domingo, 22 de julio de 2018

RUTA POR VILLA DEL PRADO


Villa del Prado. “La huerta de Madrid”.

Una de las mejores formas de contribuir a la conservación de la naturaleza, y además disfrutar comiendo, es el consumo de productos locales y de temporada. El consumo de productos de cercanías evita la emisión de toneladas de CO2 derivadas de su transporte por carretera, fomenta el cultivo de especies locales mejor adaptadas al suelo y la climatología del lugar, y fomenta la creación de puestos de trabajos en el sector agrícola.
Resulta muy reconfortante ver como cuando vas a comprar al mercado, supermercado o hipermercado, al leer las etiquetas de muchos productos hortícolas, observas que provienen del pueblo madrileño de Villa del Prado.
Villa del Prado, a 71 kilómetros al Oeste de Madrid capital, es un municipio de unos 6.500 habitantes, en los que el 7,3% de sus habitantes trabaja en el sector agrario.
Este bello pueblo de la Sierra Oeste Madrileña posee la mayor producción de verduras y hortalizas de la Comunidad de Madrid, lo que le ha valido el apelativo de “la huerta de Madrid”, desplazando en importancia a otras zonas de huerta tan famosas en nuestra región como Aranjuez y la Vega del Tajo, o Chinchón y el Valle del Tajuña.
Cuenta con 167 hectáreas dedicadas el cultivo hortícola, con 90 explotaciones, 4 de ellas regentadas por mujeres, que proporcionan 500 puestos de trabajo.
Todo ello gracias al apoyo institucional de la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Villa del Prado.
Una de las famosas productoras y distribuidoras de hortalizas y verduras es “Verduras Curro”, que su gran nave se ve nada más entrar al pueblo, y reparte a mercados de Madrid y otras zonas de España.
La variedad de verduras y hortalizas que se cultiva en Villa del Prado es muy variada, destacando las acelgas, los tomates, los pepinos, el repollo, la cebolleta, y el rábano, entre otras.
Aparte de cultivos de invernadero y regadío, Villa del Prado es famosa por la calidad de sus excelentes vinos denominación de origen “vinos de Madrid” de la subzona de San Martín de Valdeiglesias.
Las condiciones edafológicas y climatológicas del municipio son excepcionales. Villa del Prado, situada en el valle del río Alberche, (cuenta con el honorífico título de lugar más bajo de la Comunidad de Madrid, en el río Alberche con 430 metros sobre el nivel del mar) las últimas estribaciones del Guadarrama y las primeras de Gredos, hacen de pantalla a los fríos del norte. Esto favorece el cultivo de la vid, con las variedades mejor adaptadas como son la garnacha, y el tempranillo.

(En Villa del Prado, en algunas zonas se entremezclan zonas de viñedo con formaciones de monte mediterráneo).

También cuenta Villa del Prado, con pequeñas extensiones de olivar.
A la riqueza agrícola, se le añade la ganadera, existiendo pequeñas explotaciones de ganado ovino estabuladas.
Ficha técnica de la ruta.

(Ruta circular de dificultad media y de 4 horas y 15 minutos duración por Villa del Prado).

-Tipo de ruta: circular.
-Punto de inicio y fin: estación de autobuses de Villa del Prado.
-Distancia: 12 kilómetros, ida y vuelta.
-Desnivel: punto más alto 771 metros. Punto más bajo 516 metros.
-Dificultad: media. Al comienzo de la ruta tenemos que salvar una pendiente que si no estamos acostumbrados, podemos cansarnos con facilidad.
-Duración: 4 horas y 15 minutos. Con paradas para ver aves.
-Patrimonio cultural: ermita Cristo de la Sangre y vía crucis. Parroquia Santiago Apóstol siglos XV-XVI. Fuente del Gurugú, fuente el Liseo.

(Parroquia de Santiago Apostol de los siglos XV y XVI).

-Patrimonio natural: ZEPA Encinares del Alberche y río Cofio. Parque Forestal del Gurugú.
-Accesos a Villa del Prado.
-En coche. A-5 y después la M-507. 1 hora y 7 minutos desde Madrid.
-En autobús. Línea 545 Madrid (Príncipe Pío)-Sotillo de la Adrada. 1 hora y 20 minutos desde Madrid.
Línea 546 Madrid (Príncipe Pío)-Casillas. 1 hora y 20 minutos desde Madrid.
Línea 547 Madrid (Príncipe Pío)-Aldea en Cabo. 1 hora y 20 minutos desde Madrid.
-En bicicleta. Una buena opción es hacer la vía Verde de Picadas, que comenté en el anterior post, para antes de llegar a Aldea del Fresno desviarse, y por caminos llegar a Villa del Prado. 1 hora y 7 minutos desde el embalse de Picadas.
-Recomendaciones para la ruta.
-Aunque la ruta es apta para todas las estaciones, si planeamos hacerla en verano, madrugaremos mucho, pues hay zonas donde apenas hay sombra.
-Como es una ruta muy larga se puede hacer en dos jornadas u optar por partirla en dos. Una hacer la circular por la zona Norte del municipio y para otro día visitar el Parque del Gurugú.
-Esta ruta coincide en parte con la ruta propuesta por el Ayuntamiento conocida como “la ruta de las fuentes”. Podéis consultar esta ruta en su página web.

(Cartel informativo de la ruta de las fuentes en el Monte Gurugú de Villa del Prado).

-Durante la ruta iremos pegados a una valla cinegética. A lo largo del recorrido nos encontraremos varias cancelas, que las cerraremos cuando las hayamos atravesado. Mucho cuidado en las fechas de monterías a partir de otoño. Algunos caminos pueden estar cerrados. Por precaución mejor consultar con el ayuntamiento los días de caza.
Este es el relato de la ruta que realicé la segunda semana de Julio de 2018.
Segunda quincena de Julio, ya metidos en plena canícula. Villa del Prado me recibió con un día inusualmente fresco y algo nublado. El verano de 2018 seguía con su tónica de temperaturas bajas en comparación con el soporífero verano de 2017.
Al abandonar la estación de autobuses  y dirigirme a la piscina municipal, en el cielo del pueblo, había una gran algarabía por parte de las especies estivales. Ya todas habían criado, y en unas semanas comenzarían a agruparse para comenzar el magnífico espectáculo de la migración hacia tierras africanas.
A los chillones vencejos comunes, se les añadían las elegantes golondrinas comunes y los juguetones aviones comunes.

(Golondrina común. Hirundo rustica).

En la acera de la piscina estaban las omnipresentes gorriones comunes, y en el tejado de un chalet abandonado, dos estorninos negros.

(Estorninos negros. Sturnus vulgaris).

En calle Cristo de la Sangre se veían las cruces de granito que anunciaban el vía crucis hasta el Parque del Gurugú, pasando por la Ermita del mismo nombre y la fuente del Liseo, a las que me desvié un poco del camino, para hacerlas algunas fotos.

(Vía crucis en la Calle Cristo de la Sangre).

Volví a la entrada de la piscina municipal, para girar a la derecha buscando la Avenida de Florida Chica, atravesando una zona de chalets. Allí oí el inconfundible canto del verderón común, qué pasó un buen rato, hasta que lo localicé posado en un cable sobre un tejado.

(Verderón común. Carduelis chloris).

El asfalto poco a poco daba paso a una pista de tierra que atravesaba una zona de chalets, un pequeño parque, y acababa en un olivar.
Allí entre olivos centenarios, correteaban traviesos conejos al detectar mi presencia.
El camino partía en dos un pequeño cerro, donde a mi izquierda había una formación de pino piñonero con monte bajo, y a mi derecha monte bajo compuesto por cantueso, jaras y retamas.
Me pegué a la valla que delimitaba el pinar para observar nuevas especies y del bosque de pinos aparecieron 4 abubillas. Al poco rato, les tocó el turno a 2 pitos reales ibéricos.
A la derecha del camino, en lo alto de un cable de un poste eléctrico, un alcaudón común posado en posición de alerta de caza, a ojo avizor ante su posible presa.

(Alcaudón común. Lanius senator).

Comencé a oír el reclamo aflautado de la oropéndola que provenía del interior del pinar, pero tras varios minutos barriéndolo con los prismáticos, fue infructuoso. Momentos después la oía más cerca, casi en frente del camino, aunque no conseguía localizarla.
Cuál fue mi sorpresa cuando la tenía a escasos metros entre las ramas de una retama.

(Oropéndola europea. Oriolus oriolus).

En lo alto del cerro vi un depósito de agua, y justo antes de llegar a él, en un cable entre dos postes, estaban posados dos bandos mixtos de estorninos negros y abejarucos europeos.

(Estorninos negros. Sturnus unicolor. Y abejarucos europeos. Merops apiaster).

Me acerqué a una distancia prudencial para no molestarles y poder fotografiarles. Tras un rato al retomar mi ascensión, salieron volando dispersándose al monte bajo.
El camino se dividía en dos y pensé que el correcto era el del depósito. Llegué hasta él y comprobé que el camino acababa en aquel lugar.
Aún así, aproveché para disfrutar de las magníficas vistas del pueblo, y de parte del Valle del Alberche.
Retomé el camino que traía para girar a la derecha y seguir un vallado cinegético. Según avanzaba la pista que traía de subida, en aquel momento se convirtió en una pequeña vereda, que atravesaba zonas de monte bajo compuestas por jaras, cantuesos y tomillos.

(Monte bajo con formaciones de jaras, retamas y cantuesos).

El interior del coto de caza tenía zonas de un pinar muy denso, con formaciones de encinares en buen estado de conservación.
En el sotobosque del pinar, había un gran revuelo de currucas, y cuando por fin pude ver una posada en la valla, pude identificarla como una curruca cabecinegra  juvenil.

(Curruca cabecinegra. Sylvia melanocephala).

La vereda se estrechaba mucho en algunas zonas, hasta el punto de que al caminar, tocaba las jaras a ambos lados del camino. Aunque el firme del camino era aceptable, en algunas zonas había que salvar algunos canchales graníticos.
Había un fuerte contraste entre la parte izquierda del camino y su derecha. La de la izquerda estaba ocupada por un frondoso bosque de pinos y algunas zonas de dehesa coincidiendo con el interior del coto de caza. La de la derecha era una sucesión de monte bajo con jaras, tomillos cantuesos y algún enebro. Y encima de la copa de uno de ellos pude ver posada una tarabilla europea.
Según iba ascendiendo, la valla del coto se hacía más alta, y haciendo equilibrios en ella, había posada una cogujada común, que al principio la di por montesina.

(Cogujada común. Galerida cristata).

El sol comenzaba a calentar de lo suyo, y no veía el fin de aquella vereda. Cuando ya comenzaba a resignarme observé que la senda se bifurcaba a la derecha para acabar en una pista muy ancha. Poco después la pista volvía a bifurcarse otra vez y a mi izquierda había una cancela de metal, que me hizo dudar. Tenía como referencia un cerro adehesado y como la cancela tenía la señal de coto de caza no sabía si ese era el camino correcto, así que opté por tirar de gps y salir de dudas.
Las primeras torretas de observación para la caza se veían dentro del coto, y yo no dejaba de mirar dentro de él por si veía algún ciervo o muflón para fotorafiarlo, pues aquella valla cinegética tan alta era para especies de caza mayor.
En lo alto de una torreta eléctrica, descansaba una estilizada paloma torcaz.

(Paloma torcaz. Columba palumbus).

Tras atravesar la cancela y volver a cerrarla comencé a subir el cerro.
El sol ya calentaba lo suficiente para ir formando las primeras térmicas y me extrañaba aún no ver ningún buitre. Por fín en un monte aledaño comenzó a planear uno, que estando tan lejos dudé si era un buitre negro.
Cuando tuve mejor luz pude comprobar que se trataba de un buitre leonado.
El camino hacía un fuerte giro hacia la izquierda, y rodeaba la falda de aquel cerro con un encinar de lo más sugerente.
Encima de una encina de gran porte había varios rabilargos europeos chillando a pleno pulmón.
A mi izquierda quedaba una importante vaguada formada por el Arroyo de la Plaza, con unos espectaculares encinares, y unas magníficas vistas de Villa del Prado.

(Dehesas del Valle del Arroyo de la Plaza, en Villa del Prado).

Recreándome en los vistos de aquellos vastos encinares, pasó volando por la vaguada, raudo y veloz, un arrendajo euroasíático.
Volvía a llegar a otra cancela y nuevamente el camino se dividía en dos. Pero esta vez no había pérdida porque tenía que tomar el camino de bajada por la vaguada del Arroyo de la Plaza. Aún así no pude dejar de caer en la tentación de subir un poco más por el camino que tenía en frente, a ver que vistas me ofrecía. Tras unos metros, al subir a otra loma tenía unas vistosas vistas de los pinares de los montes cercanos a Pelayos de la Presa.
Comencé a acelerar el paso aprovechando que el camino era de descenso, pues las nubes habían desaparecido por completo y el sol ya comenzaba a calentar con justicia.
Cuando ya llevaba unos 15 minutos de descenso una gran cancela me frenó el paso. Con la señal de coto de caza y prohibido el paso. Me eché las manos a la cabeza pensando que no podía cruzarla pues tendría que volver sobre mis pasos y ya llevaba muchos kilómetros sobre mis piernas.
Tras calmarme un poco y ver otras alternativas me di cuenta de que la cancela tenía un gran cerrojo que se podría abrir y cerrar y que el cartel de prohibido el paso se refería a las vallas aledañas. Pude respirar tranquilo y proseguir el camino, después de cerrar aquel gran portón.
A la derecha del camino se veía la carretera a Cadalso de los Vidrios y algunos viñedos. Al fondo se distinguía Peña Cadalso, esa montaña que ya subí el año pasado y a la que le dediqué un post.
A lo lejos ya veía el cerro Gurugú, así que no iba mal encaminado.

(Al fondo el Parque Forestal del Gurugú).

Los carteles de advertencia de que estaba atravesando un coto privado se veían por muchas partes del camino, algunas de ellas insistiendo en que había vallas con sensores de detector de personas. Si no me salía del camino público que rodeaba el coto no tendría problemas.
Acabé en otra cancela más grande, esta hasta con cámara de seguridad, y poniendo claramente que se cerrase el portón porque se podrían escapar animales salvajes.
El cerrojo era enorme, y cuando comencé a girarlo me vi envuelto en un enjambre de avispas. No me di cuenta de que tenían el nido cerca de la puerta. Tuve que correr un buen rato y espantarlas con mi sombrero, para volver a la puerta y volver a cerrarla. Afortunadamente no hubo mayores consecuencias.
El camino descendía bruscamente y a su derecha había una entrada al monte Gurugú por una cancela, pero por dentro del coto de caza, así que preferí rodear toda la valla del cerro y buscar la entrada.
La pista giraba hacia la derecha y subía por el vía crucis que terminaba en la entrada de Parque Forestal.
Nada más entrar dos paneles informativos sobre el parque y la fuente del Gurugú, que utilicé para refrescarme un poco.
Agradecí la sombra que proporcionaba el pinar y aproveché para sentarme un rato en unos bancos de madera. Mientras me dediqué a fotografiar a un mirlo común muy curioso ante mi presencia.
Comencé a subir por una pista que rodeaba el cerro atravesando un pinar con algunos ejemplares de eucaliptos. Según ascendía la vegetación se iba cerrando en un sotobosque de jaras y retamas.
En un pino cercano pude ver un macho de carbonero común.
Más adelante me sorprendieron dos traviesos herrerillos capuchinos una de las aves forestales más elegantes e ideales para fotografiar.
Volvía internarme por el pinar, y encima de un copa de un pino imponente había posado un rabilargo ibérico.

(Rabilargo ibérico. Cyanopica cooki).

Tras varios minutos de intensa ascensión llegué al primer mirador, con unas atractivas vistas del pueblo, así como las estribaciones de Gredos y el Valle del Tajo.
Un poco más abajo se encontraba el segundo mirador, señalado con un cartel que marcaban las montañas que se podían ver, aunque desgraciadamente el cartel estaba bastante deteriorado.

(Vistas de Villa del Prado desde el Monte Gurugú).

El descenso lo hice muy rápido y casi sin darme cuenta ya estaba en la salida el parque. Desde allí, tome una pista de tierra que me llevaría cerca de la estación de autobuses.
En un pino aledaño al camino se posó una tarabilla europea, que se dejó fotografiar.

(Tarabilla europea. Saxicola rubicola).

Desde el camino tenía vistas a las afueras del polígono industrial. En lo alto de una torreta eléctrica, en una gran dehesa, había posada una gran rapaz. Estaba tan lejos que ni con los prismáticos ni el zoom de la cámara podía distinguirla. Por la silueta se trataba de un águila, pero no sabía si era imperial o real.
Como aún tenía tiempo para coger el autobús del vuelta me animé acércame al polígono para tener una mejor visión del ave en cuestión.
Atravesé todo el polígono y continué caminando por una dehesa, hasta un pequeño valle que formaba un arroyo seco. Desde allí comencé a hacer fotos con el zoom de la cámara al máximo, y tras varias fotos, pude ver que se trataba de un águila real.

(Águila real. Aquila chrysaetos).

El sol ya hacía tiempo qué estaba en todo lo alto, así que decidía hacer la última parada en la Parroquia de Santiago Apostol a ver si veía alguna cigüeña para apuntar a la lista.
En el trayecto entre el polígono y el ayuntamiento anoté dos especies nuevas: serín verdecillo y tórtola turca.
Llegué a la sugerente plaza del pueblo. En lo alto de ella la concentración de vencejos comunes era tremenda. Si no llegué a contar 100, me quedé corto.
Comencé a rodear la imponente iglesia y allí puede ver los nidos de cigüeña blanca.

(Cigüeña blanca. Ciconia ciconia).

Tras ver todo el conjunto arquitectónico di por concluida la ruta, para volver a la estación de autobuses y coger el autobús de vuelta a Madrid.
¡A qué esperáis para calzaros las botas y echar los prismáticos en vuestra mochila, y disfrutar de esta munipio de la Sierra Oeste tan interesante!
¡Felices avistamientos!
© Rapha Ac.
Concluyo el relato con las especies avistadas durante la ruta.
FAUNA DE VILLA DEL PRADO Y PARQUE FORESTAL DEL GURUGÚ
AVES
MAMÍFEROS
Abejaruco europeo
Conejo
Abubilla
Águila real
Alcaudón común
Arrendajo euroasiático
Avión común
Buitre leonado
Carbonero común
Cigüeña blanca
Cogujada común
Curruca cabecinegra
Estornino negro
Golondrina común
Gorrión común
Herrerillo capuchino
Mirlo común
Oropéndola europea
Paloma torcaz
Pito real ibérico
Rabilargo ibérico
Serín verdecillo
Tarabilla europea
Tórtola turca
Vencejo común
Verderón común





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