota por
algunas manchas de coscojares, almendros y majanos. Y encima de uno de ellos
pude ver con los prismáticos una collalba gris.
(Estepas cerealistas de Valdilecha). |
Las aves comenzaban a
animarse, a pesar de que empezaba a apretar el calor. Entre los cultivos una
bandada de palomas torcaces picoteaban incansables en busca de granos de
cereal.
Volví a girar otra vez
a la derecha, y poco después el camino se bifurcaba en dos. Uno que llevaba a
la cantera de Valdilecha, y otro conocido como el Camino de Valdilecha a Alcalá
que se adentraba más en la zona esteparia, y ese era el que más me interesaba.
Así que decidí tomar este último para tentar la suerte con los sisones.
(Camino de Valdilecha a Alcalá). |
Comencé a avanzar por
esta pista con un buen firme que mis pies lo agradecieron, después de subir la
pendiente desde Valdilecha. Según iba atravesando los campos de cultivos me
iban saliendo algunas aves esteparias como calandrias comunes y cogujadas comunes.
En una pequeña
formación de almendros había abandonado un coche completamente calcinado. Su
imagen distorsionaba, a modo de película futurista-apocalíptica, el atractivo
paisaje estepario.
Abandoné esta grotesca
escena, y decidí distraerme con el canto melodioso de los escribanos trigueros que
cantaban posados en las ramas de un almendro cercano.
(Escribano triguero. Miliaria calandra). |
Poco después, el camino
descendía en una suave pendiente, y a escasos metros me encontré una especie de
pista de aterrizaje, que la verdad no pintaba mucho en aquel ambiente estepario.
Tentado por la curiosidad me acerqué a los carteles que había a su entrada y
salí de dudas al leer que se trataba de una pista dedicada al aeromodelismo.
Desde la atalaya de un
majano, un inquieto conejo, me observaba con mucha curiosidad a dos patas, lo que
le daba una graciosa imagen, un tanto chulesca.
(Conejo. Oryctolagus cuniculus). |
Aunque seguía nublado,
las horas centrales del día comenzaban a hacer mella, y la reverberación ya
empezaba a molestar un poco a la hora de observar las aves. Así, a lo lejos, vi
planear la primera ave rapaz. Al principio dudé si se trataba de un milano
real. Eran unas fechas un poco tardías, aunque siempre por las zonas
más llanas de la Comunidad de Madrid se suelen quedar algunos rezagados.
Después dudé de si era un milano negro. Cuando tuve una mejor
luz, pude salir de dudas y comprobar que se trataba efectivamente de un milano
real.
(Milano real. Milvus milvus). |
A mi derecha tenía
vistas a la impactante cantera de Valdilecha. Sus escarpes son el hábitat ideal
para algunas especies rupícolas. Y poco tardaron en hacer acto de presencia las
primeras especies. Pasaron volando una chova piquirroja, con su
inconfundible canto.
Poco después le tocó el
turno a dos grajillas occidentales, que volaban raudas y veloces como si
escaparan de algún depredador alado.
(Grajillas occidentales. Corvus monedula). |
En la parte izquierda
del camino, había una zona de cultivo con una pequeña charca formada por las
últimas lluvias, y allí casi sin darme cuenta había una hembra de avutarda
común refrescándose del intenso bochorno que empezaba a fraguarse. En seguida comenzaron a aparecer más avutardas.
Primero dos machos y una hembra volando, y al rato, un macho dispuesto
a hacer la rueda en uno viñedo cercano. Decidí no estar mucho tiempo allí
para no molestarle, así que aceleré el paso para llegar al final de camino, con
el cruce con el primer tramo de carretera.
(Macho de avutarda común. Otis tarda). |
Justo antes de cruzar
la carretera, pasó en vuelo rasante por la cuneta, un macho de aguilucho
cenizo, quizás en busca de algún incauto ratoncillo.
Al cruzar la carretera,
llegué a unas ruinas en un pequeño olivar, donde se ocultaban dos perdices
rojas, qué salieron corriendo a toda prisa, cuando detectaron mi
presencia.
(Perdiz roja. Alectoris rufa). |
Las compactas nubes,
poco a poco se iban abriendo, lo que iba animando a algunas rapaces a
aprovechar las térmicas con aquel bochorno reinante.
Primero apareció un milano
negro, y poco tiempo después les tocó el turno a dos busardos
ratoneros.
La pista comenzaba a
convertirse en una vereda, flanqueada por grandes zonas de cultivo. Un cartel
de zona de reserva, ya me ponía en alerta, pues aquella zona prohibida para la
caza, era la ideal para rastrear en busca del esquivo sisón. Y no estaba muy
alejado de mi objetivo.
Comencé a oír una
especie de silbido inconfundible. El reclamo del sisón es una corta nota
chirriante, y comencé a oírlo con más intensidad.
En unos olivos
cercanos, custodiados por un gran macho de avutarda común, vi pasar fugazmente
una mancha negra, que por un momento pensé que se trataba del mítico sisón.
De hecho seguía oyendo su reclamo, y dediqué un buen rato a rastrear
aquel viñedo con los prismáticos, con gran impaciencia. Al final resultó
infructuoso.
Con pesadumbre volví a
retomar la vereda que me llevaría a cruzar el segundo tramo de carretera. Antes
de abandonar aquella zona de cultivos, volví a hace otro barrido, y esta vez me
centré en seguir a otro macho de avutarda, que con el cereal tan
crecido, apenas se le veía la cabeza.
Y cuando comencé a
seguirle en la zona del horizonte, el reclamo anterior se comenzó a hacer más
nítido. Esta vez no había duda. Entre aquel mar de cereal, había algún sisón.
Armado de paciencia, intenté seguir con la vista de donde provenía aquel
reclamo. Aquella proeza de agudeza visual era como buscar una aguja en un
pajar, pero la constancia al final da sus frutos.
Por donde estaba
paseando el macho de avutarda, vi un punto negro, que al
principio por la reverberación, lo asocié a una piedra. Pero al instante, ¡vi
que esa piedra se movía! Y no sólo eso, si no que parecía, ¡que daba pequeños
saltos! No salía de mi asombro. Allí a lo lejos, un macho de sisón
común haciendo el cortejo, entre aquel mar de cereal.
(Macho de sisón común. Tetrax tetrax). |
Allí estaba,
contemplando una de las escenas naturales de la fauna ibérica más interesante
de ver, y a la par desgraciadamente, cada vez más exigua.
Tuve tiempo para
deleitarme varios minutos de por lo menos verle la famosa garganta negra que
adquieren los machos en época de celo, e intuir que detrás de ese tupido campo
de cereal, estaba cortejando a varias hembras.
Como es una especie muy
delicada, y más en la época de celo, decidí dejarle tranquilo en sus menesteres
amatorios y proseguir mi camino.
La vereda se estrechaba
más y más, y en algunas zonas era invadida por la hierba. En uno de sus taludes
pude encontrar cuatros grandes plumas de avutarda, que me las lleve a modo de
recompensa por aquella buena jornada pajarera.
Llegué al segundo tramo
de carretera, con la intención de coger la pista conocida como Camino a
Arganda, enlazando parte del camino de mi anterior post de Pozuelo del Rey a Campo Real.
Cuando comencé a aproximarme aquella pista, me vi literalmente rodeado de avutardas. Como estaban
en plena actividad de la rueda, decidí darme media vuelta y volver por donde
vine, para enlazar con otra pista que salía al polígono de Campo Real. Esto me
retrasaría mucho tiempo, haciéndome perder el autobús de vuelta y tener que
esperar una hora. Pero como siempre he dicho, el bienestar de las aves, está
por encima de cualquiera de nuestros planes.
El calor ya comenzaba a
ser sofocante, y sólo tenía en mente llegar a Campo Real por lo menos para
disfrutar de algo de sombra.
Nuevamente varios de
grupos de avutardas me acompañaron por la pista al polígono industrial, y
cuando ya creía que ya habría más sorpresas, en un pequeño barbecho pude
observar otro macho de sisón común. Estaba vez lo podía ver
nítidamente. Entraba y salía del barbecho, y resultaba curioso ver a sus
espaldas las primeras naves industriales. Una imagen bastante chocante.
Tras dejar el polígono
industrial y llegar a la parada del autobús, como aún me faltaba una hora para
coger el siguiente, decidí acercarme a la Iglesia de Nuestra Señora del Castillo.
Al pasar la bonita
plaza del Ayuntamiento, en una casa antigua pude ver un macho de colirrojo
tizón.
Tras subir una pequeña
cuesta, se alzaba ante mí, la icónica Iglesia de Nuestra Señora del Castillo,
la imagen más famosa del pueblo.
(Iglesia Nuestra Señora del Castillo de Campo Real). |
El sol comenzaba a
ponerse por el Oeste, y la tarde iba dando paso a los mosquitos, y a sus depredadores
naturales como los vencejos comunes, y un trempranero murciélago común, qué no
tenía prisa porque se hiciese de noche.
Aproveche el magnífico
balcón natural que ofrece el castillo, para deleitarme con unas bonitas vistas
de Campo Real, y de la zona de la campiña y parte del sureste madrileño.
La caminata comenzaba a
hacer mella, y me senté en la parada del bus. En la rotonda de la parada, un
chillón grupo de estorninos negros, cerraban la lista de especies avistadas en
aquella jornada tan interesante.
¡A qué esperáis
colgaros los prismáticos y calzaros las botas, y disfrutar de este espacio
natural, tan interesante!
¡Felices avistamientos!
© Rafa Ac.
Termino con la ya
clásica lista de especies avistadas durante la ruta.
FAUNA DE VALDILECHA Y CAMPO REAL
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AVES
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MAMÍFEROS
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Aguilucho cenizo.
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Conejo
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Avión común
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Murciélago común
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Avutarda común
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Busardo ratonero
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Calandria común
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Chova piquirroja
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Cogujada común
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Colirrojo tizón
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Collalba gris
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Estornino negro
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Golondrina común
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Grajilla occidental
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Jilguero europeo
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Milano negro
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Milano real
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Mirlo común
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Paloma torcaz
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Perdiz roja
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Pinzón vulgar
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Serín verdecillo
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Sisón común
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Tórtola turca
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Urraca
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Vencejo común
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Verderón común
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Enhorabuena Rafa. Me gustan tus descripciones detalladas, tu conocimiento del entorno, el respeto que muestras en tus recorridos, la generosidad de copiar rutas, lugares y horarios. personas como tú hacen más asequible y gratificante salir al campo. Un cordial sdaludo.
ResponderEliminarHola Charo. Gracias por tu comentario. Para amar la naturaleza, hay que conocerla y respetarla. La Comunidad de Madrid tiene rincones muy interesantes, que tenemos que conservar. Te animo a que sigas las sucesivas entradas de mi blog. Un cordial saludo.
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