sábado, 25 de enero de 2020

RUTA POR PINTO


Estepas cerealistas de Pinto. La estepa acorralada.

Si hay un ecosistema muy castigado, y que muchas veces no se le da la importancia que posee, ese es sin duda la estepa.
Si hiciésemos una encuesta sobre los paisajes naturales preferidos por la gente, los primeros puestos los coparían espacios naturales tan famosos como Ordesa y Monte Perdido, Picos de Europa, Doñana o Monfragüe.
Casi nadie votaría por espacios esteparios tan interesantes como La Serena, Los Monegros, o las Estepas de Belchite.
Como he comentado en otras ocasiones en este blog, tenemos en mente el estereotipo de que las estepas son lugares inhóspitos, yermos y carentes de vida. Nada más lejos de la realidad.
Las estepas ibéricas dan cobijo a especies de aves amenazadas, algunas a nivel mundial, como la avutarda común, sisón común, aguilucho cenizo o cernícalo primilla.
En el Sur de la Comunidad de Madrid, tenemos el privilegio de contar con una muestra representativa de este ecosistema extraordinario: las estepas cerealistas de Pinto.
Esta estepa, o mejor dicho pseudoestepa, es el resultado de la degradación durante siglos del primigenio monte mediterráneo. Antiguas extensiones de encinar manchego fueron roturadas para la agricultura, convirtiendo estos parajes en olivares, almendros y cultivos cerealistas.

(Olivar en las estepas cerealistas de Pinto).

En este ambiente estepario, la vegetación arbórea es escasa. Aparecen algunas repoblaciones de pino carrasco, árboles del paraíso dispersos, y algunas formaciones de almendros.
En un ambiente tan seco y caluroso, con unos suelos muy pobres compuestos por yesos, abundan las especies arbustivas.
Es el reino de especies gipsícolas, algunas de ellas endémicas como tomillo salsero y sapero, romero, jabuna, esparto. Y otras de porte más grande como la gayomba o la retama de bolas.
En suelos un poco más desarrollados, podemos encontrar pequeñas formaciones de coscojares.
En los Arroyos de los Prados y el Arroyo Culebro podemos encontrar una banda de bosque galería compuesta fundamentalmente por carrizo y juncos.
Pero sin duda el tesoro natural de este espacio estepario son las aves.
En las estepas de Pinto podemos encontrar el último bando de avutardas comunes del Parque del Sureste. Cada vez más escaso, también podemos tener la suerte de ver algún sisón común. Es un buen refugio para una población de aguilucho cenizo cada vez más menguante. Y también podremos observar algún ejemplar de cernícalo primilla.
En el ambiente estepario podemos observar otras especies tan interesantes como críalo, collalba gris, calandria, o avefría europea.
En los carrizales de los Arroyos del Prado y Culebro se avistan especies tan sugestivas como ruiseñor pechiazul, agachadiza chica, o escribano palustre.
Toda esta riqueza natural genera que parte de la estepa cerealista esté zonificada como reserva natural “zona B” dentro del propio Parque Regional del Sureste.
A este riqueza natural hay que sumarle la arqueológica e histórica.
Durante la ruta podremos visitar el yacimiento de búnkeres de la Guerra Civil de los Yesares, y la cueva Cuniebles, de la época paleolítica.

(Búnker de la Guerra Civil en el Yacimiento de los Yesares).

A pesar de toda esta riqueza botánica, zoológica, arqueológica e histórica, esta zona esteparia está sometida a numerosos impactos ambientales, que repercuten negativamente en su conservación.
En el entorno de este espacio protegido se encuentra las instalaciones del Centro Penitenciario Madrid III. El complejo militar de la Marañosa. El polígono industrial Aymar y el Vertedero de Pinto.
Existen focos dispersos de vertederos ilegales, y vertidos de lodos de depuradoras. A esto habría que añadir molestias a la fauna, y caza furtiva.
La agricultura intensiva ha transformado el tradicional paisaje agrario, suprimiendo lindes y barbechos, y utilizando fertilizantes químicos y pesticidas, lo que ha incido en muchas especies esteparias, como el caso del sisón común, y otras especies comunes como mochuelos, codornices, trigueros, calandrias, han visto disminuir en caída libre sus poblaciones.
Este descenso alarmante de especies esteparias debe ser una señal de alerta y nos debe hacer reflexionar sobre las medidas que tenemos que adoptar para proteger estos espacios naturales tan singulares y a la vez tan frágiles.
La ruta propuesta es una ruta lineal por todo el complejo estepario, de 3 horas y 30 minutos de duración y de dificultad moderada. Desde el polígono industrial Aymar, al polígono industrial de las Arenas de Pinto.

(Ruta lineal de dificultad moderada y de 3 horas y 30 minutos de duración por las estepas cerealistas de Pinto).

Visitando la estepa cerealista de Pinto, los alrededores del Cerro Cabeza Fuerte, el yacimiento de los Yesares, y los arroyos Culebro de y de los Prados.
Ficha técnica de la ruta.
-Tipo de ruta: lineal.
-Punto inicial y final de la ruta: parada autobús 412 polígono industrial Aymar. Parada autobús 421 calle Sierra Nevada.
-Distancia: 13 kilómetros.
-Desnivel: punto más alto 629 metros. Punto más bajo 595 metros.
-Dificultad: moderada. Hay que recorrer una distancia muy larga andando, y si no estamos acostumbrados, nos puede costar un poco.
-Duración: 3 horas y 30 minutos, con paradas para ver aves.
-Patrimonio natural: estepas cerealistas de Pinto. Cerro Cabeza Fuerte. Arroyos del Prado y Culebro.
-Patrimonio histórico y arqueológico: yacimiento de Yesares. Cueva Cuniebles.
-Accesos a Pinto.
-En coche. A-4. Tomar la salida 20 y luego coger la M-841 hasta el polígono industrial Aymar.40 minutos desde Madrid.
-En autobús. Para la ida coger el autobús 412 Madrid (Villaverde Bajo-Cruce)-San Martín de la Vega, y bajarse en la parada del polígono Aymar.
20 minutos desde Madrid.
Para la vuelta. Coger el autobús 421 Madrid (Legazpi)-Pinto, en la parada de la calle Sierra Nevada. 25 minutos a Madrid.
-En bicicleta. Desde la estación de cercanías de Pinto a la carretera de la Marañosa hay unos 18 minutos. La ruta descrita es ideal para hacerla entera en bicicleta de montaña.

-Recomendaciones para la ruta.
La ruta es ideal para hacerla en Primavera. Evitar el Verano ya que hay zonas en las que apenas hay sombra.
Si la vamos a hacer en Invierno, calcular bien las horas de luz.
No hay agua en todo el recorrido, así que mejor aprovisionarnos con bastante líquido.
En época de rueda de la avutarda en los meses de Marzo y Abril, extremar las precauciones, no nos acercaremos a ellas, y o bien, no visitar la zona en estas fechas, u observarlas con telescopio a una distancia más que prudencial.
Respetar el patrimonio del yacimiento de los Yesares y la Cueva Cuniebles.
Hay buenas pistas para transitar por ellas andando o en bici. No salirse de los caminos, y evitar en la medida los vehículos a motor.
Pasaremos por algún coto de caza. Tomar precauciones en época de caza.
Este es el relato de una ruta que realicé la segunda semana de Enero de 2020.
Llevábamos un par de semanas de Invierno, y el primer temporal de frío azotó la Península, con un frío gélido en la Comunidad de Madrid.
Decidí hacer la visita por la tarde para tener algo más de calor. Era una ruta que tenía  en mente hacerla hace mucho tiempo, ya que sólo había hecho parte de ella, y con el aliciente de que hace días atrás habían citado una lechuza campestre por allí, especie que  no había visto, pero que sería todo un reto buscarla una zona esteparia tan grande.
En poco más de 20 minutos el autobús procedente de Madrid me dejó en la puerta del polígono industrial Aymar de Pinto. Una gran explanada a la entrada el polígono era el punto de partida de mi ruta ornitológica.
En un cable eléctrico estaban posadas dos palomas torcaces y una urraca, las primeras especies de la lista.
El día era muy claro, radiante, con buena visibilidad, y a esas horas de la tarde incluso el sol “picaba” en la espalda.
Comencé a barrer con los prismáticos la zona de cultivos cerealistas, y para mi sorpresa pude ver volar al ras del cultivo, un bello ejemplar de aguilucho pálido, que finalmente cruzó la carretera.
Comencé a andar por la pista de tierra conocida como “camino de Oreja”, que bordea la valla del polígono industrial, y donde hay una plantación lineal de almendros.
Comenzó un desfile incesante de pequeños pajarillos. Primero la tocó el turno a unos cuantos serines verdecillos. Poco después gorriones comunes, posteriormente pinzones vulgares, y al final pillé posados dentro del polígono unos cuantos pardillos comunes.

(Pinzón vulgar. Fringilla coelebs).

A mi izquierda disfruta de unas magníficas vistas de la estepa, y en ella había una pequeña vaguada donde se levantó una gran rapaz. Al principio con la luz no la distinguía, hasta remontó más el vuelo y pude comprobar que se trataba de un aguilucho lagunero occidental
En otro gran almendro, esta vez la concentración era de gorriones morunos, que al detectar mi presencia, volaron en bandada hacia dentro del polígono.

(Gorriones morunos. Passer hispaniolensis).

Comencé a oír un ruido intenso por encima de mi cabeza, como el motor de un avión. Cuando el sol me dejó ver, me quedé sorprendido al ver la gran concentración de cigüeñas blancas que sobrevolaban mi cabeza.

(Cigüeñas blancas. Ciconia ciconia).

El bando comenzó a hacer círculos para luego tomar dirección norte, hacia el vertedero. Poco después le tocó el turno a las gaviotas. Primero, una gran bandada de gaviotas reidoras, y entre tantas de estas, se coló algunas gaviotas sombrías.
Después aquel desfile gaviotero, le tocó el turno a los milanos reales.
En el rato que pasé parado pude contar hasta siete sobrevolando el polígono, y no serían los únicos que vería durante el camino.

(Milano real. Milvus milvus).

Poco a poco iba dejando atrás el polígono y llegando a la pista del camino de Valdeciervos, que es donde habían citado la lechuza campestre.
El camino comenzaba a descender, y de frente me encontré un gran almendro, de donde salieron volando un grupo de estorninos negros como si huyeran de algún depredador. Poco después se despejaron las dudas, pues muy cerca había posado un milano real, que alzó al vuelo cuando me vio.
Cuando este se fue volando a la zona del olivar, el almendro fue rápidamente ocupado por un pequeño grupo de escribanos trigueros.
El trasiego de conejos por el camino era constante, y en algunos tramos del camino se veían sus madrigueras.
Llegué a la intersección de los caminos de Oreja y Valdeciervos, y en un lado del camino otro almendro de gran porte, esta vez ocupado por un grupo de estorninos pintos.

(Estorninos pintos. Sturnus vulgaris).

De un pequeño majano salió una rapaz muy clara, que me puso en alerta por si podía tratarse de la lechuza campestre. Cayó detrás de una loma, y me dirigí a ella. Cuando la subí había una zona de cultivo de cereal muy alto, y aunque estuve rastreando varios minutos, no encontré recompensa.
A unos cuantos metros de distancia, había posada una rapaz en un majano. Con los prismáticos pude identificarla como un busardo ratonero.
Comencé a bajar la loma para ir a la zona de olivar del punto de la lechuza campestre. En una zona de barbecho pegada al camino, aparecieron corriendo varias perdices rojas, asustadas ante la presencia en el cielo de varios ejemplares de milano real.
Volví a coger el camino de Valdeciervos, atravesando una zona de cultivo de cereal. Por encima de este comenzaron a aparecer varias bisbitas pratenses que fueron a refugiarse a una zona de olivar.
Después de varios metros de camino, donde algunas zonas tenía bastante escarcha en zonas de umbría, llegué al punto que me envío mi compañero Gabriel para buscar a la campestre. Estuve un buen rato rastreando toda la zona de olivar a conciencia, y sólo pude ver varios estorninos negros posados en un olivo.
Asumiendo la derrota de no ver otro bimbo, proseguí mi camino en dirección a la carretera de la Marañosa.
Volvía atravesar otro olivar, pero esto con un aspecto más natural. Con zonas de barbecho, y tapizado en algunos sitios con las denominadas “malas hierbas”, tan ideales para pequeños pajarillos.
Me detuve un buen rato en este olivar tan interesante, y fue muy grata la espera porque primero vi un carbonero común, después un cistícola buitrón, y para terminar varios mosquiteros comunes.

(Mosquiteros comunes. Phylloscopus collybita).

El sol comenzaba a ponerse por el Oeste y me comenzaba a molestar la luz.
Llegué a una especie de cerro con buenas vistas, donde había una serie de puestos de caza para las perdices. Por encima de ellos pasó volando muy rápida una abubilla.
En un prado cercano al camino, había una gran concentración de lavanderas blancas qué estaban tan ensimismadas picoteando el suelo, que no se dieron cuenta de mi presencia.
Al fondo se podía ver la imponente mole del vertedero de Pinto. Una gran concentración de gaviotas, milanos, y cigüeñas blancas lo sobrevolaban.
Más adelante, pude fotografiar una buena concentración de jilgueros europeos posados en un árbol.

(Jilgueros europeos. Carduelis carduelis).

Justo antes de cruzar la carretera al vertedero, oí el canto lastimero del avefría europea, que me pasó volando a escasos metros.
Otra vez volví a sorprender un importante bando de pardillos comunes,  que estaban posados en un olmo pegado a la carretera.

(Pardillos comunes. Carduelis cannabina).

Tomé el camino de Getafe a Gózquez que me llevaría al Cerro Cabeza Fuerte por donde suelen moverse las avutardas. Crucé varios prados de bella composición paisajística, que con la luz de la tarde parecían la típica foto de fondo de pantalla de un ordenador. En un majano en una de ellos, pillé posado un macho de colirrojo tizón.

(En Pinto podemos contemplar estepas de gran belleza paisajística).

Ya podía ver la parte de atrás del Cerro Cabeza Fuerte. Había calculado mal la duración de la ruta. Me estaba quedando sin luz, así que tuve que optar por no subir al cerro si quería volver a coger el autobús con algo de luz.
Desde la falda del cerro había unas buenas vistas de Madrid capital, empañadas por la enorme “boina” de contaminación que la cubría.
La última especie que pude que ver con luz fue un grupo de grajillas occidentales que volaban en dirección a lo alto del cerro.
Tuve que acelerar el paso, y ya apenas me quedaban 15 minutos de luz, así que también tuve que dejar la visita al arroyo Culebro para otra ocasión.
Sólo me dio tiempo a ver un rato los búnkeres de la Guerra Civil del yacimiento de Yesares.
Prácticamente ya sin luz, pasé cerca del Culebro y oí una gran concentración de aves, pero con la luz tan escasa, me quedé con las ganas de saber que eran.
Crucé el tramo que me queda de la Cañada Real Galiana, para atravesar el polígono de las Arenas, y coger en sus cercanías el autobús de vuelta a Madrid, con el sabor agridulce de no haber visto la lechuza campestre, pero contento por haber disfrutado de una jornada pajarera tan productiva.

¡A qué esperáis para calzaros las botas y colgaros los prismáticos y disfrutar de este espacio tan interesante!
¡Felices avistamientos! Rafa Almena.
Concluyo el relato con las especies avistadas durante la ruta.

FAUNA DE LAS ESTEPAS CEREALISTAS DE PINTO
AVES
MAMÍFEROS
Abubilla
Conejo
Aguilucho lagunero occidental
Aguilucho pálido
Avefría europea
Bisbita pratense
Busardo ratonero
Carbonero común
Cigüeña blanca
Cistícola buitrón
Colirrojo tizón
Escribano triguero
Estornino negro
Estornino pinto
Gaviota reidora
Gaviota sombría
Gorrión común
Gorrión moruno
Grajilla occidental
Jilguero europeo
Lavandera blanca
Milano real
Mosquitero común
Paloma torcaz
Pardillo común
Perdiz roja
Pinzón vulgar
Serín verdecillo
Urraca
Fuentes consultadas.
-Google maps.
-www.parqueregionaldelsureste.org

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