martes, 25 de diciembre de 2018

RUTA POR QUIJORNA Y VILLANUEVA DE PERALES


Dehesas de Quijorna. La casa del elanio azul.

La similitud de las dehesas ibéricas, con las planicies de las sabanas africanas es patente. Encinas diseminadas por campos de cereal a modo de acacias en campos de gramíneas, transitadas por ungulados como ciervos o gamos, de la misma manera que pastan en el continente africano sus otros parientes herbívoros como gacelas, ñus o impalas.
Esta afinidad de paisajes ha sido aprovechada por una pequeña rapaz procedente de tierras africanas que ha hecho de las dehesas del suroeste madrileño su hábitat ideal. Se trata del elanio azul.

(Encinas diseminadas en campos de cereal, son el hábitat ideal para el elanio azul, como estas en el pueblo de Quijorna).

Allá por el lejano año de 1974 se estableció la primera pareja en Extremadura, y desde entonces, ha ido colonizando el oeste peninsular, trasladándose a la vertiente mediterránea.
Los alrededores del pueblo de Quijorna, enclavado en plena ZEPA 56 “Encinares del Alberche y río Cofio”, con pastizales y cultivos de cereal, salpicados de algunos ejemplares del encina, son su hábitat óptimo.
En este mosaico agrario-pastoril encuentra los recursos necesarios para su supervivencia. En los campos de cereales abate sus presas favoritas consistentes en micromamíferos como ratones morunos, ratones de campo, topillos y musarañas. Conviertiéndose en un gran aliado para los agricultores para mantener a raya las plagas.
También depreda sobre pequeños reptiles como lagartijas ibéricas y lagartijas colilargas.
En estos campos, donde a veces a horizontalidad sólo es rota por alguna pequeña loma, usa posaderos a modo de oteaderos para detectar sus presas.
Los podremos encontrar sobre la copa de una encina, alguna encina afectada por la seca, alguna torreta eléctrica, o algún poste telefónico.
La Cañada Real Segoviana nace en La Rioja, y atravesando 500 kilómetros del Este, y Centro peninsular termina en la zona meridional de Extremadura.

(Cañada Real Segoviana, a su paso por Quijorna).

En la Comunidad de Madrid entra por el Puerto de Somosierra y abandona la comunidad en el pueblo de Navalcarnero, conformando un gran corredor ecológico que une zonas de alto valor ecológico como la Sierra del Guadarrama y la ZEPA 56.
La ruta propuesta es un recorrido de unas 4 horas y media de duración y de dificultad alta entre los términos municipales de Quijorna y Villanueva de Perales. Recorreremos parte de la Cañada Real Segoviana Occidental, el Camino de Vinateros y el Camino de Villanueva de Perales a Quijorna. Todo ello por vías pecuarias, atravesando campos de cultivos, dehesas y cotos de caza mayor.

(Ruta lineal de 4 horas y media de duración y dificultad alta entre Quijorna y Villanueva de Perales).

Fichas técnica de la ruta.
-Tipo de ruta: lineal.
-Punto de inicio y final de ruta: Calle San Antonio 2 (Quijorna), Calle Carretas 27 (Villanueva de Perales).
-Distancia: 14 kilómetros.
-Desnivel: punto más bajo 546 metros. Punto más alto 598 metros.
-Dificultad: alta si la vamos a hacer a pie.
-Duración: 4 horas y media con paradas para ver aves.
-Patrimonio cultural: Iglesia San Juan Evangelista siglos XV-XVI (Quijorna). Búnkeres de la Guerra Civil en Quijorna. Despoblado de Perales de la Mina. Patrimonio de la trashumancia como abrevaderos a lo largo del camino.
-Patrimonio natural: ZEPA 56 “Encinares del Alberche y río Cofio”.
Accesos a Quijorna y Villanueva de Perales.
-A Quijorna.
En coche. Coger la M-45 y posteriormente la M-501. 35 minutos desde Madrid.
En autobús. Línea 581 Madrid Príncipe-Pío-Quijorna. 1 hora y media desde Madrid.
En bicicleta. Desde la estación de cercanías de Móstoles El Soto. 1 hora y 25 minutos.
-A Villanueva de Perales.
En coche.
Coger la M-45, luego la M-501 y al final la M-524. 40 minutos desde Madrid.
En autobús. Línea 531A Móstoles (Hospital Rey Juan Carlos)-Villamantilla. 55 minutos.
En bicicleta. Desde la estación de cercanías de Móstoles El Soto, 1 hora y 22 minutos.
Recomendaciones para la ruta.
-Evitar el verano para hacer la ruta.
-Llevar agua porque desde que salgamos de Quijorna no encontraremos fuentes hasta Villanueva de Perales.
-No salirse de los caminos y observar las aves desde ellos.
-Pasaremos por cotos de caza. Respetar las propiedades y evitar los días de montería.
-El despoblado de Perales de la Mina no se puede visitar al estar en el interior de una finca privada.
Este es el relato de una visita que realicé en Octubre de 2018.
Mañana muy fresca de Otoño. El autobús de periferia me dejó en pleno centro de Quijorna aún con los primeras luces del día.
Seguíamos con la tendencia de escasas precipitaciones para el comienzo del Otoño, que afortunadamente semanas después se rompería.
Desde la calle de San Antonio fue callejando buscando las afueras del pueblo cerca de la Plaza de San Isidro, donde había unos carteles informativos sobre la trashumancia.
Gorriones comunes, urracas, y mirlos comunes me acompañaron en mi trayecto hasta el comienzo de la vía pecuaria.
Abandoné poco a poco las últimas edificaciones del pueblo para comenzar a transitar por la cañada real. Junto a ella, en un algarrobo, se arremolinaban un pequeño grupo de serines verdecillos.

(Serines verdecillos. Serinus serinus).

En una pequeña vaguada había un atractivo abrevadero, testigo del pasado trashumante de este pintoresco pueblo.
La pista de tierra transitaba entre grandes formaciones de retamas de bolas, y poco a poco iba ascendiendo por una loma.

(Cañada Real Segoviana en Quijorna).

Según se iba calentando la mañana, comenzaban a aparecer las primeras aves más tempraneras. Un pequeño bando de palomas torcaces se dirigieron a la zona del cultivo.
Hacia el Oeste se divisaba una bonita perspectiva del Sistema Central, con el Pico Almenara al fondo. Un paisaje alomado con sucesión de pastizales, zonas de cultivos y dehesas, el hábitat ideal del elanio azul, el objetivo de aquella ruta.

(Las dehesas de Quijorna son un paraíso ornitológico).

Cuando el sol salió por completo, y pude calentarme un poco en aquella mañana gélida otoñal, comencé a rastrear con los prismáticos, todas las encinas dispersas en aquel mar de cereal en busca de la escurridiza rapaz.
A lo lejos vi como una silueta negra hacía picados, lo que me puso en alerta. Tras cerciorarme muy bien, me llevé la desilusión de comprobar que se trataba de un cernícalo vulgar.
Tras un buen trayecto de ascenso, el camino presentaba una gran bajada, que acaba en un pequeño valle cruzado por un arroyo. Allí había unas interesantes formaciones de arbustos como zarzarmoras, y escaramujos.
Me detuve un buen rato, pues era un lugar ideal para pequeños pajarillos, y con paciencia pude fotografiar un macho de tarabilla europea.

(Tarabilla europea. Saxicola rubicola).

De nuevo el camino presentaba una gran rampa, y mientras la subía se me cruzaron los primeros conejos de la mañana.

(Conejo. Oryctolagus cuniculus).

En lo alto del camino, a mi derecha, comencé a oír el famoso reclamo de la perdiz roja. Al principio no las veía, porque se ocultaban muy bien en una zona de barbecho, pero después de mucha paciencia, conseguí fotografiarlas.

(Perdiz roja. Alectoris rufa).

Prosiguiendo con el camino, vi a lo lejos posado en una encina una rapaz. Era muy grande para tratarse de un elanio, pero al estar tan lejos no la identificaba. Cuando se dejó ver un poco pude comprobar que era un busardo ratonero.

(Busardo ratonero. Buteo buteo).

Poco a poco, el paisaje de retamas iba dando paso a un dehesa, y antes de penetrar en ella, me salió una escurridiza liebre ibérica.
Poco después la dehesa comenzaba a cerrarse más y más, hasta prácticamente conformar un bosque.

(Dehesas en Quijorna).

En un cercado cinegético algo llamó mi atención. Me fijé en el tronco de una encina de gran porte que tenía algo extraño. Era como una especie de pala pegada al tronco. A simple vista no era capaz de saber de qué se trataba.
Cuando ajuste los prismáticos me llevé una buena sorpresa al comprobar que se trataba de un gamo que me estaba contemplando con cara de curiosidad.
Allí estaba completamente absorto ante mi presencia, prácticamente sin pestañear. Aproveche su tranquilidad para hacerle unas cuantas fotos, hasta que decidió que ya le había robado mucho protagonismo, y de un salto, desapareció en lo profundo de la dehesa.

(Gamo. Dama dama).

Proseguí mi camino por la cañada, que en algunos tramos tenía una buena capa de tierra que dificultaba la caminata.
En la zona de la derecha del camino, la dehesa se abría un poco lo que me permitió rastrear un poco la otra parte del coto de caza.
En lo alto de una copa de una encina estaba posada una corneja negra.

(Corneja negra. Corvus corone).

Se respiraba mucha tranquilidad y sosiego dentro de la dehesa. La ausencia de ruidos urbanos permitía que me pudiese centrar en los reclamos de pequeños pajarillos, y gracias a esta tranquilidad pude observar gracias a su canto a varios pinzones vulgares. A continuación le tocó el turno a un papamoscas cerrojillo que todavía en el mes de Octubre seguían con su paso postnupcial hacia tierras africanas.
Llegué cruce del camino al despoblado de Perales de la Mina, pero mi decepción fue mayúscula al ver que había una gran valla metálica que me impedía el acceso. Con el mar sabor de boca que llevaba, no me di cuenta que a escasos metros tenía una alondra totovía paseando por el camino.

(Alondra totovía. Lullula arborea).

El camino volvía a bajar hasta llegar al cruce con el Arroyo Palomero. En esta zona de umbría había un pequeño bosque de galería. El arroyo estaba completamente seco debido al estío, y pude cruzarlo sin problemas.
Comencé a oír como gruñía un jabalí. Me llevé un buen susto porque lo oía muy cerca. Seguí oyendo sus gruñidos pero no lo veía con tanta vegetación.
Cuando salí del arroyo, vi a mi izquierda una valla cinegética, que era desde donde salían sus bufidos. Por lo menos iría tranquilo por el camino, aunque con estos ungulados nunca se sabe, ya que con la fuerza que tienen bien podía haber tirado la valla.
Cuando gané altura con el camino, a mi derecha volvía a tener una bonita postal del Sistema Central y de las dehesas del suroeste madrileño.
La cañada real ya era una gran pista, y estaba flanqueada por varios búnkeres de la Guerra Civil, en buen estado de conservación.

(Búnker de la Guerra Civil en Quijorna).

Dejé las dehesas de Quijorna con el sin sabor de boca de haber podido ver el elanio azul.
Crucé la famosa M-501  y tuve que transitar un pequeño tramo de carretera para volver a coger otra vía pecuaria que me llevaría hasta Villanueva de Perales.
Otra formación de dehesas me recibía, y sobre ellas planeaba un milano real.

(Milano real. Milvus milvus).

Pasado el mediodía el sol apretaba ya con fuerza, y decidí acelerar el paso para llegar cuanto antes a Villanueva de Perales.
La vía pecuaria serpenteaba por formaciones de encina en buen estado de conservación. En aquel instante tenía en el horizonte la nítida imagen del Alto del Mirlo, la primera formación montañosa de la Sierra de Gredos. Y cuando me deleitaba con su inconfundible silueta, comenzaron aparecer planeando un buen puñado de buitres leonados, que aprovechaban las corrientes térmicas para volar sin apenas esfuerzo.
Atravesé un camino que llevaba a una finca privada, y cuando subí un buen terraplén, ya veía las primeras casas de Villanueva de Perales.
Tras cruzar la M-524, llegué a un pequeño cordel con señalización de vía pecuaria, donde habían unos paneles explicativos sobre la trashumancia.
El cordel pegado a la carretera, estaba acondicionado a modo de paseo peatonal, y cruzaba la carretera para acabar pegado a una granja escuela.

(Cordel de la Segoviana a su paso por Villanueva de Perales).

Entre unas adelfas que adornaban el camino observé a varios juguetones jilgueros europeos.
Más adelante, en las cercanías del campo de fútbol, en una zona ajardinada le tocó el turno a varios vistosos pardillos comunes.
Crucé la rotonda en dirección a Sevilla la Nueva, y en pocos metros encontré la parada de autobús que me llevaría a de vuelta a Móstoles.
Desde allí, se tenía una magnífica prespectiva de la vertiente sur del Sistema Central. Y mientras me deleitaba con este bonito paisajes pasaron sobre mi cabeza dos golondrinas dáuricas, que cerraban la lista de esta ruta tan interesante.

(Vistas del Sistema Central desde Villanueva de Perales).

¡A qué esperáis para calzaros las botas, y preparar los prismáticos para disfrutar de este espacio natural tan interesante!
¡Felices avistamientos!
© Rapha Ac.
Termino el relato con la lista de especies vistas durante la ruta.

FAUNA DE QUIJORNA Y VILLANUEVA DE PERALES
AVES
MAMÍFEROS
Alondra totovía
Busardo ratonero
Conejo
Buitre leonado
Gamo
Cernícalo vulgar
Liebre ibérica
Corneja negra
Golondrina dáurica
Gorrión común
Jilguero europeo
Milano real
Mirlo común
Paloma torcaz
Papamoscas cerrojillo
Pardillo común
Perdiz roja
Pinzón vulgar
Serín verdecillo
Tarabilla europea
Urraca
Fuentes consultadas:
-Google maps, Wikipedia y página de la Sociedad Española de Ornitología.



2 comentarios:

  1. Hola Rafa¡¡
    Hace una semana hice una ruta por estos lares pero empezando en Villanueva de la Cañada y enlazando con la cañada hasta Quijorna y luego siguiendo ésta hasta el arroyo Quijorna (en direccion a la 501) sin llegar, y luego volviendo a Quijorna.
    Tuve mas suerte en rapaces: un par de buitres negros y varios leonados, milano real ,busardo y ¡¡un par de aguilas imperiales!!.. pero ni rastro del elanio.
    Estaba advertido de que era un sitio propicio para el elanio pero aun no viendolo la cantidad de aves compensó la ruta. Ahora, logicamente, esto todo mas verde que en tus fotos.
    Un saludo, amigo

    ResponderEliminar
  2. Hola Paco. ¡Gracias por tu información!. Por lo que se, el elanio azul estaba cambiando de tendencia y se está desplazando más hacia el Este, y ya es más común en municipios como Valdetorres del Jarama o Aranjuez qué en Quijorna. De hecho, la última vez que lo vi, fué el año pasado en Aranjuez. Muy bueno eso avistamiento de las imperiales. La zona de Quijorna es muy buena para la imperial, así como todo la ZEPA del Alberche y río Cofio. Un saludo y gracias por sus comentarios.

    ResponderEliminar