RUTA POR
CIEMPOZUELOS
Las
Salinas de Espartinas. Arroyos de sal.
A la riqueza
faunística, botánica, geológica, y geomorfología del Parque Regional del
Sureste, habría que añadirle su riqueza arqueológica e histórica.
A lo largo de este
vasto territorio, numerosas civilizaciones han pasado por él, dejando su huella
histórica, por mucho de sus rincones.
En las terrazas del río
Manzanares, catalogadas con Bien de Interés Cultural, se han encontrado restos
de herramientas de sílex, con las que el hombre primitivo, en época
paleolítica, cazaba mastodontes, y otras especies de caza.
Abundan los yacimientos
carpetanos, como el famoso yacimiento de Titulcia, enclavado en el Cerro de
Venus.
Es famosa la cultura
campaniforme, con restos encontrados en municipios como Ciempozuelos, Mejorada
del Campo, o Rivas-Vaciamadrid.
Los romanos
aprovecharon algunas de las vías fluviales del parque, como el río Jarama, para
construir sus calzadas romanas, como la que unía Caesaragusta con Emérita
Augusta, a su paso por Titulcia.
La impronta visigoda
dejó necrópolis dispersas por todo el territorio, como la que se encontró en
Perales del Río, Getafe.
La dominación musulmana
vio en la Submeseta Sur, un lugar ideal para instalar fortalezas y vigilar a
los reinos cristianos. Así eligieron zonas elevadas para instalar sus torreones
y alcazabas, con restos el Cerro Coberteras o el Piul.
La Submeseta Sur era
una zona de paso para el ganado trashumante, de camino a sus angostaderos en otoño,
y a los ricos pastos del norte peninsular en verano. En el siglo XIII la Mesta
estableció vías pecuarias para el transporte del ganado, y zonas donde
cultivar. Numerosas cañadas, cordeles y veredas nos han quedado hoy, de aquella
lejana fecha, y uno de sus mejores ejemplos es la Cañada Real Galiana qué
recorre buena parte del espacio protegido.
Una visita muy
recomendable, son los restos del Real Canal del Manzanares, proyecto faraónico
de los tiempos de Felipe II, para hacer navegable el Manzanares conectándolo
con el Tajo hasta Lisboa.
Dando un salto en el
tiempo, a finales del siglo XIX y principios del XX se desarrolló una
arquitectura industrial, qué coincide con el nacimiento del ferrocarril en
España.
Se construyen numerosos
puentes de hierro para facilitar el intercambio de mercancías y personas. La
red hidrográfica del parque es cruzada por numerosos puentes qué nos han
llegado hasta la actualidad como los famosos puentes de Arganda y Titulcia.
La cruenta Batalla del
Jarama, triste episodio de la Guerra Civil, tiñó el paisaje del sur madrileño
con restos de trincheras, y búnkeres en municipios como los del Cerro
Coberteras en Rivas-Vaciamadrid.
Uno de los yacimientos
más interesantes de la Comunidad de Madrid se encuentra al Sur del municipio de
Ciempozuelos, lindando ya con tierras toledanas. Se trata del yacimiento de Las
Salinas de Espartinas.
![]() |
(Salinas de Espartinas, declaradas de Bien de Interés Cultural en 2006). |
Enclavadas entre los
Cerros de Valle Grande y Altos de Gallegos, en el entorno del Arroyo de
Valdelachica. Estos cerros yesíferos muy salinos, hacen qué la escorrentía fluvial
precipite sales a los arroyos más cercanos.
Estas salinas ya eran
explotadas desde tiempos del lejano Calcolítico, y posteriormente por romanos y
árabes.
Declaradas Bien de
Interés Cultural desde 2006, en ellas podemos encontrar numerosas cuevas, un horno
donde se cocían las vasijas de barro para obtener la sal, la balsa de
evaporación de la sal, y un frente de trincheras de la Guerra Civil.
Es tal la magnitud del
yacimiento qué algunos historiadores la califican como una de las tres primeras
explotaciones de sal más importante de Europa, y en 1826 el químico industrial José
Luis Casaseca, encontró allí un nuevo mineral, la thenardita.
A pesar de esta
catalogado como Bien de Interés Cultural, su mantenimiento deja mucho que
desear. El acceso al yacimiento es difícil, no hay señalización ni paneles de
información, la balsa de evaporación se encuentra en mal estado de
conservación, y algunas de sus cuevas
están llenas de basura.
En entorno natural qué
rodea a las salinas es de lo más interesante.
Los cerros yesíferos
que la flanquean poseen una vegetación adaptada a estos ambientes esteparios
tan salinos y secos.
La vegetación arbórea
es escasa, salvedad hecha a los tarayes, adaptados a estos ambientes tan
salinos, higueras, y coscojas. Este es el reino de las especies arbustivas tan
sugestivas como el sisallo, la ontina, la jabuna, el esparto, el romero, la
retama de bolas, o la gayomba.
(La vegetación está adaptada a estos ambientes tan salinos y secos. La vegetación arbórea está compuesta por tarayes, coscojas, e higueras). |
En cuanto a la fauna, estos grandiosos cerros
son el hábitat de especies de aves como búhos reales, mochuelos comunes,
cernícalos primillas, grajillas, chovas piquirrojas, collalbas negras, busardos
ratoneros, o cogujadas montesinas.
La ruta propuesta es
una ruta circular de 4 horas de duración y de dificultad alta desde la estación
de Cercanías de Ciempozuelos, a las Salinas de Espartinas visitando el casco
urbano de Ciempozuelos, el Área Recreativa del Arroyo Palomero, y las Salinas
de Espartinas. Esta ruta es la continuación de la ruta qué propuse para visitar
el Arroyo Palomero.
![]() |
(Ruta circular de 4 horas de duración y de dificultad alta por el Arroyo Palomero y las Salinas de Espartinas). |
Recomendaciones para la
ruta.
-La ruta es de
dificultad alta, debido a su longitud de unos 13 kms aproximadamente. Además
deberemos salvar importantes pendientes en algunos tramos.
-El acceso en coche es
difícil si no es en todoterreno, por lo que tendremos qué dejar el coche cerca del
yacimiento y luego andar un poco.
-El mejor periodo para
hacer la ruta es invierno o inicio de primavera. Es una zona muy desarbolada
donde apenas encontraremos sombra, y no hay fuentes de agua cercanas, así qué
haremos buen acopio de agua antes de hacer la ruta.
-Recomendable hacerla
con botas de montaña. Mucho atención a los días de lluvia porque los suelos de
yeso son muy resbaladizos.
-Seamos responsables al
visitar el yacimiento. Hay algunas cuevas con gran acumulación de basuras. No
seamos partícipes de semejante conducta tan incívica.
-Transitar siempre por
los caminos y las veredas, y no salirnos de ellos. Los suelos de yesos son muy
inestables y podemos tener riesgos de caídas, además de qué podemos provocar
erosión.
Accesos a Las Salinas
de Espartinas.
-En coche. Autovía A-4.
Salida 37. Luego coger M-305 y posteriormente la M-307 y allí un desvío a la
Avenida del Valle por una pista de tierra. Luego tendremos qué aparcar el coche
cerca de la pista, y andar un pequeño tramo hasta el yacimiento. 43 minutos
desde Madrid.
-En autobús. Desde Madrid
coger el autobús 426 qué sale desde Legazpi. Nos bajaremos en la Avenida del
Consuelo y andar desde allí al Camino de Matagallegos donde empieza la ruta. 45
minutos desde Madrid.
La línea 1 urbana de
Ciempozuelos sale desde la estación de Cercanías. Nos bajaremos también en la
Avenida del Consuelo.
-En Cercanías. Línea C3
Madrid-Aranjuez. 34 minutos. Desde la estación, andando hasta las salinas se tarda 1 hora y 35 minutos aproximadamente.
-En bicicleta. Ruta
ideal para hacerla en bicicleta de montaña. Desde la estación de Cercanías se
tardan unos 24 minutos.
Este es el relato de la
ruta qué realicé a primeros de Marzo de 2017.
Nos encontrábamos a
escasas semanas de la primavera, y los primeros indicios ya se dejaban sentir
en el ambiente. Un día antes ya había visto las primeras golondrinas comunes por
mi barrio, y una semana antes, había
cumplido con la visita tradicional de ver los almendros en flor en el Parque la
Quinta de los Molinos en Madrid.
Días atrás, había
estado de ruta con unos amigos, viendo los búnkeres de la Guerra Civil en el
Arroyo Culebro en Pinto. Allí pudimos observar los primeros críalos
europeos de la temporada. Así que decidí acercarme a Ciempozuelos con
dos objetivos en mente: visitar el llamativo yacimiento de Las Salinas de
Espartinas, y poder volver a ver los críalos, un ave de la familia de los
cucos comunes qué está especializada en parasitar nidos de urraca.
La ruta coincidía en
parte con la que realicé meses antes al Área Recreativa del Arroyo Palomero, sólo
que esta vez se estiraría un par de kilómetros más.
Antes de realizar la
ruta, me empapé a conciencia el mapa en “Google maps” y el “Sigpac”, ya que hay
pocas referencias de las salinas, y llegar a ellas puede resultar algo difícil.
La primera vez qué las visité lo hice desde Seseña Nuevo, y tenía su cierta
complicación ya qué había qué atravesar el Arroyo del Valle Grande qué venía
algo crecido de caudal. Así qué esta vez probaría suerte por caminos y veredas,
intentando no encontrarme muchas obstáculos qué salvar.
Tras dejar el tren de
Cercanías, Ciempozuelos me recibió con un día completamente despejado qué
incitaba al engaño. A pesar del sol, corría un viento muy fresco que me
recordaba que aún quedaban días de invierno.
Los primeros gorriones
comunes ya se encontraban en celo, y los machos estaban en pleno
concurso de canto para ver quien mejor atraía la atención de las hembras.
Subiendo por la Calle
Cuestas apunté otras tres especies más para el cuaderno de campo: mosquitero
común, tórtola turca y urraca.
(Tórtola turca, streptopelia decaocto). |
La pendiente hacía
mella en las piernas así qué trataba de distraerme con la arquitectura
tradicional de las casas bajas qué aún quedaban en el centro del casco urbano
del pueblo. En unos 20 minutos ya me encontraba en el Parque los Abogados de
Atocha, y en el inicio de la vía pecuaria del Camino de Matagallegos.
En lo alto de la
tapia de una casa baja un mirlo
común se estaba dando un buen festín con una lombriz qué había cazado seguramente
del parque cercano.
Comencé a pegarme a la
hilera de pinos carrascos qué flanqueaban la vía pecuaria. En un prado cercano
a estos, un bando heterogéneo de serines verdecillos, pardillos comunes
y
jilgueros picoteaban incansablemente el suelo, en busca de semillas.
(Serín verdecillo, serinus serinus). |
A lo lejos en una
pequeña plantación de almendros comencé a oír los primeros cantos de los
críalos. El sol me daba justo de frente, así qué la visión era mala. Hice
varios intentos sin fortuna. Aunque tenía la sospecha de qué este día no se me
iban a escapar.
De la copa de uno de
los pinos carrascos de repoblación, salió volando apresuradamente una elegante abubilla.
Cambié el rumbo de la
ruta y me pegué a la margen izquierda del camino, para ver una zona esteparia
con zonas de cultivo de cereal y barbecho. En el barbecho, en unas hendiduras
hechas por un arado de un tractor, tan camufladas qué casi no se las veían, se
ocultaban 3 cogujadas comunes.
Un solitario algarrobo
rompía la monotonía de aquel ambiente tan horizontal, y en una de sus ramas
descansaba plácidamente un macho de colirrojo tizón.
(Colirrojo tizón, phoenicurus ochruros). |
Volví la mirada a la
margen derecha del camino. A lo lejos, con la silueta de la urbanización del
pocero de Seseña, presencié el combate entre dos milanos reales y un busardo
ratonero. Ya iban quedando pocos milanos reales, y seguramente estos
serían los últimos de la temporada invernal, qué serían sustituidos en pocos
días por los milanos negros.
La tapia de la
explotación ganadera abandonada ya se dejaba ver, y encima de sus muros había
una fila de 5 estorninos pintos. Tras bajar una pequeña loma llegué al Área
Recreativa del Arroyo Palomero. Un auténtico pequeño oasis de humedad. Llamaba
la atención su pequeño bosquete de chopos, pinos, y juncos churreros, en un
entorno tan seco y estepario.
(El Arroyo Palomero aporta algo de humedad a estos ambientes tan secos y esteparios). |
Como la vez anterior,
se repetía la escena de un macho de tarabilla europea posado sobre un
junco churrero. Cuando se percató de mi presencia salió volando a refugiarse al
interior del arroyo. La seguí con los prismáticos y aunque la perdí vi unos
cuantos gorriones molineros.
Aproveché para
descansar en un banco de madera, qué tenía buena sombra gracias a un pino
cercano. Bebí un buen trago de agua, y disfruté de una pequeña brisa, siendo consciente
de que seguramente, a partir de ese momento, sería la única sombra con la qué
disfrutaría en todo el recorrido qué me quedaba por recorrer.
Antes de abandonar el
Área Recreativa, observé a un hermoso ejemplar juvenil de verderón común en un
chopo aledaño.
A partir de ese momento
empezaba lo bueno, por cerros y ambientes esteparios donde no me cruzaría con
nadie, y donde la fauna se mostrase menos esquiva.
Subí una suave loma, y
el camino era rodeado por una tapia de piedra, muy atractiva de posadero para mochuelos
y otras especies de aves. Al fondo, en el horizonte, el gran centro logístico
de la Sendilla quebraba la monotonía del paisaje de la estepa.
El ambiente estepario dio
paso a un paisaje mixto de cereal y olivar. Entre unos olivos de gran edad,
correteaban unas inquietas perdices rojas.
(Perdiz roja, alectoris rufa). |
Al acabar la zona de
olivar el paisaje era de lo más llano, y a lo lejos un vértice geodésico acababa
con esta homogeneidad paisajística.
Avanzando por la vía
pecuaria, más adelante asusté a una pequeña bandada de bisbitas comunes qué
descansaban en la poca sombra qué ofrecía el camino. De repente, el paisaje daba
un cambio radical. Junto al camino había una gran mina a cielo abierto qué
producía un gran impacto visual. Esa qué había visto como una gran mancha
marrón en el “Google maps” mientras perfilaba la ruta.
Para compensar tal
impacto paisajístico, habían hecho una repoblación a base de tarayes, pinos
carrascos y coscojas. La fauna no era ajena aquella mina, y sus protuberantes
taludes eran aprovechados por grajillas occidentales y conejos para
instalar sus nidos y guaridas.
En ese momento el
camino de bifurcaba, así qué tenía que decidir cuál era el correcto. Decidí
echar un ojo al gps, y aunque el de la izquierda acaba en una pequeña vereda,
tenía toda la pinta de ser el correcto.
Al principio la pista
de tierra era muy grande, pero según fui descendiendo por un gran cerro y
posteriormente un cañón, el camino se convertía en una pequeña vereda. El
paisaje volvía a cambiar de manera contundente. De una zona esteparia, llana,
sin apenas vegetación, a un barranco coronado por dos grandes cerros, poblados
de una gran formación arbustiva, y de una belleza geomorfológica sin igual.
Adentrándome en aquel cañón por donde discurría un arroyo seco, era como
trasladarse a los míticos paisajes del salvaje oeste americano.
(Cerro Altos de Gallegos en Ciempozuelos). |
Estando ya en el fondo
del cañón, en lo alto de un cerro pasaron volando a toda velocidad un nutrido
grupo de grajillas occidentales. Sabía por su comportamiento qué huían
de un depredador cercano, y sólo tuve que esperar unos pocos minutos para
comprobar qué se trataba de un majestuoso milano real.
(Milano real, milvus milvus). |
Cuando llegué al final
del cañón ya veía el valle del Jarama, y las vías del tren a Aranjuez. Y allí
el mismo dilema. El camino se volvía a bifurcar. Si cogía el camino equivocado
podría cruzar las vías del tren, y alejarme aún más de las salinas. Gracias a
mi intuición geográfica, para algo me sirvieron los años de la carrera de Geografía, decidí rodear la base del cerro, y coger el camino de la derecha,
qué a la postre sería el camino correcto.
El camino transcurría
entre la base del cerro aledaño y un pequeño olivar, mezclado con almendros,
qué ya estaban bien cargados de flores como correspondía a aquella época.
(Almendro en flor, prunus dulcis). |
En lo alto del olivar
planeaba en círculos un expectante busardo ratonero atento a cualquier
presa.
(Busardo ratonero, buteo buteo). |
Tras un buen rato de
camino aparecí en una zona de barbecho de color azul qué me llamó la atención.
Era una gran parcela qué había visto en el “Google maps” y me tenía muy
intrigado. Cuando la vi bajo mis pies mis dudas se resolvieron al instante, con
una respuesta bastante decepcionante. Se trataba de lodos de depuradora, de
esos qué son tan frecuentes en otras partes del Parque del Sureste, y qué
envenenan nuestra fauna, y hacen qué especies antes tan comunes como mochuelos,
calandrias,
o alcaudones
reales,
se hayan vuelto tan escasas. Ajenas a esta “muerte silenciosa”, unas cuantas alondras
comunes levantaron el vuelo desde la parcela para desde lo alto del
cielo, cantar con sus reclamos tan característicos.
(Los lodos de depuradoras envenenan nuestros campos y afectan negativamente a la avifauna). |
Retomé el camino, y a
lo lejos ya veía la urbanización de Vallegrande de Seseña Nuevo. Ahora ya no había
lugar a la duda, iba por el camino correcto.
En una talud del cerro
se comenzaron a dejar ver las primeras cuevas, así como los nidos de los abejarucos
europeos, qué aún faltaban más de un mes para qué comenzasen a
ocuparlos.
Un giro brusco hacia la
derecha del camino, me hizo toparme con el yacimiento de las salinas. La
primera imagen qué me impacto fue ver en el cauce seco del Arroyo de
Valdelachica, varios conejos corriendo sobre una lengua de sal. En un talud del
arroyo varios cuevas excavadas y lo restos de antiguas trincheras de la Guerra
Civil.
A escasos metros la llamativa
balsa de sal, donde se dejaba el agua para qué se evaporase y precipitase las
sales.
(Balsa para evaporación de la sal). |
Junto a la balsa una
gran cueva, qué lamentablemente estaba llena de basura.
(En el entorno de las Salinas de Espartinas existen numerosas cuevas, habitadas desde el Paleolítico). |
Desde lo alto de una
pequeña loma vi una gran lengua de sal, qué hacía más mágico aquel sobrecogedor
paisaje, a modo de avalancha de nieve.
(Lengua de sal). |
En lo alto de esta gran
lengua de sal, había un antiguo horno qué era usado para la obtención de la
sal.
(Horno donde se cocían las vasijas con sal). |
Parecía increíble qué
en un entorno tan seco y salobre pudiese crecer algo de vegetación, pero allí,
desafiando a estos elementos crecían tarayes de gran porte, e incluso alguna
higuera.
Tras una buena sesión
de fotos qué le dediqué a las salinas decidí retomar el camino de vuelta a
Ciempozuelos. Tenía dos opciones, o retomar todo el Arroyo de Valdelachica
hasta el Camino de la Sendilla, o coger una pequeña vereda qué se internaba por
el Cerro de los Altos de Gallegos, sin saber a dónde me llevaría.
Tentado por lo que
podría ver por aquel majestuoso barranco opté por la opción de la vereda.
Comencé a subir una
fuerte pendiente, por una vereda tan pequeña que ambas piernas me rozaban con
los espartos cercanos.
Nuevamente aparecieron
otras cuevas, algunas de ellas con higueras dentro, fruto seguramente de las
deposiciones de las grajillas.
Tras un recorrido
agotador por aquella interminable pendiente, me quedé mirando un rato el
espectacular paisaje qué tenía a mis pies.
(Cerro Altos de Gallegos). |
Al fondo las salinas, y
detrás de estas el Valle del Jarama. El arroyo había moldeado un gran barranco
de impactantes formas geológicas. Allí un avispado y poco temeroso conejo
tenía su madriguera al borde de un cantil.
De un fuerte respingo
se colocó al borde del precipicio, lo que provocó qué soltase la alarmante
frase de: ¡Pero qué hace ahí, si se va a
caer!, echándome las manos a la cabeza.
En lo alto del cielo
comenzaron a aparecer un compacto grupo de milanos reales. Había tantos qué por
un momento pensé que algunos eran milanos negros, pero la luz me
impedía distinguirlos.
Cuando ya casi había
llegado a lo alto del cerro pasó volando una elegante hembra de aguilucho
lagunero occidental. No cuadraba mucho aquella especie en aquel
ambiente tan estepario, e intuí qué vendría del cercano cauce Jarama.
(Aguilucho lagunero occidental, circus aeruginosus). |
Coronando lo alto del
cerro, me encontraba algo desorientado. A lo lejos vi el mar de nubes del
Sistema Central, una referencia inequívoca de qué no me había equivocado de
camino.
Comencé a oír el
reclamo del críalo. Estaba rodeado por un gran retamal, y comencé a
buscarle por todos los arbustos. Estaba tan ensimismado buscando al esquivo
pajarillo, qué no me di cuenta qué a escasos metros tenía una liebre ibérica observándome detenidamente.
(Liebre ibérica, lepus granatensis). |
Estaba tan inmóvil, qué
con su color de piel se mimetizaba asombrosamente con el color de la tierra.
Tras sacarla unas cuantas fotos retomé el camino de vuelta.
Los reclamos del críalo
se hacían cada vez más intensos, y tras descartar qué estuviese pertrechado en
alguna retama opté por escrudiñar los almendros qué tenía en la línea del
horizonte. Y con mucha paciencia, muy a lo lejos, pude ver uno posado. ¡Objetivo cumplido! No cabía en sí del
gozo.
(Críalo europeo, clamator glandarius). |
Me volví a encontrar
con la mina a cielo abierto, y respiré de alivio, al asegurarme con total
certeza de qué aquel era el camino de vuelta.
Por encima de una gran
torreta eléctrica, pasó planeando una cigüeña blanca, qué seguí preocupado
su vuelo con los prismático por si tocaba los cables eléctricos.
Afortunadamente los esquivo sin problemas.
En la zona del olivar
una escandalosa concentración de grajillas se mezclaba con algunas palomas
torcaces.
El sol iba ya cayendo y
comenzaron a hacer aparición varios bandos de gaviotas sombrías
seguramente procedentes del vertedero de Pinto.
Al llegar al Arroyo
Palomero vi volar a toda velocidad a dos aves qué primeramente las di por urracas
pero cuando pude seguir su vuelo con los prismáticos pude comprobar que se
trataban de otros dos críalos. La tarde estaba siendo de
lo más provechosa.
Ya veía las primeras
casas de Ciempozuelos, cuando vi volar a un milano. Pensé que era una
real, pero con el cielo completamente despejado me di cuenta que se trataba de
un milano
negro.
(Milano negro, milvus migrans). |
En unos minutos comencé
a ver asombrado que de los campos cercanos comenzaron a aparecer muchos
ejemplares, qué en unos minutos se unieron para formar una pequeña bola de 47
ejemplares juntos. Al instante, comenzaron a aparecer más a y más planeando
como si saliesen de todas partes. No caí en la cuenta de qué estaban en plena migración
prenupcial.
¡Era la primera vez qué los veía en la prenupcial! Acostumbrado a
verlos en la postnupcial cuando bajo al Estrecho de Gibraltar, o verlos ya
instalados en sus nidos cuando visito el Soto de las Juntas, me impactó verlos
como subían de sus cuarteles de invernada desde África.
Era todo un espectáculo
visual. Aparecían desde todo los rincones.
Hubo un momento qué
todos se coordinaron para seguir el vuelo por el Valle del Jarama, seguramente
en dirección al Soto de la Juntas en Rivas-Vaciamadrid, en sus zonas de cría,
al que vuelven todos los años.
Con este magnífico
espectáculo, qué es la migración, daba por concluida aquella jornada tan
interesante.
¡A qué esperáis para
visitar este lugar tan mágico qué combina la riqueza arqueológica con la
natural!
¡Felices avistamientos!
© Rafa Ac.
El final del relato
viene acompañado con la célebre lista de especies avistadas durante la ruta.
FAUNA DE
LAS SALINAS DE ESPARTINAS Y ARROYO PALOMERO
|
|
AVES
|
MAMÍFEROS
|
Abubilla
|
Conejo
común
|
Aguilucho
lagunero occidental
|
Liebre ibérica
|
Alondra
común
|
|
Bisbita
común
|
|
Busardo
ratonero
|
|
Cigüeña
blanca
|
|
Cogujada
común
|
|
Colirrojo
tizón
|
|
Críalo
europeo
|
|
Estornino
negro
|
|
Gaviota
sombría
|
|
Gorrión
común
|
|
Gorrión
molinero
|
|
Grajilla
occidental
|
|
Jilguero
|
|
Milano
negro
|
|
Milano real
|
|
Mirlo común
|
|
Mosquitero
común
|
|
Paloma
torcaz
|
|
Pardillo
común
|
|
Perdiz roja
|
|
Serín
verdecillo
|
|
Tarabilla
europea
|
|
Tórtola
turca
|
|
Urraca
|
|
Verderón
común
|
Anoto tu ruta, Rafa.
ResponderEliminarSeguramente hice una parecida en una marcha de Ciempozuelos a Titulcia yendo por esos parajes pero no sabía nada de salinas por esa zona.
Cierto. Ya hay golondrinas. Todavía no aviones ni vencejos. Esos creo vienen mas tarde. Y creo haber visto el otro día un milano negro.
Habra que ir al Porcal...
Un saludo, amigo
Ok Paco. Esos cerros para mi son espectaculares, merecen una visita. Aviones ya han llegado algunos. Los vencejos son más tardíos, los comunes ojo, si vemos ahora alguno son pálidos. Las Lagunas del Porcal son las mejores del Parque del Sureste, aunque son privadas y no se pueden visitar. Existe la opción de ver una parte de ellas desde la Laguna de las Madres en Arganda.
ResponderEliminarGracias por tus comentarios. Un saludo.
Tienes razón. Erroneamente llamo laguna del Porcal a la Laguna de las Juntas, cerca de la desembocadura del Manzanares en el Jarama. Allí es donde he visto muchos milanos negros. Por eso te lo decía.
ResponderEliminarUn saludo, amigo